7. Empezar de cero

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LUIS

Me despierto aturdido y con un dolor de cabeza espantoso, que se burla de mi ante mi poca madurez anoche cuando acepte salir de fiesta y se me paso por la mente que era buena idea beberse hasta el agua de los floreros, en una habitación extraña y poco familiar. Apenas recuerdo algo de la noche anterior y me es imposible hacer memoria para intentar recordar lo que paso. Este dolor de cabeza, que apenas me deja abrir demasiado los ojos, porque la poca luz que entra por una ventana me molesta y siento que voy a quedar ciego por culpa de esos cuatro rayos de luz que apenas dejan ver la habitación con claridad.

Hago un esfuerzo sobrenatural para incorporarme en la cama. No hay nadie conmigo. La habitación no me suena. No tiene objetos que haya visto antes por lo que no puedo distinguir de quien es la habitación. Quizás esté soñando - pienso pellizcandome en la mano para comprobarlo -. Debería de alegrarme por saber que no es un sueño y por lo tanto no es ninguna pesadilla, pero esta escena parece de película de miedo.

Hago otro gran esfuerzo en levantarme de la cama y ponerme en pie aunque me cuesta porque me tambaleo un poco y la cabeza me da a un par de vueltas y siento que en cualquier momento se va a caer de su propio peso.

Todavía voy vestido tal y como sali ayer, menos las zapatillas que me regaló ella que están a los pies de la cama. Busco en mi bolsillo delantero mi móvil para comprobar la hora. Las dos. Miles de mensajes y llamadas de mis amigos salen en mi pantalla y me maldigo por haber aceptado ir a esa fiesta y beber como un desgraciado para intentar olvidar algo que sé que no se va a borrar de mi mente tan fácilmente. Yo necesitaba una fiesta con amigos y pasármelo bien, no acabar en paradero desconocido. Paso de leer los mensajes de mis amigos, necesito salir de aquí y averiguar dónde estoy

Abro la puerta de la habitación y camino por el pasillo hasta llegar al salón donde una joven de melena castaña rizada y constitución más bien delgada. La reconozco al instante. Es Rebeca, la nueva empleada de mi trabajo. Roi tuvo la magnífica idea de invitarla a la fiesta porque quería conocer a gente nueva. Esta fumando un cigarro tranquilamente mientras observa como los pajarillos cantan en un cerezo que hay frente al balcón del apartamento. Me acerco hasta ella poniéndome a su lado y sacando un cigarro de mi paquete de tabaco.

Inhaló el humo de la primera calada de mi cigarro y noto como la nicotina y demás químicos recorren mis vías respiratorias activando un poco más mi cuerpo. Desde que se fue he vuelto a caer en la tentación de fumar más a menudo para distraerme y no estar llorando o pensando en ella.

- Buenos días - me atrevo a decir soltando el humo del tabaco.

Me sonríe algo tímida colocándose un mechón rebelde detrás de su oreja.

- Eh... Te traje a mi piso porque me lo pidió Roi - dice algo avergonzada. - Quería estar con su novia que acababa de llegar de un viaje por trabajo, ya sabes... Y Miriam y Ana se fueron mucho antes - informa y el color rojo se instala en sus mofletes.

Me muerdo el labio inferior al verla así, tan tímida y avergonzada. No pensé que sería así. En el trabajo la he visto demasiado suelta y con mucho desparpajo. Creía que era la típica chica que tenía demasiada confianza en sí misma y no le daba vergüenza casi nada. Pero ya veía que no. Le daba cosa hablar de cosas así. Me recordaba un poco a Aitana, a ella la costo abrirse conmigo y me pone triste pensar que ahora es otro el que lo tiene que descubrir e igual es incapaz de escuchar sus gustos.

- No paso nada entre nosotros - asegura apagando el cigarro en un cenicero que ha dejado apoyado en la barandilla de la terraza.

- Lo sé, estaba vestido cuando me he despertado - aseguró quitándole importancia al asunto - imagino que solo me acompañaste a la habitación en la que he dormido - digo dando otra calada.

Posdata: Te Quiero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora