Celia se empezaba a poner de los nervios cuando oyó su nombre.
-¡Celia!
Celia buscó de dónde provenía aquel ruido y fue hacia allí poco a poco.
Llegó hasta un armario bastante viejo y se preguntó si su hermana estaría dentro. Lo abrió y allí no había nadie.
Volvió a sonar su nombre y a Celia le parecía que era en el armario, pero de repente tuvo una gran idea.
Movió el armario y detrás de él había un gran pasadizo.
-¿Mery? ¿Estás ahí?
-¡Celia! ¡Ven!
Celia se agachó y gateó por el pasadizo hasta el final. Allí estaba su hermana.
-¡Mery! ¡Me habías asustado!
-Celia mira esto.
María señaló la gran habitación en la que estaban. Había luces navideñas por todos lados, también había una cama y un escritorio. A su lado un espejo reflejaba sus rostros.
-Qué bonito. Debe ser el sitio secreto que decían.
-Si, ¿pero sabes qué más?
-No.
-Bueno pues quita el espejo.
Celia quitó el espejo y detrás había otra habitación, que parecía una gran biblioteca.
-¡Alaa!
-Si mola mucho.
Celia iba a mirar un libro de los que había en la estantería y cuando lo cogió el suelo se formó en una especie de ascensor transparente. El ascensor subió con ellas dentro y se paró en el techo. En ese momento el techo se abrió y el ascensor hizo lo mismo.
-Mery espera aquí, salgo yo primero.
Celia salió del ascensor y vio donde estaba.
Era un tejado rojizo y muy bonito. El sol se escondía poco a poco y las niñas, boquiabiertas, miraban como llegaba la noche.
-Es precioso.
-Si, pero mamá llegará pronto, y habrá que estar abajo.
-Celia, ¿se lo vamos a contar a mamá?
-¿El qué?
-Lo del pasadizo.
-¿Sabés qué? ¿Qué tal si lo usamos como un sitio donde, sí nos riñe mamá podamos escondernos aquí?
-Vale.
Ambas cogieron el ascensor y bajaron hasta la biblioteca. Allí pasaron a la habitación y se la habitación a la casa.
Justo en ese momento llegó su madre.
-¡Hola! ¿Lo pasasteis bien?
-Si, ya nos han arreglado la televisión.
-Ah bueno. ¿Qué os apetece cenar?
-Pizza- dijeron las dos.
-Bueno, vale. Pero preparar un boli y una libreta que mañana es vuestro primer día.
-Vale.
Después de hacer la mochila para el colegio, cenaron y se fueron a dormir.
Celia se tumbó en la cama y cogió el móvil. Le mandó un mensaje a Moni sobre su día y apagó el teléfono. Luego se tapó y apagó la luz.
La cama era mucho más cómoda que la suya, así que no tuvo problemas para dormirse.
Pero un ruido la despertó en medio del sueño.
Celia se levantó y fue a ver a su hermana.
-¿Qué has tirado?
Pero Mery estaba dormida y no le contestó. Luego fue a la habitación de su madre y le hizo la misma pregunta.
Su madre dijo que ella no había hecho nada y se volvió a dormir.
Celia no le dio importancia y se volvió hacia su habitación. Pero antes de entrar volvió a sonar aquel ruido. Celia se dio la vuelta y dijo:
-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?
No hubo respuesta, así que Celia se fue a la cama y se volvió a dormir.
A la mañana siguiente se despertó con los gritos de su madre. Cuando Celia abrió los ojos el reloj marcaba las 9 y el instituto empezaba a las 8 y media.
-¡Celia! ¡Levanta!
-¡Dios! ¡Voy a llegar tarde!
-No, ya llegas tarde.
Celia se levantó y se puso una sudadera por encima de la camiseta del pijama y se quitó los pantalones de pijama y se puso unos cortos. Su madre le metió una barrita de chocolate en la mochila y se subió al coche.
-¡Venga! Vas sin desayunar.
Celia cogió la mochila y se subió al coche.
Su madre condució lo más rápido posible y en 10 minutos ya habían llegado.
-Mira que eres un desastre, el primer día ya llegas tarde.
Juntas subieron hasta el piso donde le habían dicho que era su clase y picaron a la puerta. Antes de abrir, la madre de Celia se fue y dejó a Celia frente a la puerta de la que sería su nueva clase.
Una mujer rubia, alta y con unas pocas arrugas le abrió la puerta.
-¡Hola!
-Hola- dijo Celia entrecortada
La mujer le dejó pasar y dijo :
-Bueno, hoy tenemos a alguien nuevo. ¿Cómo te llamas?
Celia miró a los alumnos y dijo:
-Me llamó Celia.
-Bueno, siéntate hay un sitio al lado de Diego.
La profesora señaló una mesa al lado de un chico. El chico sonrió y apartó el libro de la mesa que estaba vacía.
-Hola. ¿Eres de aquí?
-No.
-Ah bueno. Estamos dando las magnitudes de Física y Química. ¿Te las sabes?
-Un poco, me resultan difíciles.
-Si quieres te puedo ayudar.
-Vale, como quieras.
Después de la clase, Celia sacó la merienda y salió al recreo.
Allí se sentó en un banco y se comió la barrita. Se sentía sola, pero en ese momento, su compañero Diego, se sentó a su lado.
-¿Te sientes sola?
-¿Cómo lo has adivinado?
Diego miró a Celia con los ojos llorosos y dijo:
-Porque yo también me sentía solo cuando llegué y lo llevó sintiendo desde que llegué hasta hoy. Sabes, yo soy el pringado de la clase, o eso es lo que todo el mundo dice.
Celia bajó la mirada al suelo y contestó :
-Lo siento. Gracias por hacerme compañía.
Ambos sonrieron y siguieron hablando hasta que sonó el timbre.
Al salir del instituto, se despidieron y cada uno se fue por un camino diferente.
Cuando Celia llegó a casa, cogió las llaves y abrió la puerta. No había nadie así que mientras esperaba a su madre, estuvo viendo una película.
Tiempo después alguien tocó a la puerta. Celia pensó que sería su madre así que abrió sin ni siquiera mirar quién era.
Cuando abrió la puerta, un hombre viejo, la miraba siniestramente. Celia se dió cuenta de que lo conocía y dijo:
-¿Quién se supone que eres, para seguirme hasta aquí?
El hombre se rió y contestó :
-¿Quién crees que soy?
Celia se enfureció, ¿qué pregunta era esa? En ese momento, cuando iba a cerrar la puerta, el hombre dijo:
-Espera, es mejor que me vaya yo.
De dió la vuelta y se fue. Pero, cuando bajó las escaleras, se le cayó una tarjeta del bolsillo. Celia se agachó y la cogió. La tarjeta ponía la dirección del hombre y su nombre completo.
Celia gritó el nombre de la tarjeta, pero el hombre ya se había ido.
Después su madre llegó a casa con su hermana y comieron las tres juntas.
-¿Qué tal vuestro primer día de colegio?
-Yo bien, conocí a un chico que me hizo compañía.
Mery se rió. Y su madre dijo:
-Bueno, por lo menos has hecho amigos.
-Si.
Después de comer, Celia subió a su habitación a hacer los deberes, pero no dejaba de pensar en aquella tarjeta. Se la sacó del bolsillo y la volvió a mirar. En la tarjeta ponía que el hombre se llamaba Josh Mirrorwall y la dirección era de esta ciudad.
Celia pensó en contárselo a su nuevo amigo, pero como casi no se conocían, pues decidió no hacerlo.
Aquella noche no durmió nada, entonces quiso subir al pasadizo para ver si se tranquilizaba. Allí se sentó en el tejado, en la parte superior del ascensor, y cerró los ojos. Cuando ya se relajó, bajó a su habitación y se durmió. A la mañana siguiente cuando llegó al instituto, Diego la estaba esperando frente a la puerta.
-Hola. ¡Hoy llegas pronto eh!
-Si-.Y Celia sonrió falsamente.
-¿Te pasa algo?
-Tengo que contarte algo.
-¿A si?
-Si. Pero te lo cuento al final de clase.
-Vale.
Cuando sonó el último timbre, ambos bajaron a la calle y se sentaron en un banco.
-Hoy hay pocos deberes, si quieres puedes venir a mi casa a comer.
-Si, gracias. ¿Qué me querías contar?
-Bueno, sé que todavía no tenemos mucha confianza, pero necesitaba contárselo a alguien. Hace unos días un hombre mayor, me miraba y me perseguía a todos lados, tanto lo hacía que ya sabe donde es mi casa en esta ciudad y en la anterior.
-¿Avisaste a la policía?
-No, pero la anterior noche, vino a mi casa y se dejó una tarjeta con su nombre y dirección.
-¿Se la devolviste?
-No, pero si él viene a mi casa tan tranquilo yo también.
-¿Quieres ir a su casa?
-Si, pero para entrar sin su permiso necesito ayuda.
Celia miró fijamente a Diego.
-Ah, no, yo no voy a colarme en una casa ajena sin su consentimiento.
-Porfa.
Diego sonrió y se levantó del banco.
-Vale, pero vamos ya a comer que tengo mucha hambre.
Los dos se rieron y se fueron hacia la casa de Celia.
Llamaron a la puerta y la madre de Celia les abrió.
-Hola, tu debes de ser el nuevo amigo de mi hija.
-Emmm... Me parece que si.
-Encantada. Pasar, ¿te gustan las albóndigas?
-Si.
Mientras comían la madre de Celia le enseñaba fotos de Celia cuando era un bebé.
-Mira, aquí estaba muy gordita.
Diego se rió y Celia se puso roja.
-Mamá, para.
Después de comer, fueron a la habitación de Celia y cogieron la tarjeta.
-Mamá, vamos a dar un paseo.
-Vale, no vuelvas tarde.
Cuando salieron, se sentaron en un banco y miraron la dirección.
-Es cerca de aquí, sé donde está.
-Pues a que esperamos.
Se levantaron y cruzaron las calles hasta llegar a la dirección correcta.
-¿Es aquí? Porque esta calle da miedo.
-Si es aquí.
La calle era estrecha y estaba poco alumbrado. Muchas de las farolas estaban rotas o apagadas y las casas estaban mal pintadas y eran bastante viejas.
-Me parece que es el portal 13. Y también pone que es el piso 4°B.
-Vale, vamos.
Se acercaron, y en la puerta había un hombre que taponaba la puerta. Era alto y de piel blanca, tan blanca que se le notaban las venas. Su calva brillaba a causa de la grasa y su rostro reflejaba cara de enfado.
-¿Y vosotros quiénes sois?
-Bueno, veníamos a ver al señor Mirrorwall.
-¿Josh Mirrorwall?
-Si.
-No os creo, sois unos jóvenes ladrones que quieren robarle su dinero. ¡Iros de aquí renacuajos!
-¿Dinero? ¿Es qué tiene mucho dinero?
-¿Te crees que te lo voy a decir? ¡Marcharos antes de que haga una tortilla de ladrones!
-¡No somos ladrones!
El hombre se abalanzó sobre ellos, pero consiguieron escapar y salir de la calle.
-Pues ya no nos quedan planes.
Diego tomó aire y dijo :
-Celia, tengo un plan.
-¿Cuál?
-¿Y si uno le despista y la otra persona se cuela dentro? Yo le despisto, y mientras él me persigue tu entras. Pero ve rápido que no voy a estar mucho tiempo corriendo.
-Vale, ten cuidado.
En ese momento Diego se acercó al hombre y le robó el reloj que tenía en la muñeca. Al verlo, el hombre salió corriendo detrás de Diego y dejó la puerta abierta. Después de eso, Celia corrió hacia la puerta antes de que se cerrara. Subió en el ascensor hasta el 4° piso y llamó a la puerta. Como nadie respondió, Celia cogió una orquilla de su pelo y abrió la puerta. La casa estaba muy desordenada, Celia sin saber que tenía que buscar, removió todas las cosas para ver si encontraba algo. Debajo de la almohada de la cama había una llave de oro con unas iniciales escritas, J.M. Celia iba a cogerla cuando oyó un sonido de llaves que abrían la puerta. Nerviosa, se escondió bajó la cama y se tapó la boca. El hombre se acercó a la cama y cogió algo, pero se le resbaló y se le calló la llave de oro al suelo. Pareció que a Celia le había dado un vuelco al corazón. El hombre se agachó y cogió la llave pero no vió a Celia. Luego salió de la casa y cerró la puerta con llave.
Celia sentía que el corazón se le salía del pecho. ¿Diego seguiría corriendo por ella, o la estaría esperando nervioso? ¿Cómo iba a salir de allí sin la llave de la casa? ¿Que llave de oro era esa? ¿El hombre se había llevado la llave?BUENO, PUES AQUÍ ACABA EL CUARTO CAPÍTULO 💜 ¿INTRIGA?
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La muerte de mi hermana
Mystery / ThrillerCelia es una niña como cualquier otra. Un día se levanta y en la parada de bus alguien la mira todo el rato. Días después algo terrible ocurre, y para saber más sobre lo ocurrido investiga y descubre muchas cosas.