Capítulo XLVII

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05 de enero de 2018, viernes.

Jeon Jungkook.

Me encontraba en el hospital de Seúl donde me habían ofrecido un excelente trabajo que decidí aceptar a pesar de que era más peligroso ya que me encontraba en la ciudad donde todo comenzó.

Tarde o temprano vendrían por mí, habría un completo desorden, la gente se asustaría y gritaría creyendo que algo malo pasaba pero solo sería mi orden de captura.

Me sentía infeliz, estos cinco días eran monótonos, nada nuevo más que los rostros de los pacientes, me sentía cansado e inútil, incluso las enfermeras me preguntaban si me sentía bien pero a duras penas respondía.

— Bien señora Cho, ahora necesito que compre este medicamento y lo tome en las horas indicadas —Escribí en el papel para entregárselo — aquí tiene, que tenga un buen día.

—Gracias doctor, muchas gracias —La señora salió de mi consultorio.

Suspiré sentándome de golpe en mi asiento, no sabía que más hacer, me sentía como un idiota, me sentía vacío. Lo único que hacía cuando estaba desocupado era ver las fotografías de Jimin, él trató de contactarme muchas veces pero decidí no responder a ninguna de sus llamadas así que cambié de número, cerré mis redes sociales y decidí desaparecer en su vida.

Me dolía hacerle esto pero no tenía otra opción, si seguíamos en comunicación sería igual, no lo estaría protegiendo.

—Buenas tardes doctor Jeon, le traigo una invitación de parte del alcalde de la ciudad —Entró la enfermera poniendo el sobre en el escritorio.

—¿Una invitación? ¿Sabes de qué se trata? —Tomé la tarjeta y antes de leerla ella me explicó.

—Se trata de una fiesta de año nuevo, a ellos les gusta hacerla un día donde estén desocupados y al parecer mañana es ese día, el alcalde me dijo que está muy agradecido con usted y que le gustaría honrar a todos los que han hecho un gran cambio por el país.

—Eso suena muy bien —Leí la invitación viendo que era a las seis— pero no creo asistir.

—¿Por qué no? Parece algo emocionante y le van a dar algún reconocimiento por su arduo trabajo.

—No he hecho nada —Me puse de pie— las personas creen que soy un Dios pero no es así, solo hago mi trabajo y he tenido suerte en todo lo que he hecho pero si todos supieran la realidad de mi situación, nadie pensaría lo que piensan de mí.

—¿Disculpe?

—Nada, puedes retirarte, gracias por traer la invitación.

—Sigo pensando que sería buena idea ir, disfrute de las pequeñas cosas que la vida le ofrece, al final son los recuerdos que quedan y este podría ser uno importante, ¿No cree?

La enfermera salió de mi consultorio y sus palabras me dejaron muy pensativo, probablemente ella tenía mucha razón y debía darme un día donde me sintiera como un verdadero Dios, un gran hombre, alguien que fuera alabado por todos.

.........

Tailandia, Park Jimin.

Me encontraba almorzando con mis padres en el comedor familiar, ni siquiera tenía hambre, solo me encontraba viendo la comida sin probarla, mi madre estaba preocupada por mí, mi padre simplemente se había silenciado supongo que para no hacerme sentir peor.

—Jimin, cariño, debes comer algo, me preocupa mucho tu salud.

—Estoy bien mamá, ¿Puedo irme a mi habitación?

Una sonrisa llena de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora