Se miraron y solo asintieron a modo de saludo. Joseph condujo hasta un café pequeño y que les daría privacidad. Tomaron una mesa en un rincón bastante alejado.
–Alice, ¿puedes hacerlo? –preguntó Joseph sin realmente querer escuchar una respuesta.
–Sí, ya es hora –suspiró hondo.
Condujeron la conversación por asuntos no tan duros. Sus últimos meses, como marchaban sus vidas, negocios.
–Sí –concordaba Alice– la velada de Kristen fue magnífica como siempre. Tiene un gusto exquisito y se veía hermosa.
–Sí, el embarazo le ha sentado de maravilla –añadió Joseph mirando a la pared.
–¿Y ya conocen si el bebé será niño o niña?
–Una niña. Kristen no ha parado de buscar nombres y preguntarnos a toda la familia nuestra opinión –contó Joseph sonriendo ligeramente.
–Oh, seguramente será preciosa –intentó sonreír Alice.
Se sumergieron en otro silencio. Tomaron algo del café que habían ordenado, que ya se encontraba frío en sus tazas. Tras ver a la mesa, sus miradas se encontraron. Había llegado el momento.
–Alice... –susurró en voz baja Joseph– ¿qué fue lo que sucedió en mi ausencia?
Alice retiró su mirada un instante y la bajó hasta sus manos entrelazadas. Lo volvió a mirar y tras un suspiro, empezó a contarlo todo con voz carente de expresión, como si fuera un tema más.
Al tercer día de que te fueras, recibí la visita de Hannah. No, no sabía quién era, como lo sabes, y me sorprendí mucho de sus palabras. ¿Robarle a su prometido? Eso no tenía sentido. Pensé que se había equivocado, pero no.
Joseph McCallister, habían salido por varios años y estaban comprometidos. Yo te había atrapado al embarazarme... ¿cómo sabía todo eso? ¿Cómo podía expresarse así de algo tan maravilloso que nos había sucedido? ¡Solo quería destruir a mi familia!
No podía creer nada. Ella me arrojó cartas, fotos, hasta una escritura de un departamento... no miraba nada más que las fechas.
Esto no podía ser cierto. Y... tuve que saberlo.
–Ya sabes lo que dicen, Joseph –lo miró Alice– quien busca, encuentra.
Joseph intentaba asimilar cada una de sus palabras. Era lógico, Alice no habría terminado su matrimonio por un incierto. Ella se había cerciorado, había investigado cada una de las evidencias. Lo había descubierto todo.
Las fechas concordaban. Las personas coincidían, e incluso Kristen sin saberlo, me lo confirmó. No necesitaba mucho más que eso, aunque bien podía escucharte. Llamé a tu hotel y no obtuve respuesta, estabas muy ocupado que ni siquiera llamaste. ¿Estarías con alguien más?
No podía saberlo, pero siempre había escuchado rumores de ti con tu secretaria. ¡No podía ser que no conociera nada al hombre con quien me había casado!
Mi mente me estaba jugando malas pasadas. Me sentía paranoica y pensaba hablar contigo. Realmente iba a hacerlo e iba a dejar sin leer esas cartas. No pude.
El día que llegaste, había terminado de leer (no recuerdo cuantas veces) y no podía siquiera considerar el mirarte. Me habías engañado... o tal vez no.
Tú mismo me lo confirmaste días después. Había sacado el tema por casualidad, las escrituras de un departamento que compraste conjuntamente. Sí, dijiste, pensé en vivir con una ex novia, nada tan serio. Claro... ¿y la fecha? Tú no contaste con la fecha.
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Cuando amas a alguien
Short StoryHistoria corta, escrita hace muchos años, con un toque dramático, triste y unos leves indicios de romance.