El león de Patrick se hallaba inquieto y molesto, daba vueltas a la par del hombre que no lograba conciliar el sueño. Por primera vez, Amaia no estaba en su mente, había otro par de ojos presente cuando cerraba los suyos y no tenía seguridad de si eso era mil veces peor que la mirada suplicante de su amada.
Sentía que estaba haciendo algo mal...
—Demonios —masculló, haciendo a un lado las mantas, apenas le había visto más de cinco minutos, ¿por qué pensaba tanto?—. Lo que faltaba.
Estirando las garras, Patrick paseó la mirada por la habitación en penumbras, suspirando con cansancio y levantándose, fue hasta el ventanal corredizo, salió al balcón que compartía con la oficina y la enfermería. Toda la coalición estaba ocupada, algunos durmiendo, otros merodeando por el territorio. Había paz..., y sin embargo parecía no alcanzarle nunca, todos estaban bien alimentados, con refugio y algo de dinero, las necesidades básicas cubiertas por ahora, Patrick estaba haciendo un buen trabajo, pero no podía alcanzar esa seguridad, esa confianza para rugir al cielo de una forma que no fuera un grito doloroso.
Caminó al barandal de concreto y allí miró al cielo, una media luna estaba en lo más alto. Se sentía tan... Solo. Una brisa de aire jugó con su melena casi rubia, sus sentidos detectaron movimiento a su derecha, el sonido del ventanal deslizándose erizó su piel. Pero hubo algo más que le hizo alzar la cabeza, su cuerpo tensarse. El león advirtió una esencia humana en el aire, era como la fragancia de una enredadera húmeda mezclada con el sabor de la canela, ella jamás lo sabría, por supuesto, solo un cambiante podía detectar los olores naturales de los humanos.
De reojo observó a esa mujer humana caminar hacia el barandal, tenía la mirada en el cielo, absorta en el paisaje de altura. Sus rizos oscuros se movían al son de la misma brisa que jugaba con su melena, y el delgado camisón azul se deslizaba por sus generosas curvas en una vista excepcional. De pronto, a Patrick se le secó la boca.
Gruñendo tan bajo que ella ni se daría cuenta, regresó la mirada a las copas de los árboles más allá del salón comedor. Ahora, ella le estaba observando de reojo, convencida de que no le había notado. Esto se sentía raro, y sin embargo, tan familiar a la vez, hacía tiempo que no era objeto de la curiosa mirada femenina, las leonas le consideraban como un padre cascarrabias o hasta un gran tío gruñón, básicamente... Se alejaban porque todavía quedaban resquicios de su marca sensorial que le decía a todos que una vez estuvo vinculado.
Ahora, Tanya se estiró a gusto, una suave sonrisa se formó en su rostro, era curioso su enorme entusiasmo, se veía cómoda en la coalición. Durante el día Gala le había hecho socializar con los demás, los leones y leonas le habían aceptado bien, no tenían prejuicios hacia los humanos, solo habían vivido la peor cara de los Cazadores, pero no culpaban a todos de eso.
Algunos...
—Descanse, Alfa.
Mierda, esa voz hizo que algo corriera dentro de su cuerpo sin control, fuera de sí, con el león todavía más inquieto, Patrick le vio regresar a la habitación de la enfermería.
—¿Qué demonios?
Frustrado, Patrick arañó el barandal. Esta vez, el recuerdo de Amaia no le trajo calma.
—Son hormonas —se dijo en un murmullo—. Debe ser eso.
Al regresar se fijó en el reloj sobre la mesa de noche, faltaba una hora y media para el amanecer, el sueño ya no volvería para él. Fue así que se dio un baño de agua caliente, las cicatrices de la pelea anterior se desvanecían con gran lentitud, sobre todo la del hombro, que por descuido había mojado antes de recordar que no debía hacerlo. Gall se molestaría. Saliendo de la ducha, se detuvo frente al espejo encima del lavabo, con la mano limpió la capa de vapor que lo había empañado y con cuidado se quitó el vendaje, hizo un siseo bajo cuando sintió un tirón en la piel. La carne todavía se veía expuesta y rosada en la herida, sin embargo, cuando estaba llegando al final olió sangre.
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Corazón de León [Serie Gold Pride 1]
RomanceHay un león que en las noches ruge en un poderoso clamor anunciando la herida que no deja de sangrar... Hay una mujer tan valiente como cualquier leona que tratará de sanarlo, aunque deba hacerle frente a garras y colmillos... Tras haber perdido a...