Hola! Hola! ٩(^ᴗ^)۶
Waaaah! Ya estamos en la recta final de esta pequeña historia!! Dos capítulos más y ya!!
Espero que disfruten la lectura tanto como yo disfruté al escribirlo ლ(・ヮ・ლ)
—0—
[Si nos dejan, buscamos un rincón cerca del cielo...
Si nos dejan, hacemos con las nubes terciopelo...
Y ahí, juntitos los dos, cerquita de Dios, será lo que soñamos...
Si nos dejan, te llevo de la mano corazón y allí nos vamos...
Si nos dejan... ¡De todo lo demás nos olvidamos!...]
...
Atsushi estornudó con fuerza por sexta ocasión durante aquel corto lapso de medio minuto. Estaba muriendo, muriendo lentamente debido al fuerte resfriado que había pescado por haber recorrido varios kilómetros desde la residencia de la familia Mori hasta su hogar completamente empapado, recibiendo con plenitud el fresco aire de la noche en su espalda empapada. Había pasado una larga semana desde la última vez que cantó bajo el balcón de Ryuunosuke, una semana entera en la cual el albino se la pasó encerrado en su habitación los primeros tres días desfalleciendo de fiebre.
Para el cuarto día ya se encontraba mejor, todo gracias a las atenciones de la aterradora doctora del pueblo, la señorita Yosano, quien implementó sus mejores métodos de tortu-... curación con él. Para el quinto día Kunikida lo obligó –arrastró– para que regresara a trabajar a la librería bajo su estricta supervisión. El albino acató la orden si ganas y con los ánimos por los suelos, haciendo sus tareas y obligaciones casi mecánicamente, decaído por el rechazo constante del azabache y resignándose a seguir con su vida cotidiana hasta que pudiera olvidarse de Ryuunosuke y del desamor que sufría.
Entonces, para el séptimo día:
Atsushi se encontraba barriendo afuera de la librería, Dazai estaba adentro durmiendo despreocupadamente sobre el sillón y Kunikida terminaba de acomodar el nuevo cargamento de libros que había ordenado, todo parecía marchar sin contratiempos, como era común. De pronto dos siluetas comenzaron a acercarse a la distancia, una más alta que la otra; Atsushi seguía con la vista clavada en el suelo, estornudando esporádicamente debido al polvo o a su resfriado, sin percatarse que las dos personas se habían detenido a solo unos pasos de él.
—¿Atsushi Nakajima...? —El albino levantó la mirada, sintiendo aquella voz vagamente familiar.
—¿Se le ofrece algo? —Su voz sonaba plana y desganada, reconociendo por fin al pelirrojo que los había detenido aquella primera vez que entraron a la hacienda del señor Mori.
—Tenemos un mensaje para usted, joven Nakajima. —Habló el hombre mayor que venía acompañando al pelirrojo. —Es de parte del joven Ryuunosuke.
—¿Eh...? —Atsushi tuvo que parpadear un par de veces para cerciorarse de que estuviera despierto y no dentro de una de sus muchas fantasías de joven despechado. —¿Disculpe...?
—Lo sé, nosotros tampoco podíamos creerlo. —Tachihara bufó fastidiado, entregándole –arrojándole– de mala manera la corta misiva al pobre albino. —Que ridículo que tengamos que hacerla de mandaderos, todavía no entiendo que espera obtener Ryuu de un pobre don nadie como tú.
—Ya basta Tachihara. —Intervino el mayor, acomodando su monóculo con gesto adusto. —Nosotros nos despedimos joven Nakajima, que tenga un buen día.
—Espera Hirotsu, que todavía no he terminado de hablar con ese mocoso... —Pero el mayor siguió caminando sin prestar atención a los berrinches del pelirrojo. —¡Maldición, espérame!
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Serenata a la luz de la luna
FanfictionAtsushi Nakajima era un joven como cualquier otro. Vivía con Osamu Dazai en un hogareño departamento ubicado en el centro del pueblo, ayudándolo en sus ratos libres en la modesta librería que el castaño administraba junto a su amigo, Doppo Kunikida...