Aquella mañana me recibieron entre vítores en la redacción. La rubita lo había conseguido. La rubita que se dedicaba a viajar a zonas de guerra y recopilar testimonios de civiles, iba a entrevistar a Homelander, probablemente el hombre más famoso sobre la tierra, si es que se le podía considerar un hombre. Sin embargo aquella mañana, la rubita, o sea yo, no estaba del todo contenta. Detestaba a Homelander con cada célula de mi cuerpo, ese cerdo prepotente...
—La rubita lo ha logrado. —Dice Steve jactándose y riéndose de mí con su brazo sobre mis hombros. —¿Quién iba a imaginar que le sacarías una entrevista exclusiva al mismísimo Homelander? ¿Qué le has prometido? ¿Una mamada en algún callejón?
Aprieto mis ojos hasta notar los globos oculares haciendo presión en la parte de atrás de mi cráneo, no puedo más con este tipo y sus amigotes, no les soporto ni un minuto más. Sacudo mi cuerpo para quitarme su brazo de encima y el jefe aparece a nuestro lado.
—Dejad en paz a la chica. —Dice con su potente y autoritaria voz. —Ha demostrado valía. Y, de hecho, ha sido el propio Homelander el que ha pedido ser entrevistado por ella.
—¿Y eso por qué? —Pregunto yo algo mosca.
—Probablemente haya oído hablar de ti.
—Sí, debe ser fan tuyo. —Vuelve a meter baza Steve. —Seguro que quiere reírse de ti, rubita.
—¡Me llamo Jane, hijo de puta!
Le doy un empujón, agarro con fuerza mi carpeta y salgo de aquí. Estoy nerviosa, tanto, que me sudan las manos y la nuca. Estoy nerviosa porque de entre toda la gente que ese idiota podría haber elegido, me elegido a mí, como si supiera que le odio y quisiera eliminarme. No es que odie a todos los súpers, solo le odio a él y a ese icono de América manida y republicana que representa. Un hombre blanco, rubio y de ojos azules que se enfunda un traje con la bandera de nuestra patria... Supongo que sabéis por dónde voy. La gente de este país es tan estúpida que si mañana saliera como candidato a la presidencia probablemente arrasaría en las generales. A los americanos les importaría poco ser gobernados por un bicho raro capaz carbonizarnos a todos, lleva un traje de estrellas y rayas, y con eso es más que suficiente para ser presidente de Estados Unidos. Homelander representa todo lo que está mal en nuestra nación.
Cuando la puerta del ascensor va a cerrarse por fin, el jefe se abre hueco como puede para entrar. Se cruza de brazos y me mira fijamente, juzgándome. Tiene miedo de que la cague, y no le culpo, yo también lo tendría.
—Jane, cíñete al guión. No hagas ni una pregunta que no esté ahí escrita, ¿me has oído? Es Homelander, si algo sale mal, Vought nos hunde. Y con suerte, solo nos pasaría eso.
—Deberías haber mandado a otro a que haga el trabajo sucio.
—Ya, pero él te quiere a ti.
—Vaya... Pues si me quiere a mí, estoy segura de que entonces querrá oír mis propias preguntas.
Salgo bastante triunfal de esta pelea de gallos y del ascensor mientras el jefe berrea que no sea tan chulita, que solo soy una periodista más y que puede ponerme en la calle, pero la verdad es que saber que Homelander me quiere a mí me otorga cierto poder. Soy su capricho, y no pueden dejarme fuera... de momento.
Bien. Vale. De acuerdo. Me aferro a la carpeta mientras salgo de la redacción hacia el coche que me espera en la puerta. Un coche de cristales tintados, bien podría tratarse de un coche blindado. Y me pregunto una y otra vez por qué estoy haciendo esto. Por qué una reportera de actualidad está haciendo una entrevista de sensacionalismo, casi de espectáculo. No es lo mío. Lamer culos no es lo mío. Pero puede que Homelander no sepa eso, y por ese motivo me haya puesto en esta situación. No me lo imagino leyendo mi columna, o viendo mis reportajes. Cierro los ojos, respiro profundo y trato de tranquilizarme, porque cosas feas ocurren cuando pierdo los papeles y lo último que quiero es que este amable conductor presencie un numerito.
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The American Good Boy (Homelander) *FINALIZADA*
FanfictionJane, una periodista que cubre la acción en la calle, es la encargada de hacer la entrevista más complicada, la que todo el mundo espera, las palabras de Homelander antes de que le nombren "El orgullo de la Nación", un premio honorífico creado solo...