El Sicario

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Relato basado en historias que me cuenta mi abuelo paterno, de su infancia y juventud en las sierras Michoacanas en las décadas de los treinta y cuarenta.

El viejo Fermin está situado lo más cerca posible del púlpito donde el Padre Modesto oficia la misa del domingo en la mañana. Trata de estar lo más cerca posible del altar, con la cabeza gacha, rogando por la absolución de todos los pecados que ha cometido. No recuerda cuando fue su última confesión, pero tampoco era su deseo contarle al sacerdote sus tribulaciones.

El último trabajo fue un desastre total.

Un hacendado rico de Puruándiro lo había ido a visitar a su tejabán a las 6 de la mañana. Apenas se había levantado y estaba acomodando el petate donde dormía. Se disponía a alimentar a sus gallinas.

- Buen día Fermin, la gracia del señor esté contigo – saludó el hacendado.

- Buen día, señor Contreras. ¿Qué  lo trai a mi humilde tejabán?

- Me dijieron que tú puedes arreglar mi problema.

- Pos usté diga y le digo si se puede o no.

- Quero que mates al hijo chico de doña Ifigenia, el tal Pedro de los Álvarez.

- ¿Y a razón de qué, lo quiere usted en el panteón?

- Pos es que el muy cabrón se robó a mi ñeta (nieta) y su mama (mamá) anda muy afligida y no se diga mi vieja, su agüela (abuela). No contento con robársila, el muy cabrón le pone la mano encima y ya la ha dejado como santo cristo, según me han dicho las viejas argüenderas que la ven pasar al mercado del pueblo.

- Será que el Pedro la está educando a su ñeta…

- ¡Nambre! Mi ñeta es recatada y hacendosa. Desde los diez años sabe echar tortillas, hacer la comida y hasta el atole blanco. Ese hijuela chingada del Pedro la golpea por puro gusto, cuando regresa bien pedo de echar charanda, baraja y dominó con su palomilla (amigos).

- Ta güeno, pero no me dé santo y seña de todo, señor. No más dígame cuánto me va a pagar…

- ¿Te cuadra que te dé cien pesos?.

- Quero ciento cincuenta.

El hacendado lo pensó unos instantes.

- Trató hecho. Pero quero que ese cabrón vaya a hacerle una visita al Diablo hoy mesmo.

- Hoy es viernes. Tengo que ir al monte a cazar unos venados o armadillos pa’ comer y tengo que traer agua del jagüey porque ya no tengo… Pero mañana, sin más dilación, el Pedro va a conocer a nuestro creador.

Sellaron el trato con un apretón de manos y el intercambio de un pequeño bolso de gasa, repleto de monedas. Fermin ni se molestó en contar, porque ni siquiera sabía leer o escribir, mucho menos se le daban los números. Con solo sopesar el saco, supo que el dinero era el acordado.

El hacendado se fue y Fermin se dispuso a realizar las tareas hogareñas que tenía pendientes. El sábado en la mañana se levantó a la hora usual, seis de la mañana, dispuesto a realizar las labores propias de un hombre de campo. Casi ni parecía que la gente le pagaba por matar gente, o al menos, no daba esa impresión en público.

Desayunó un plato de frijoles con salsa, acompañados de agua de arrayán y cuando hubo terminado el desayuno, fue a buscar la talega de piel para cerciorarse de tener suficiente munición e hizo una comprobación rápida a su rifle Remington modelo 1866, herencia de su padre durante las guerra cristera. Cuando hubo terminado, se sentó en una roca mirando hacia el monte, esperando la hora de enviar al Pedro al cielo (o infierno, según se vea).

Al caer la noche, Pedro salió de la cantina del pueblo, abrazado de otro hombre que Fermin no reconoció debido a la oscuridad. Ambos borrachos venían dando tumbos por la calle, mientras Fermin los seguía de forma furtiva. A escasos 20 metros de la casa de Pedro, el sicario decidió actuar, dado que el amigo de parrandas desconocido, se rehusaba a dejar solo a Pedro. Raudo, tanto como le fue posible, Fermin se acercó lo suficiente y descargó una ráfaga que hirió de muerte a Pedro. Se disponía a a asesinar al compañero de parranda, cuando para su mala suerte, el percutor del rifle se atascó.

- ¡Mal haya! – grito Fermin enfurecido y el pánico se apoderó de él, al grado de escapar, dejando un testigo potencial.

Ahora se encontraba pensativo en aquella ermita en medio del monte, escuchando misa y el cuchicheo de la gente, señalándolo de asesino a sueldo y los gendarmes pisándole los talones.

"Ni modo" pensó para sus adentros, "me han dicho que la Ciudad de México es muy bonita. Terminando misa, iré a comprar un boleto de ida. Solo espero que mis gallinas y mi tejabán estén bien, para cuando regrese”…

Notas del autor:

- Tejabán es una casucha de madera precariamente construida, con techumbre de tela o lámina de cartón.

- El petate es una esterilla de palma tejida, que se usa para dormir sobre el suelo.

- La charanda es una bebida alcohólica típica de Michoacán y sus alrededores.

- Las viejas agüerdenderas son mujeres que les gusta entrometerse en asuntos que no les corresponden y son las responsables de esparcir rumores.

- El jagüey es una laguna diminuta, donde se acostumbra a llevar al ganado a beber agua. Antaño eran utilizados también como reservas de agua potable y de lavandería.

- El arrayán es una fruta de color Verduzco amarillento, de sabor ligeramente ácido y parecido a la guayaba. Son nativas del occidente de México.

En Michoacán todavía se pronuncia mamá y papá sin tilde. No es error ortográfico. Fonéticamente lo pronuncian como "máma" y "pápa".

También era común que los asesinos a sueldo o asesinos por venganza, escaparan a otras ciudades para evitar la justicia o la muerte a manos de los familiares de la persona asesinada.

El Oscuro InsomneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora