Puerta, puerta, escalera, puerta...
Escalera, pasillo, puerta, puerta...Los baldosines se confundían en una sola longitud por la velocidad a la que corría por el pequeño habitáculo.
Las quejas y malos comentarios de la gente que empujaba a mi paso, desaparecían antes de llegar a mis oídos, centrando así toda mi atención en llegar a mi objetivo.
Había sido demasiado ingenua días antes no apreciando lo que tenía.
Todo lo que había pasado desde esa noche se debía a una sola y gran causa: la cobardía.Yo que me jacto de ir de frente, de tener las cosas claras, de ser consejera del mundo... Y ahora me encuentro aquí, corriendo como si me fuera la vida en ello... Pero es que realmente me va, se me va, y pensar que después de todo, ésto sea un final, me hace no sentir los calambres en las piernas, ni la asfixia que debiera, tras haber recorrido los siete kilómetros que me separan de la puerta 490, de la planta número 2.
Quiero gritar, quiero deshacerme en medio de estas verticales y transversales que intrincan mi camino a la habitación. Sé que hundirme no es una opción ahora mismo, pero la tentación es tan grande...
Tengo que recordarme cada segundo que avanza en las agujas que al menos merece un encuentro más, que todo no puede terminar de forma tan drástica, no puede acabar con ese punto y a parte. Porque así lo considero, porque quiero poder, porque quiero llegar, porque no quiero fallar otra vez. Porque pienso en la última frase que me dijo: "¿Qué más quieres?". Y ahora sí que lo siento, porque el ruido me cegaba, porque no necesito nada, no quiero otra cosa que no sea que me siga cuidando del frío... Pero no sólo del que te hiela las entrañas, sino el que las personas crean para no sentir o cancelar las emociones, como si eso fuera posible sin explotar como lo estoy haciendo yo, aquí, frente a LA puerta.
¿Qué me queda ahora para enfrentar esto?
.........................................................................Uno, dos, tres...
Uno, dos, tres...
Coge, aguanta, suelta...Así repito el ejercicio de respiración hasta que pierdo la cuenta de las veces que lo he reproducido en tan sólo un minuto.
El recuerdo de quien se encuentra detrás de esa puerta, no hace más que aumentar mi ansiedad y destrozar mis intentos de respiración.
Pero es necesario.Tengo que hacerlo, por ella, por mí...
Uno, dos, tres...
Y ahora sí, abro la puerta, me adentro en la luminosidad artificial de la estancia acompañada por la melodía que emiten los pitidos sincronizados de las máquinas típicas en sitios así.
El pensamiento de mi aversión hacia los hospitales cruza mi mente con la misma rapidez que recuerdo la razón de mi presencia en este lugar. Y entonces abro los ojos, después de veintitrés años...
Veintitrés años de ceguera que llegan a su fin al ver a la persona más importante de mi vida tendida en una cama, con dificultades respiratorias, como deja entrever su mascarilla, los antebrazos completamente vendados, cuya causa sólo consigue que todo mi cuerpo responda en forma de escalofrío. Y por último, varios tubos introducidos en su siempre perfecta, tersa y justamente torneada piel, a través de una vía y su correspondiente aguja.Varias emociones me corroen el pecho, pero sólo el dolor encuentra salida gracias a las silenciosas lágrimas que súbitamente me inundan las mejillas.
No me atrevo a acercarme, no me considero con ese derecho después de todo...
..........................................................................Inmersa en mi lucha interna, no percibo la apertura de la puerta y al ser de luz de la familia de mi persona favorita, que entra y se petrifica al detectar mi presencia.
-¿Qué haces aquí? - entrecortada pero acusatoria, así suena su voz ahora.
No contesto, el dolor es sustituido por vergüenza. Me lo merezco, es más, prácticamente debería ser una obligación para ella el hablarme así después de todo.
-Te he... Te he preguntado algo... ¿Ni siquiera tienes los ovarios de mirarme? - exasperación: esa es la descripción de la carga de su tono.
Silencio por mi parte es lo que obtiene. Sin embargo, me giro y hago el amago de encarar a quien yo considero mi propia hermana, aunque ese sobrenombre seguramente haya cambiado fatalmente y no quede ni rastro de lo que significó.
Está demacrada. Los surcos violáceos inferiores a sus ojos se marcan proporcionalmente a la falta, antes ya notoria, de carne en sus mejillas y el escaso dibujo de sus clavículas que su camiseta deja ver. Pero aun con ese aspecto fantasmal, no pierde su innegable encanto nato.
-Hola Elena... Yo... Yo... Esto... - ni una frase, ni siquiera dos palabras que tengan sentido juntas, lo único que sale de mí se convierte al instante en llanto.
¿Qué he hecho... ? ¿Cómo he podido... ?
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Just because...(Albalia-OS)
RandomSupongo que se puede resumir en un intento de crear algo decente uniendo venazos depresivos, de rabia, de euforia o amor con el ship que más me sube el hype y la moral... (a ver qué sale de todo ésto...) No quiero sujetarlo a tiempos de publicación...