5. Rutina

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Tal como había comentado Hange, pude salir con ellos el siguiente día, simplemente me recargue en la sombra del árbol donde había estado con Fleck, tenía la piel sobre mis piernas dejando que el aire y el sol cayeran por mi piel mientras tenía los ojos cerrados, cualquiera de los soldados podría estar pensando que estoy dormida, pero simplemente quería dejar de escuchar sus gritos mientras entrenaban.


"Ni siquiera el hecho de estar afuera, me hace no escucharlos ¿por qué tienen que ser tan ruidosos? No puedo ni escuchar mis propios pensamientos". 


Abrí los ojos para poder ver el azul del cielo, hasta que alguien me impidió verlo, era el soldado de la última vez, se encontraba enfrente de mi con una sonrisa de oreja a oreja, sin decir nada se sentó a mi lado a mirar el cielo, yo simplemente me limitaba a verlo por el rabilo del ojo, volví a suspirar y cerré los ojos, lo último que quería en esos momentos era  ver a una de las personas involucradas en mi encierro.


–Dime–hablo después de estar callado por algunos segundos–¿cómo te sientes?–lo mire y alce los hombros–ya veo, sabes...si quieres, puedo ayudar–lo mire con una ceja alzada, este rió como si hubiera dicho algo gracioso y se levantó, extendió sus manos hacia mí, pero al ver que no las movía este busco mis manos y me ayudo a pararme, aún me costaba el poder caminar, después de todo, había sido todo un triunfo el poder llegar al árbol–muy bien, ahora caminaremos un poco–este comenzó a andar sin soltar mis manos alrededor del árbol y un poco más lejos, en más de una ocasión estuve a punto de caerme, pero él me sostuvo para que eso no pasara, agradecía su ayuda, de verdad, pero lo único que me molestaba era que mi piel se había quedado en el suelo y cada vez que él evitaba que cayera al piso, sentía como me olía el cabello.


"Demasiado personal, demasiado cerca...demasiado...todo"


–Vas bien, verás que caminaras dentro de poco–comentó mientras alzaba una mano para alcanzar mi cabello, me separe él tan rápido como mis piernas me lo permitieron, casi cayendo pero logrando sujetarme del trocó–bueno, es hora de que regrese a la práctica, nos vemos–antes de irse, lo mire, se veía como un pichón, que se había caído del nido, con las alas abatidas y la cabeza cerca del pecho con miedo, suspire aliviada, pero al alzar la mirada note que él enano me miraba serio, como aquella vez en la torre cuando iba bajando del techo del edificio o cuando me alimento en la jaula número dos, sentí un escalofrío y sentándome de nuevo coloque la piel sobre mi tapándome.


"En los últimos días desde que llegue a este lugar, no me ha importado el mostrar mi cabello a los demás...aunque no entiendo esa costumbre de querer agarrar el cabello de las personas, como si fuera algo completamente normal ¡no lo es!" 


Suspire al aire de nuevo pero esta vez un ruido fue seguido de este, mire hacia el bosque y de entre los arbustos apareció Fleck, sonreí mientras mis ojos se llevaban de lágrimas como si fueran un río a punto de desbordarse, esta al mirarme corrió en mi dirección y de un brinco llegó a mis brazos donde la abrace con fuerza y cariño, después de todo mi hermana había regresado a mi lado.


–Ese conejo sí que es persistente–alcé la mirada y ahí se encontraba el enano, aleje a Fleck de él por instinto, pero solamente ladeo la cabeza–supongo que un conejo no hace daño a nadie–y sin decir más se giró y camino hacia los demás que se encontraban practicando, ajenos a lo que estábamos haciendo, tal vez él no lo noto, pero para mí, esa simple frase, aquella acción, significo más de lo que se pudiera imaginar, coloque una mano  cerca de mi boca, moviendo los dedos para que dibujaran la forma de arco y finalmente incline mi cabeza para que mi cabello se extendiera enfrente de mi mostrándolo en todo su esplendor.

Alas PurpurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora