Inocencia Destruida

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En una calle, una de las billones que existen en este mundo indolente y morboso, una niña de ocho años llamada Mary y su hermano Jean, de cinco años de edad, estiran la mano de forma pedigüeña, esperanzados a que alguna alma bondadosa les obsequie una moneda y así, poder mitigar un poco el hambre que les aqueja de forma crónica. Mary prefiere estar en la calle que en el cuartucho desvencijado que llaman hogar. Y la razón no es otra que su madre, una mujer cuyo único pensamiento es obtener dinero para costear su adicción a las drogas duras.

Los niños harapientos llevan bajo el sol bastantes horas y las monedas que han obtenido son escasas. "Esperaremos otro rato Jean, a ver si conseguimos dinero para comprar un sandwich o una galletas" dice Mary, mirando a su hermanito. El niño no emite palabra alguna, pero la mira con resignación. Al cabo de unos minutos, un hombre se acerca y le da a Mary un billete, tal vez conmovido por aquellos niños harapientos. Mary no sabe contar, de hecho, nunca ha pisado una escuela, pero por costumbre, intuye que el billete es de mediana o alta denominación.

La madre de Mary, que observa la escena a la distancia, comienza a caminar rauda como rayo, llegando hasta donde se encuentra su hija, exigiendo que le dé el billete recién obtenido. El hombre, que acababa de dar el billete a la niña, protesta por la acción de la mujer, y ésta le espeta de forma burda, que se meta sus quejas por el culo, que no tiene derecho a opinar sobre la crianza de sus hijos. En pocos segundos, más transeúntes se unieron al hombre caritativo y comenzaron los improperios y empujones en plena calle.

Durante la confusión, Mary toma de la mano a su hermanito y echa a correr. Cuando se hubo alejado unas cuantas manzanas de distancia, se dedicó a buscar una tienda de comestibles para gastar el dinero obtenido de la caridad. Compró un sandwich de jamón, una soda de cola y un paquete de galletas para compartirlo con su hermano menor. Cuando hubieron terminado el festín, los niños comenzaron a vagar por las calles aledañas, siempre tomados de las manos, dada la peligrosidad e indolencia que suponen de los conductores de autos, que siempre llevan prisa de llegar a algún lugar.

La noche se aproximaba y Mary trataba de decidir si regresar a su casa, exponiéndose a recibir una paliza a manos de su madre, o dormir en la calle. Comenzaba el invierno y las noches eran inclementes en esas fechas, así que optó por regresar a casa y tratar de soportar estoicamente su castigo.

Cuando cruzó el umbral de la puerta de la casucha que llamaba hogar, vio a su madre con un hombre de aspecto raro. El hombre le estaba entregando una dosis de heroína a su madre. Cuando la madre se percató de la presencia de su hija, le dijo simple y llanamente... "Este señor será tu nuevo papá, así que te vas con él". El primer pensamiento de Mary fue huir, pero el hombre fue más rápido y la sujetó del brazo.

La madre comenzó a preparar su dosis de heroína y justo en el momento en que se estaba inyectando el brazo, aquel hombre llevaba a Mary a la salida de la casucha. Cuando la droga comenzó a hacer efecto en el cuerpo de la mujer, los gritos de su hija se escuchaban más lejanos para aquella mujer desalmada...

De Mary nunca se volvió a saber nada.

El Oscuro InsomneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora