El timbre resonó en todo el salón indicando el final de aquella tediosa jornada escolar. Damián se apresuró a guardar sus útiles y se echó la mochila al hombro con destreza. En general, le gustaba el colegio, sin embargo había algo en la voz de su anciano profesor de Historia que hacía que las horas parecieran eternas. Era imposible evitar entrecerrar los ojos por el peso del aburrimiento.
Aguardó de pie unos segundos hasta que los estudiantes terminaron de dispersarse hacia la salida. Nunca había tenido muchos amigos. Su relación con los demás era más bien formal y por elección propia, solía pasar los recreos leyendo en algún banco del patio.
Una vez en la calle, saludó con un gesto a un grupo de conocidos y se dispuso a hacer el recorrido que realizaba de lunes a viernes. Se preguntó en qué momento se había vuelto tan rutinaria su vida y como si lo hubiese invocado con sus pensamientos, algo completamente inesperado aconteció.
Un hombre de mediana edad cruzó la calle esquivando algunos coches que se habían detenido sobre la línea peatonal en el semáforo. Algo en su rostro le resultaba familiar, aunque no recordaba exactamente dónde lo había visto antes.
—¿Eres Damián Arias? —preguntó el hombre deteniéndose a unos pasos de él.
Él asintió con la cabeza preguntándose quién era aquella persona y cómo podía conocer su nombre.
—Soy Guillermo y creo que podría ser tu padre —agregó mordiéndose levemente el labio inferior, un gesto que Damián también solía hacer cuando se sentía incómodo o estaba nervioso.
Él nunca había conocido a su progenitor y su madre siempre se había mostrado evasiva con ese tema. Estaba completamente paralizado y en su mente se arremolinaban un centenar de preguntas que no se atrevió a formular en voz alta. ¿Ese hombre sería su verdadero padre? ¿Por qué habría esperado tanto para conocerlo? ¿Por qué lo habría abandonado? ¿Por qué su madre nunca habló de él?
—Tu madre me dejó cuando estaba embarazada. En ese momento éramos jóvenes y yo no tenía trabajo. Supongo que pensó que yo no sería más que una carga para ella. La llamé unos meses después, pero me dijo que habías muerto y que no volviera a llamar. Lamentablemente, no dudé de su palabra. Hace algunas semanas la busqué en Facebook como "Lucía Arias" y fue entonces cuando vi tus fotos y descubrí que estabas vivo. Gracias al uniforme pude averiguar a qué escuela ibas y he estado buscando el momento adecuado para poder conocerte —dijo. Hablaba rápidamente con la mirada fija en sus zapatos de gamuza.
—Lucía es mi madre —confirmó, intentando buscar similitudes en el rostro de quien supuestamente era su padre. Tenía los ojos color avellana y el cabello castaño desordenado igual que él, pero Damián había heredado las facciones de su madre.
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Antología helada✔️
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