Esa tarde, era una tarde cualquiera. Alice cerró temprano porque no tenía ánimo de hacer nada más que sentarse, tomar un café y charlar con Tyler. Sus aventuras eran entretenidas y le gustaba tener como amigo a un hombre. La perspectiva de él sobre las relaciones era muy interesante y divertida, ahora que ella no estaba involucrada claro.
Además, Tyler no escondía lo que era, eso era lo que hacía imperdonable lo sucedido con Joseph.
Sintió la presencia de alguien detrás. Una décima de segundo antes de mirarlo, sintió su aroma. ¡Maldito fuera su pensamiento que había conjurado a Joseph!
Trató de desentenderse de él, sin mirarlo. Esto no podía ser una casualidad. Las oficinas de él estaban lejos de ahí y... ¡él no le daba paso!
–Joseph –saludó educadamente intentando una vez más pasar.
–Alice –él le bloqueó el paso casi imperceptiblemente, pero lo suficiente para que, si quisiera alejarse, tuviera que echar a correr.
Ella no tenía razones para huir de él y, sin duda, no era ninguna cobarde.
–¿Necesitas algo? –preguntó con fría cortesía–. Tengo que irme.
–Tyler te espera –el tono que había empleado era extraño. No era reproche, sonaba como celos. Pero no aquellos posesivos, sino como si envidiara lo que compartían. Como... ¡qué locura!
–Sí –contestó secamente.
–Alice –pronunció con lentitud luego de aspirar rápidamente– ¿cuándo podemos hablar?
–Oh... –ella no quería hablar. Eso no. Si iba a ser como en aquel momento, no quería. Porque había habido gritos, presiones, peleas durante su matrimonio. Y ella podía hacer frente a ello. Pero hablar, solo hablar con la verdad... no. ¿Y qué tal si no lo soportaba? ¿Era capaz de revivir el dolor?
–Yo sé que no tengo derecho a revivir el pasado, Alice. ¿Sabes? No pensaba hacerlo. Quise dejarte y respetar tu decisión. Eres libre –repitió sus palabras– pero no puedo hacerlo. Así... no. Necesito saber que sucedió.
–No.
–Por favor –pidió él con una ansiedad que Alice no podía rehusar. Sabía que no debía aceptar... no podía terminar bien, pero quizá sería la última concesión que haría por el hombre que una vez había amado con locura.
–Bien, Joseph. Lo haré una... y solo una vez. sí que piensa bien lo que quieres saber y lo que responderás porque, luego de eso, lo soltaré en el pasado y no pienso recogerlo más. Nunca más.
–Es lo único que te pido. ¿Cuándo podría ser?
–Mientras más pronto... –intentó ordenar sus pensamientos, aunque sabía que, si no lo hacía ya, la ansiedad no la dejaría–. No puedo ahora mismo. ¿Podría ser más tarde?
–¿Te importaría si te recojo a las siete? –preguntó Joseph y Alice asintió. Escribió brevemente una referencia para llegar a su departamento y le entregó la tarjeta. No creía que él recordara como llegar.
Pero él recordaba perfectamente... jamás podría olvidar la última vez que la vio.
Habían firmado los papeles de su divorcio y había surgido la pregunta: ¿estás bien? Naturalmente, su respuesta había sido sencilla y seca: no. Él le tomó de la mano y la condujo hasta su auto. Los abogados los miraban extrañados y con miradas de no entender nada en absoluto. Joseph no esperaba que lo entendieran, ni ellos ni nadie podría. Su relación había cambiado, sin duda. Pero él seguía sintiendo un gran cariño por Alice. A pesar de todo, de las discusiones, siempre venía la calma... la aceptación. Ella ya no lo quería como hombre sino como amigo. Él no podía verla así, aunque intentó... ¡cómo lo intentó!
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Cuando amas a alguien
KurzgeschichtenHistoria corta, escrita hace muchos años, con un toque dramático, triste y unos leves indicios de romance.