III

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Como entretenimiento para esperar al coreano, ambos chicos se colocaron a jugar uno de los videojuegos más recientes que el japonés tenía en su sala para su PlayStation 4.

― ¡Sugoi! ¡Gané!―exclamó alegre Japón alzando el puño victorioso.

«GAME OVER, Maricoelquelolea.» Apareció en letras rojas tapando la mitad de la pantalla del televisor, como si estuviera escrito con sangre.

Venezuela soltó el control de la consola y lo colocó encima de la mesa―. ¡Pft! Mi pleinstenshu no permite trampas.―escupió cruzándose de brazos. Ya se cansó de que el asiático le ganara con tanta facilidad. Estaba empezando a sospechar que era el control o que su personaje era demasiado débil.

Pero la razón nunca podría ser que él no supiera jugar o que su técnica de apretar botones a lo loco le estuviera fallando. Nunca podría ser eso.

―Eres un pésimo perdedor Vene-chan.―se mofó el japonés divertido con el berrinche del suramericano.

―Cállate. Ese personaje me jugó kikirigüiki.―frunció el ceño con molestia―. Muy yuca y todo pero es un lento de mierda.

―Te doy un consejo.―Japón tomó el hombro del tricolor con una mirada seria―. Los personajes más poderosos son los que parecen débiles. ¿Cómo crees que te vencí con el anciano que tenía un bastón?

―Consejos tan arrechos como la persona que sobrevive con un sueldo mínimo.―bromeó para luego señalarlo―. ¡Y además!... No conté con que ese mardeto viejo sacaría una espada de su bastón tipo Yoda.―murmuró el venezolano enfurruñado―. Por cierto, Corea del Sur está tardando burda ¿no crees?―cambió de tema para dejar de hablar de sus elecciones superficiales en los personajes.

El asiático echó un vistazo a su reloj de marca Rolex que yacía en su muñeca―. Tienes razón, debió haber llegado hace una hora.―comentó el japonés extrañado a la vez que sacaba su teléfono―. Voy a llamarlo para saber si se perdió o algo.―notificó levantándose del sofá.

―Dale.―alzó su pulgar.

Tan pronto Japón salió para la terraza a realizar la llamada dándole la espalda por afianzarse en el barandal, el país latinoamericano se levantó rápidamente y desconectó su control para cambiarlo con el que había estado usando.

Ahora sabría si estaba dañado o no.

Ya cuando acabó, se volvió a sentar en el sofá, pero esta vez con las piernas semi cruzadas y con ambos brazos sirviendo de almohada para su cabeza. Formando una pose de "Niño inocente" bastante mala. Vio al asiático desde el vidrio del ventanal, estaba haciendo gesticulaciones con las manos como si estuviera explicando algo o quizás regañando, en realidad no pudo pensar mucho en ello porque su atención se desvió a la brisa que hizo ondear la bufanda grisácea de Japón.

'Coño 'e la madre, me voy a congelar estas nalgas cuando salga.' Pensó con disgusto. Ya tenía puesto un suéter negro y encima de ésta se pondría una chaqueta azul que le regaló su hijo Mérida junto con una bufanda, pero igual temía que no le abrigara lo suficiente.

Bueno, como dijo algún sin oficio por ahí: "Todo es mental"; así que se mentalizaría como siempre lo hacía con su estado de salud y... Más le valía hacerlo, porque no tenía mucha ropa abrigadora.

La hilera de pensamientos de Venezuela fue interrumpida por el suspiro que dejó escapar el japonés en su regreso, cerrando un poco fuerte la puerta de la terraza.

― ¿Qué pasó?―preguntó el tricolor interesado.

―Se fue a la otra calle y entró al edificio equivocado.―contó el asiático encogiéndose de hombros, sin poder evitar la pequeña risa que salió involuntariamente de sus labios.

i don't give a fuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora