Desde aquella confesión frente al océano, muchas cosas habían cambiado en la relación de amo y mayordomo.
Comenzando por aquel vínculo formal que había desaparecido, era algo que sólo se ejercía en público o cuando era realmente necesario.
—Maldición, Ciel. Debes terminar de una vez si quieres tener tiempo libre.—Exclamaba Sebastian, dejándose llevar por los nervios. Los brazos cruzados, los dedos tambaleándose con impaciencia.
—Entiende que ya no quiero seguir, mierda.—Respondía un enojado Ciel mientras hacía el trabajo lo más rápido que podía. ¡Su mano dolía, de tanto escribir informes!
—Agh. ¡Dame eso!—Sebastian le arrebató los papeles en los que el menor llevaba tiempo ya trabajando.
—¡Devuélvelo! Necesito terminarlo.
—¡Ni siquiera lo estás leyendo bien!
Del otro lado de la puerta que conducía al despacho, Bard se llevaba a Finnian, Snake e incluso a Mey Rin a rastras. Para ellos era ya algo estúpido el ver a ambos intentar ocultar sus sentimientos. Siempre fueron muy unidos, así que en realidad no les extrañaba demasiado. La mayor prueba de su relación fue el haber notado aquellos anillos de matrimonio que utilizaban ambos. Bastante discretos, pero no invisibles. Destellaban de una forma un poco irreal y mágica cuando hacían contacto con la luz del sol, incluso el de la luna.
—Hey...—Comentaba la chica de cabellos cortos mientras caminaba por el pasillo, directamente hacia el cuarto de servicio.—¿Cuál es la edad de Sebastian?—Preguntó. Dejando a los otros cuatro en un estado de estática pura.
¿Cuál era la edad de Sebastian?
Al otro lado de la mansión se encontraba Ciel presentando sus quejas mientras dejaba a Sebastian cargar con todas las muestras que le habían llegado de la compañía Funtom.
—Está bien ser económico pero tampoco es necesario presentar un producto tan deplorable. Diles que mejoren la calidad, no importa el gasto. Además de que los ojos están bizcos. Diles que lo arreglen.—Comentaba presentando aquel ceño fruncido que tanto lo caracterizaba.
Sin ningún tipo de duda, en cuanto a la calidad del trabajo, ambos seguían siendo completamente eficaces y exigentes.
—Y además... Sebastian, agáchate.—Exigió el conde. La imagen de aquel hombre serio y exigente, completamente vestido de negro, era bastante cómica debido a la forma en la que abrazaba peluches de tonos pastel y a la vez se dejaba besar por su menor.
El tiempo libre que le quedaba a Ciel, éste lo gastó completamente en un baño de aguas termales. Eso hasta el anochecer, cuando se vió obligado a salir debido a su horario de sueño. Ciel se dejaba cambiar por el demonio, quien de vez en cuando le dedicaba algunas miradas amorosas. Ése era un territorio completamente nuevo y por explorar para él. Por lo que se seguía sonrojado algunas veces.
—Descansa.—Deseó, estaba dispuesto a salir de la habitación y apagar las velas, sin embargo fue detenido.
—Sebastian.—Llamó el conde. Provocando que el mayor se voltee. Al notar que efectivamente había llamado su atención, golpeó dos veces su cama.—Acuéstate conmigo.—Sonrió al ver la forma en la que sonrojado, el mayordomo desviaba la mirada antes de cumplir con su petición.—Oh, vamos. Tuviste sexo conmigo pero sin embargo te pones tímido con esto.—Se burlaba.
—Cállate...
El silencio reinó entre ambos, se contemplaban en silencio mientras lentamente se acercaban, el peliazul le había quitado los guantes blancos, dejando relucir aquel anillo dorado que ambos compartían.
—Creo que es lo que más atesoro actualmente... ¿Sabes? Incluso más que el anillo de herencia.—Comentó el menor.—Gracias.
—Debería agradecerte yo por hacerme sentir todo lo que actualmente siento...
—¿Aunque en algún momento se convertirá en dolor?
—El amor es dolor, conde. Entré a este mundo sabiéndolo perfectamente.
—Creo que el dolor y el amor son dos cosas diferentes... No puedes convertir dolor en amor pero sí amor en dolor.
Sebastian sonrió. Sintiéndose nostálgico, antes de que pudiera pensar en algo, la esencia humana de Ciel llenó la habitación, y sus cuerdas vocales se movieron.
—Tu alma, es tan preciosa, y deliciosa..
Un silencio incómodo se apoderó de ambos. De vez en cuando, se recordaban que su burbuja algún día explotaría cruelmente. Recordándose de aquello que tanto evitaban hablar. El único método de consuelo que les quedaba era tomarse de las manos, que es justamente lo que el demonio había hecho.
Ciel sin embargo, se lo tomó con humor.
—Supongo que te voy a hacer pasar un buen rato, provecho por adelantado.
No tenía miedo.
No quería que ese día llegue, pero tampoco tenía miedo.
—Provecho.—Comentó el mayor antes de posarse encima y besarlo con pasión, y fue correspondido rápidamente. Se acariciaban de forma que parecían arder.
El placer sexual se había convertido en un verdadero placer de vida. Incluso para Sebastian, quien se suponía no sentía deseos sexuales.
Cada día se preguntaba lo mismo. ¿Qué haría cuando su amo se vaya? ¿Cómo viviría? ¿Cómo sentiría? ¿Se sentiría sólo? ¿Lloraría? ¿Le dolería? Eran preguntas que realmente le daban asco hacerse.
Porque realmente poco y nada importaba, le importaba mucho más el presente. Todo lo nuevo que estaba experimentando. Había sentido por primera vez la ansiedad de no ver a quien se deseaba. Había experimentado por primera vez el deseo de consumir sexualmente el cuerpo de alguien más. La calidez que puede dar el cuerpo humano así como lo reconfortante de sentir los labios de alguien a quien se amaba. Había sentido la felicidad de ser correspondidos así como la intensidad del amor.
Ese había sido su primer amor y era perfectamente consciente de que algún día desaparecería. Físicamente, claro está. Porque aquellos sentimientos seguirían guardando la misma intensidad. Estaba completamente seguro de que permanecerían intactos en su interior.
Se preguntaba si podría recordar con pasión y amor aquella historia. O cuántas veces entraría en conflicto con otro demonio debido a las creencias infernales de que el amor es símbolo de debilidad. Porque él sí lo entendía, y sabía que él amor podía ser también una fortaleza.
A veces pasaba las noches con aquellas alas negras estiradas, sentado en el techo de la mansión, y apreciando la luna que en ocasiones era real y puramente blanca, "¿Se apiadaría la muerte de su amor?" Sólo estaba seguro de que disfrutaría el tiempo que le quedara junto a él.
Si él tenía suerte, la humanidad consideraría la mansión Phantomhive como un patrimonio histórico en el futuro. Si tenía suerte, podría visitar aquella habitación y recordar aquellos días de antaño e inundarse una vez más en lo que quedaría del olor de su amo.
Revolcándose miserablemente en las cenizas de lo que alguna vez ardió con toda la pasión existente...
Estaría eternamente agradecido con aquellas cuatro paredes, después de todo, se lo debía.
Todo comenzó dentro de la habitación.
Así que realmente deseaba que todo terminara dentro de la habitación.
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❝Dentro de la habitación❞.-Sebaciel.
FanficLos cambios emocionales en el conde Ciel Phantomhive eran más que comunes en su adolescencia, y fue también la llave que abrió la puerta al romance. Habiéndose dado cuenta de nada más y nada menos, que sus sentimientos correspondidos hacia su mayord...