Capítulo 10: Vela y William Vanderquack.

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Capítulo Diez: Vela y William Vnaderquack.

        — ... 

        — Vela... — Mrs Beakley pronunció entre murmullos cuando vio a la recién llegada. Su voz no denotaba asombro, sin embargo, una pizca de alegría materna, una que reflejaba tranquilidad y cariño, y que solo podía ser comprendida por alguien quien ha estado lejos de su familia durante bastante tiempo pudo notarse en su tenue y discreta voz. Dewey, quien seducido por la curiosidad y las expectativas, se mantuvo callado pero pendiente de la reunión entre una madre y una hija. Estaba procesando y resguardando en silencio todos y cada uno de los segundos en su memoria. Intentando capturar en lo profundo se sus recuerdos, el momento exacto en que interactuó –indirectamente y por medio de la señora Beakley– con la madre de la chica que le gustaba.

        Oh, y hablando de ella. Estaba tiernamente parada junto a él, expectante. Luciendo un calmo, sereno, semblante mientras presenciaba en silencio a su abuela dar un par de pasos delante de ellos para hablar primero con su madre. Sólo ella y Dewey sabían de las ansiedades y emoción que tenían vislumbradas bajo sus plumas.

        Estaba absorta de que él la miraba de reojo cada cierto tiempo, con una calidez y un amor. Estaban reflejados en sus ojos.

        — ¿Qué estás haciendo aquí, Madre? — la mujer preguntó ensimismada, luciendo un asombro en su mirada y su voz. Solo un par de veces Dewey pudo notar la curvatura de su pico aflojarse al no encontrar palabras concretas que liberar. Quizás un minuto, o dos, fueron los que ella necesitó para avanzar, primero dubitativa, luego firme hasta la señora Beakley y la recién llegada familia. Ella luce tan similar a Webby! Dewey pensó exhalando, exaltado. No reparó en la pequeña mirada confundida que sus hermanos le dieron. En su lugar él la analizó rápidamente notando más allá del parecido, un aire firme que tan velozmente como corriente de un arroyo comenzó a desprenderse de ella. Lo que le daba una semejanza a su propia madre.

        — ¿Qué estamos haciendo aquí? — Beakley se movió y habló a modo de reclamo, repitiendo las palabras de su hija. Su aura cordial y calmada desapareció con la misma velocidad de un rayo, reemplazándose por una un tanto más reseca. Más exigente. Dewey sabía de buena mano cuán distante, impasible o dura era la señora Beakley como figura materna. Ocasionales eran los momentos endebles en los que ella demostraba un semblante más suave y gentil.

        Webby naturalmente era motivo y razón de estos. Ella siempre lo era.

        Poseía en su sonrisa de radiante esplendor, y en su forma de ser tan dulce como la miel todas las herramientas para hacer que cualquiera, y en especial él, se derritiera de amor por ella. Él no se quejaba de ello, le gustaba ser víctima de tan encantadora arma.

        — Vinimos tan pronto como recibimos esta carta — Beakley continuó, apaciguando su voz y mostrando su carta con preocupación a su hija. Ella se mostró prontamente dubitativa ante este cambio. No hizo falta presenciar más para que Dewey especulara cuán diferente habría sido la suerte de Vela durante su infancia a diferencia de su hija.

        — ¿Carta? — preguntó Vela, inundándose sus ojos de un brillo lleno de curiosidad y desconcierto. Dewey sintió achicarse su corazón. Su corazón conocía aquellos ojos, aquella mirada grisácea le había robado un centenar de sonrisas y suspiros en forma de una mirada azul cielo. Dewey observó a Webby con cierto ardor bajo las plumas de sus mejillas. Ella lo miró también, habiendo sentido su mirada sobre ella.

        Entonces la realización atravesó su pecho como una puñalada en su corazón. Lo que lo obligó a omitir de su pico la sonrisa que tenía para Webby, y de su pecho aquel cálido fervor y estima que sentía por ella. Había en su mente y su inconsciente un horrible sentimiento de incomodidad y mala vibra. Aquello sólo empeoró cuando en un corto e inoportuno momento la mirada de Vela, la madre de su mejor amiga, se encontró con la suya. Sólo entonces Dewey encontró en el universo a la única criatura que era capaz de hacerlo temblar de miedo además de Bentina Beakley.

Un asunto Vanderquack - VERSIÓN ESPAÑOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora