6. Sólo quizás

486 22 5
                                    

AITANA

Sus ojos se clavan en mí y podría jurar que me maldicen, me matan y me mandan al infierno con una sola mirada

Mis piernas comienzan a flaquear, el estómago se me encoge, la bilis me sube por la garganta, la sangre se me hiela y una lágrima amenaza con caer de mi lacrimal. Marta a mi lado también tiembla y se acerca a mí a modo de protección. Ninguna de las dos estamos cómodas y mucho menos bajo su atenta mirada y su compostura firme - como la de un jugador de fútbol americano- que nos impone demasiado.

Nunca en mi vida me había sentido así de nerviosa, con el miedo comiéndome por dentro - miedo a lo que me pueda hacer o decir, o incluso a Marta,- y con la incertidumbre de lo que pueda pasar.

La tensión que hay entre nosotros se puede cortar con un cuchillo. Ninguno da el primer paso a decir una palabra, todos callamos, yo por miedo y él porque está esperando el momento ideal para soltar alguna perla. Solo se escuchan nuestras respiraciones agitadas que esperan ansiosas a que alguna de nuestras voces se manifiesten y llenen de sonido la calle que está desierta.

La mirada de Marta me infunde el valor que necesito para hablar y romper el silencio que nos envuelve y que comienza a ser demasiado pesado y agobiante.

- Hola - consigo articular nerviosa. - ¿Que haces aquí? - Pregunto buscando su mirada que la intenta evitar encogiéndose de hombros.

- ¿Porque no me contestas? - Pregunta dando un paso hacia nosotras. - Y estaba preocupado por ti - añade acariciándome el pómulo derecho delicadamente.

Me aparto ante su contacto con mi piel, no sé si por la sorpresa o por qué no quiero que me acaricie. Supongo que por ambas, no esperaba que me acariciase de una forma tan cariñosa e íntima para mí sabiendo que está enfadado y tampoco me apetece mantener mucho contacto con él, a veces me agobia demasiado y todo tiene que ser a su ritmo.

- Venía para que te vinieras a pasar la noche conmigo - explica volviendo a apartar su mirada de la mía. - En mi casa - añade.

Mis piernas vuelven a jugarme una mala pasada, el vello de mi cuerpo se me eriza haciendo que me entre un escalofrío y mi expresión vuelve a tornarse a la preocupación y al miedo. Aunque quizás no debería de tener miedo, que yo sepa nunca ha hecho nada malo, simplemente que yo no estoy preparada para meterme en una relación. O quizás sea eso lo que necesite, despejarme y olvidar mis recuerdos un tiempo.

Marta siempre me ha dicho que hay que aprovechar cualquier oportunidad y que de vez en cuando hay que dejar que el cuerpo se lleve alguna alegría. Estamos en la edad de disfrutar, equivocarnos, enamorarnos, desenamorarnos, caernos y volver a levantarnos.

- Es que mañana es lunes y tengo universidad - hablo al fin, aunque digo una cosa distinta a la que estaba pensando.

- Mañana no tienes clase hasta las diez y media - me recuerda. - Y sabes que te puedo acercar a la universidad en coche o te acompaño en el transporte público - propone sonriendo.

Suspiro, sé que tiene razón y muchos domingos los hemos pasado juntos por esa misma razón y diga lo que diga sabe que son excusas, y posiblemente no cuelen, no con él, y sepa de sobra que lo quiero evitar a toda costa. Aunque realmente es una tonteria que me enfade con él por lo del viernes, fue un error tonto que me podría haber pasado a mi. Y yo creo que después de haberme llamado un montón de veces entre ayer y hoy y haberme pedido perdón por mensaje otras tantas de veces lo mejor sería que cediese a su propuesta.

Quizás no sea tan malo como lo pinto y el problema lo tengo que yo que me da miedo admitir que quizás me estoy enamorando otra vez cuando aún no he olvidado del todo a otra persona y que la mitad de las noches sueño con que me duermo entre sus brazos cuando eso es imposible que ocurra estando a seiscientos veinticinco kilómetros de distancia.

Posdata: Te Quiero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora