Día 1: Baile

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La noche pasaba de lo más tranquila; todas las noches eran tranquilas y monótonas a diferencia de unas semanas atrás donde la preocupación de detener el Armageddon era la principal razón de padecer insomnio. Llegaba a sentirse extraña y surreal tanta paz.

Aziraphale terminaba de empacar algunos libros en grandes cajas. Miró a su alrededor durante unos segundos, la librería estaba completamente vacía ahora. Los estantes, los muebles, el lugar, era un paisaje desolador, sinceramente. Se sintió abrumado ante el gran cambio que estaba a punto de vivir, no era nada comparado con lo que pudo haber pasado en el Armageddon, pero ningún cambio pasaba sin ser percibido, ¿cierto? Sería darle un nuevo rumbo a su vida, uno más interesante y estimulante, más brillante.

—¿Qué sucede, ángel?

Crowley lo sacó de sus pensamientos repentinamente. Había olvidado por completo que estaba ahí, sin embargo, con solo escuchar aquella voz se sintió tranquilo de nuevo, sus inseguridades y miedos desaparecieron, no estaba solo, nunca lo estaría ahora.

—Solo observaba el lugar un segundo—. Miró al demonio con una sonrisa apenas susceptible. Cerró la caja y fue hasta donde él—. Se siente tan poco acogedor ahora.

—Siempre puedes hacer que aparezca a donde iremos —Crowley servía vino en un par de copas. Le ofreció una a Aziraphale y el se sentó en el sillón de costumbre, probablemente extrañaría el lugar.

—Está bien que tengamos un poco de más libertad ahora —respondió, agarrando con una mano la copa que le estaban ofreciendo y en seguida se sentó en la silla cerca de su escritorio—, pero estoy seguro que si aparece un edificio de tres pisos al lado de una pequeña cabaña llamará completamente la atención.

Y no solo de los humanos, por supuesto que no, simplemente se imaginaba a Gabriel bajando, junto con los demás arcángeles y ahora las notas fuertemente redactadas serían un aviso verbal latente. Miró de nuevo alrededor, sería difícil decir adiós a ese lugar en dónde pasó gran parte de su vida terrenal, ya era difícil verlo tan vacío y sin libros, no se imaginaba durante la mañana siguiente.

Crowley comprendía que era complicado para el ángel abandonar el lugar, a él le costó solo un poco convencerlo de irse por fin a un lugar para ellos, a su propio lugar. Dónde simplemente podrían ser ellos mismo, sin molestas apariciones de algún bando, no prometía que estarían completamente seguros de esas visitas, pero por lo menos tendrían la oportunidad de huir y ser invisibles durante un tiempo.

El demonio se levantó de su asiento cumpliendo un pequeño capricho porque de lejos estaba ser un milagro demoniaco. Una tenue melodía se escuchaba en todo el lugar, llegando a crear un increíble eco, como si se tratara de un salón de eventos, aquellos donde burócratas y altos mandatarios les gustaría perder tiempo y dinero solo para demostrar quien tiene más. La ahora solitaria librería se prestaba para eso, un lujoso salón.

—Bueno, esperaba escuchar a Schubert —dijo, acercándose a un confundido Aziraphale—, pero Liszt no es una mala selección.

Sonrió complacido por la selección musical de aquella noche. Extendió su mano izquierda en dirección al rubio, invitándolo a levantarse y con un poco de duda, aceptó. Aunque a Aziraphale le tomó unos cuantos segundos comprender lo que quería el demonio. Crowley lo guio hasta el centro de la librería, sonriendo con cierta malicia de quien está a punto de hacer una travesura. Con un tirón hizo que Aziraphale estuviera frente a él; llevó su mano izquierda al costado derecho contrario, con su derecha agarró la mano izquierda del rubio y adquirieron aquella pose distintiva de baile.

—No creo que Liszt compusiera música especialmente de baile, Crowley —Aziraphale mentiría si no aceptara estar nervioso, tener al pelirrojo tan cerca de él y a nada de seguramente cometer una travesura lo hacia sentir de esa manera.

—Vamos, ángel, toda la música se hizo para bailar —animó al rubio, ¿qué podría salir mal?

—Me veo en la necesidad de anunciar que los ángeles no pueden bailar.

—Y nosotros ni de chiste somos expertos.

Tan pronto como Crowley encontró alguna clase de ritmo, y a lo que en sus años de experiencia consideró vals, fue guiando a Aziraphale. Pasos lentos, uno al frente, otro al lado y junta los pies.

—¿Lo ves? No es complicado, solo sígueme —pronunció, seguro de sí mismo. Ahora dando la misma combinación de pasos, pero hacia atrás.

Aziraphale hizo lo que pudo para no seguir pisando a Crowley, más de lo que unos cuatro tiempos después le permitían. Se sentía ahora más avergonzado con él, ¿por qué no simplemente hacía un pequeño milagro y cambiaba a un poco de Gavotte? ¿Cómo podía seguir con eso? No podía siquiera mirar al pelirrojo a los ojos, debía estar atento a los pasos. Bailar era difícil.

—Son tres piezas de Liebesträum, ángel —recordó Crowley repentinamente—. Aún tenemos tiempo y toda una noche para que aprendas.

La amenaza se cumplió. Sinceramente Aziraphale no supo en que momento exacto de la noche encontró el ritmo, pero una vez que comprendió la delicadeza de los pasos y la sutileza de la melodía se dejó llevar.

Uno, dos, tres. Uno, dos, tres. Liebesträum se repitió durante horas, las tres composiciones, cada una con su ritmo particular. Recorrieron toda la planta baja, bailando.

Ángel y Demonio, danzaron hasta casi el amanecer, cada uno complacido con la compañía del otro, encantados con los pasos, las sonrisas y las risas. El momento final de la parte tres exigía que todo fuera lento, cada vez más. Crowley fue acercando cada vez más el cuerpo de Aziraphale y el piano de la melodía se fue desvaneciendo, dando las últimas notas y Crowley prácticamente abrazaba al ángel.

Silencio.

El fonógrafo terminó de repetir las melodías y Crowley terminó por acortar toda la distancia entre sus rostros, depositando un gentil beso en la frente de Aziraphale.

A la mañana siguiente, después que los chicos de mudanzas terminaran por sacar todas las cajas repletas de libros, los muebles y alguna que otra cosa olvidada del lugar, Aziraphale se tomó su tiempo observando finalmente su librería completamente vacía, sin estantes, sin muebles ni libros, solo el fonógrafo en medio de todo el edificio.

—Ángel, ¿te llevo? —Crowley se asomó por la puerta, interrumpiendo el momento de Aziraphale.

El rubio miró en la dirección donde provenía aquella voz. Sonrió, miró atrás por última vez y avanzó en dirección a la puerta. Un largo camino a una cabaña al sur los esperaba.

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¡Finalmente salí de hiatus!, ¿y qué más hermoso que con esta preciosa OTP? Realmente debería publicar ahora el día 2, pero ese seguramente más tarde.

Me tomé un tiempo en elegir la canción, creo que fue lo más complicado de esto. No sé cuánto me va durar el encanto del Fictober, pero haré todo lo posible por terminar el més apropiadamente, ¡lo prometo!

Bien... ¿Críticas? ¿Sugerencias? ¿Reclamo? ¿Aclaración? ¡Todo es bien recibido! ¡Espero que les gustara y gracias por darle una oportunidad! ¡Nos leemos! :D

LiebesträumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora