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Charterhouse, el famoso internado que apareció de la nada y sorprendió a cada persona de este mundo ya que aparte de tener un excelente prestigio, un gran —Gigante— lugar de enseñanza, ser aún más estrictos que en otros internados y rebasar esta escuela pasando así a ser el mejor internado, es solo para Universitarios. ¿Quién rayos es mayor de edad y esta en un internado universitario? Pues bien, en sus tiempos yo también tuve esa duda, pero aquí les va la respuesta: los que están ahí son problemáticos y fueron lo suficientemente cabrones como para que sus papás y psicólogos los mandaran; o un juez los mandó directamente a esa cárcel, sin embargo fue porque no tienen una condena más alta de dos años.

Los guardias vigilaban, mientras rodeaban a los chicos.

— ¡Muévete!— Gritó uno de los encargados mientras empujaba a un pelinegro para que se formara atrás de los otros, para así empezar a meterse a la escuela.

Sonrío de lado al recordar a Tyler. Su rebelde cabellera negra era algo que lo caracterizaba entre las chicas. Tontas ingenuas...

— ¡Mier... ya voy!

Casualmente su voz es igual...

— Thompson, ¡No me levante la voz!

Se apellida igual...

— ¡Jode...! Me llamo Tyler.

Se llama igual...

¡¿Tyler cabellera negra Thompson?!

De la sorpresa pierdo el equilibrio y caigo de pompas al suelo, causando un quejido por mi parte. Rápidamente las linternas señalaron mi escondite, y los lindos perros rompe huesos que tenían ladraron.

Mierda.

— Será mejor que salga de su escondite.

Suspiro y me levanto con la cabeza en alto. En estos momentos soy capaz de ver mejor las caras a de cada uno de los guardias, y entre ellos logro ver al director de este internado. La fila de los chicos sigue avanzando, pero Tyler es el último. Su mirada trata de analizar mi rostro, y me quiero reír a carcajadas por su expresión de confusión.

Un hombre regordete se acerca a mí y me jala con algo de brusquedad mi capucha, dejando en evidencia mi rostro. Hubiera sonreído si no fuera por el hecho de que sé lo que pasará en unos segundos.

— Es una chica.

La expresión de Tyler y el director vale oro en estos momentos. Una sonrisa se extiende por el rostro de mi amigo, pero rápidamente la quita cuando el sonido de una cachetada llega a los oídos de todos.

Un recuerdo me golpea aún más fuerte: Isak.

— Me sorprende tanto de usted, y eso me hace enfurecer más. Ve a tu habitación y reflexiona sobre lo que hiciste, harás comunitario.— Asentí y sin rechistar me di la vuelta.

Señoras y señores, esto es un internado de alto nivel, lo mejor que encontraras y en donde explotan tu desempeño. ¿Lo malo? Hacen todo por ganar.

Esta es la primera vez que ese hombre me golpea, y me siento tan enojada... ya no permitiré que me hagan algo así. Aunque por ahora no puedo hacer nada, es el director y por supuesto que se lo acúmulo para la graduación.

Hijo de... ¡Groserías no!

(...)

Me despierto por el sonido de la puerta, alguien toca sin cesar, lo que provoca mi molestia. Anoche no pude dormir mucho, pues miles de preguntas se formularon en mi mente. Me alegré de ver al tonto de Tyler, pero tampoco quise verlo en estas circunstancias, aún menos sabiendo que a ese internado no entras por nada...

No me lo vas a creer Lia, pero te hablan en la oficina de manera urgente. Tal vez sea un error porque solo van los problemas, y bueno, tú y yo sabemos que ni siquiera hablas ¡nada como yo! Estoy muy sorprendida de la equivocación de ellos...— Y siguió hablando como un perico.

Ella es una de mis compañeras de casa, es rusa y casi no sabe inglés, ni español. A decir verdad eso es algo inaudito para los profesores, aquí debes saber muchos idiomas para la supervivencia. Yo aprendí muy fácil, pues ya dominaba algunos idiomas por las clases obligatorias en casa, pero ella... sufrió para aprender la lengua básica del instituto: Italiano, mandarín y francés. El nombre de esta rubia, casi peli blanca chica, es Aleana.

En cuanto la vi, supe que debía alejarme. No planeé tener amigas aquí, pues todas te apuñalan, pero aunque la rechace, herí y me aleje, ella resistió. Aleana y yo formamos un vínculo, uno que espero nunca desaparezca.

Ya entendí Ale. Voy.— Ella asintió y corrió a su cuarto, donde apuesto que volvió a tirarse a su cama.

Lujo que ya no me puedo dar.

Son las cinco de la mañana, y debo empezar mi día, y también el castigo que me impongan. Me pongo el uniforme —Que no es de gala— que nos hacen poner, el cual consiste en un pantalón militar, botas y una camisa blanca de mangas corta. No, no debemos ponernos gorra, ilusos.

Antes de salir, mire mi reflejo en el espejo de cuerpo completo. Mi cuerpo cambió...

Siempre me sorprendo.

Salgo de la casa y empiezo a trotar, para así calentar y prepararme para lo que viene: algo que en definitiva no me gustará para nada.

Yo era ¡Bitch! [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora