Prefacio

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Afuera aún estaba oscuro, a excepción de algunos rayos de sol que ya se colaban por las cortinas blancas, que adornaban la ventana de la pequeña habitación. Tina seguía recostada en la cama, acurrucada, se negaba a abrir los ojos. Deseaba con todas sus fuerzas que al abrirlos se encontrara en su piso en Nueva York, con su hermana en la cama contigua. Sin embargo, la realidad era otra, estaba en un lugar ajeno con el corazón roto en mil pedazos.

Sus ojos estaban hinchados por las lágrimas derramadas durante la noche, había estado guardándolas para cuando nadie pudiera verla ya que era muy doloroso para ella y tampoco quería parecer débil ante los demás. Las pocas horas que pudo conciliar el sueño no le fueron suficientes para sentirse con fuerzas de comenzar otro día, había tenido pesadillas, pero ninguna se comparaba con la real, sus lágrimas no podían reflejar ni siquiera una mínima parte de todo el dolor que en su interior sentía.

Su hermana, su única familia se había ido, y no sabía por qué había tomado esa decisión. Tenía miedo, miedo de no volver a verla, de no tener la oportunidad de disculparse por no apoyarla al tratar de protegerla.

Abrió los ojos con pesadez y se sentó, cuando su vista se acostumbró de nuevo a la luz, miró cada rincón de la habitación. La noche anterior no había puesto demasiada atención en el lugar por la profunda tristeza que sentía, pero ahora podía contemplarla con detenimiento.

La casa de Newt era pequeña, y al parecer de un sólo piso. El tapiz que cubría las paredes era de un tono café claro. A lado izquierdo de la cama se encontraba un pequeño buro con una lámpara y algunos objetos que considero eran algo impersonales. Había una chimenea de madera blanca que hacía conjunto con el color de las puertas y, frente a ésta, un pequeño sillón de color vino. Más atrás se podía ver una cocina pequeña y una mesa redonda de madera. Ahí había dos puertas por donde Newt y Jacob habían entrado la noche anterior.

Se levantó y tomó su varita para conjurar un hechizo de silencio, después de todo no quería despertar a su anfitrión. Recorrió con cautela el espacio y se percató que no había rastro de fotos familiares, aunque sí había cuadros. En todos ellos se podía observar unos hermosos paisajes. Tina no reconoció ninguno, pero pensó que probablemente se tratara de algún lugar en Inglaterra.

¿Quién lo diría? Nunca había salido del su país y ahora en el trascurso de pocos días ya había conocido dos nuevos. La realidad es que jamás tenía tiempo de hacer ese tipo de cosas como ir de vacaciones, su vida estaba concentrada en sus misiones como auror desde que se graduó de Ilvermorny.

Suspiró

Parecía equivocado pensar en sus sentimientos, en una situación como en la que se encontraba, pero no pudo evitarlo. Estar ahí, en Londres, en la casa del magizoólogo, como tantas noches soñó, abrió de nuevo la puerta de sus emociones. Esas que juró ya no existían y que intentó de todas las formas posibles erradicarlas. Todo fue en vano, por supuesto, porque volvieron a salir a flote en el momento que lo vio.

Todo había sido un malentendido, Newt no pudo viajar a América por culpa del ministerio ¡Qué tontos! creer que él era un criminal o un espía de Dumbledore, aunque no los recriminaba del todo, no hacía mucho tiempo ella había pensado lo mismo.

Volvió a la cama un poco más tranquila y abrazó la almohada, aspiró el aroma que ésta emanaba, la esencia del mago impregnaba el lugar, sus mejillas se sonrojaron y un cálido sentimiento la inundó al pensar en el lugar donde había dormido. No pudo evitar recordar lo sucedido en el ministerio, Jacob le había comentado, después de su reunión con el maestro de Hogwarts, que ella era el motivo del porqué Newt viajó a París.

De pronto se dio cuenta que no estaba sola, su hermana se había ido y tal vez no la vería pronto, pero ahí en alguna parte de esa casa había dos hombres que la querían y que también sufrían por su pérdida. Sonrió, aún con la almohada en su rostro.

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