Capítulo 12: Aves Azules.

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Capítulo Doce: Aves Azules.    

       — ¡¿Suspendida?! — una joven Vela, de unos veintitantos, exclamó atónita. Su voz joven y enérgica sonaba estupefacta. El hombre de más edad— que estaba frente a ella sentado y con un escritorio de por medio, se mostró impávido antes su reacción y subsiguiente queja —. Pero jefe, ¡No puede suspenderme a mitad de la investigación!

         — Agente Beakley, ha estado muy estresada e inerme últimamente, y me temo que esto pueda afectar su desempeño en el caso — él contestó severo, sin mostrar preocupación alguna o interés —. Es una obligación que los agentes que han estado expuestos a experiencias de la índole a las que usted ha estado expuesta tomen un descanso y vayan al psicoterapeuta. Es parte del protocolo, usted lo sabe.

           Vela guardó silencio mientras su jefe, un policía viejo, amargado y ciertamente ajeno a lo que era el salir a trabajar en la calle, atrapar criminales, arriesgando su vida en todo momento, sin la garantía de saber si iba a volver a su casa o no, le enumerara las causas de su suspensión. Excluyéndola del caso en que había trabajado durante meses, desechándola como si nada.

       — No necesito descansar — contradijo —. He trabajado en el caso del Asesino de las Grullas estos últimos tres meses, Robinolds pudo haber tenido una coartada, pero puedo reunir nueva evidencia para la fiscalía, solo necesito que me de más tiempo.

       — Ya no hay más tiempo agente — su jefe se mostró firme. Incapaz de hacer doblar su pensamiento por mucho que Vela insistiera para evitar que la sacaran del caso —. Le sugiero que deje de contraatacar mis órdenes o me veré obligado a suspenderla por más tiempo y retirarla completamente de la investigación — advirtió. Vela se removió con impaciencia e inconformismo sobre su asiento, sin poder estarse cómoda mientras se veía obligada, por su moral y sentido común, a permanecer en silencio y no continuar disminuyendo la paciencia de su superior.

        No iba a admitirlo, por miedo a encontrarse a sí misma como responsable, pero su insaciable hambre de cumplir su trabajo en tiempo récord, sumado a su imprudencia, propia de su juventud, había ocasionado daños graves a su precinto y a sus colegas. Su incompetencia había puesto vidas en peligro, todo para lograr atrapar a un criminal que había estado jugando con ella, escapando de sus manos, burlándose de ella con su pavoneria, creyéndose de un ser de estatus superior y de una mente brillante.

        Vela se había dejado cegar por su hambre de justicia, su necedad, su falta de protocolo y tendencia a prácticas tan poco ortodoxas para lograr su cometido, sumado a la constante tentativa del Asesino de las Grullas, burlándose de ella y dañando a inocentes para sutilmente provocarla, afirmándole que era demasiado listo para ser atrapado por el BIL la habían atrapado en una obsesión. Se había descarrilado, y con ella había arrastrado a su precinto y a su compañero.

        Realmente necesitaba descansar.

        Cuando salió de la oficina de su jefe, caminó hasta su escritorio en las oficinas del Buró de Investigación de Londres, luciendo como un perro al que le habían negado su derecho de salir al parque, con la cola entre las patas y la cabeza gacha. Su desánimo brotaba más por la reprimenda que por el desconcierto que debería causarle estar fuera del BIL por unas semanas.

        Su colega, al que tan descaradamente había arriesgado sin pensar, estaba esperándola en su escritorio. Sentado en su silla, inclinado hacia el pasillo que daba a la oficina del jefe. Vela esperaba alguna mirada de descontento por su negligencia, o de triunfo porque ella estaría lejos. Pero en su lugar, se encontró con que Wingson la recibió como todos los días; cordial, amable.

         — No debes preocuparte por el caso, voy a manejarlo bien en tu ausencia y a enviarte los detalles — él le dijo, mientras ella se sentaba frente a él, en el escritorio pegado al suyo. Con cierta pereza, Vela comenzó a organizar entre las cosas que se llevaría a casa, y las que tendría que dejar para que otro agente continuará su caso en su ausencia.

Un asunto Vanderquack - VERSIÓN ESPAÑOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora