Del amor al parto

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Nuestra boda estuvo llena de alegría y regalos, nuestros familiares podían sentir el aura de amor que nos rodeaba. Un momento que quedara grabado en mi memoria hasta el fin de los tiempos.

Para la luna de miel fuimos a las montañas, un viaje poco común, pero ambos preferíamos el clima frío, acampamos y disfrutamos nuestras pequeñas vacaciones.

El lugar de campamento de aquel paradisiaco lugar (al menos para nosotros) estaba compuesto por pequeñas cabañas distribuidas cerca del pie de la montaña, el interior contaba con una pequeña cocina, un baño y un dormitorio. 

Estuvimos ahí por casi dos semanas, y en nuestro ultimo día no pudimos evitar sentir nostalgia por todo lo que habíamos pasado para llegar a ese  momento. Alice se sentó en la cama de sabanas azules, me miro y extendió sus bazos diciendome que necesitaba un abrazo, le sonreí y no lo pensé dos veces, me acerque a ella y la besé. Los besos de Alice, siempre tan cálidos y suaves, la mire a los ojos, podía ver su alma, tan pacifica como siempre. Una cosa llevo a la otra y bueno...paso lo que tenía que pasar.

A dos meses de haber terminado el viaje, note algo distinto en Alice, nunca fue buena ocultando sus nervios, sabía que algo no estaba bien. Entonces Alice me lo dijo:

- Tenemos que hablar, hay algo que quiero contarte.- Esas palabras me pusieron inquieto. 

- Estoy embarazada- Lo dijo en un tono nervioso y preocupado.

Mi mundo se detuvo por un minuto, al menos hasta que pudiera digerir la noticia. ¡Iba a ser papá!. Mi mente comenzó a llenarse de preguntas como: ¿estoy listo?, ¿seré buen padre?, ¿es muy pronto? Y el temor me asfixiaba.

Alice simplemente permanecía en silencio, pero pude notar que el mismo temor que sentía yo lo sentía ella, quise devolverle las palabras que ella me dijo el día que conocí a sus padres, le dije que todo estaría bien.

Al día siguiente ya no sentía el temor, si no que emoción, abriría una nueva etapa en mi vida, y no estaría solo, pues Alice estaría conmigo.

Los meses fueron pasando, y bueno, tuve que pasar por los antojos, los nervios y el acondicionamiento de la casa para recibir al bebé. Alice y yo ubicamos la cuna del bebe en nuestra habitación, así podríamos estar más cerca y al pendiente de cualquier cosa que pudiera pasar.

Una noche, pasados ya ocho meses, Alice grito mi nombre.

-¡Oscar, ayuda!- Seguido de gritos de dolor. Como me encontraba hasta el otro lado de la casa, aún no se como logre llegar a ella más rápido que un maratonista experimentado, creo que a eso se refieren con instinto paterno. Rápidamente subí a Alice al carro, al parecer eran contracciones, conduje al hospital más cercano igual que Toretto en "Fast and Furious".

Llegando al hospital una enfermera nos vio cruzar la puerta, tomó una silla de ruedas, sentó a Alice y movilizó a todos los que estaban cerca. Yo no sabía que hacer, estaba mortificado, frío y pálido, sentía como toda la sangre se me iba a los pies, y mejor llame a los padres de Alice.

Pasada casi una hora,los padres de Alice llegaron, y la enfermera se me acercó diciéndome que el parto se estaba complicando, pero que no tenía por qué preocuparme, en ese momento me sentí impotente e inútil.

Alice dio a luz, fue un parto prematuro, el bebé era una niña, y tuvieron que llevarla a la zona de incubadoras. Eso me tranquilizo, aunque no del todo, podía sentir que algo no encajaba por completo.

 Los sonidos de los equipos que monitoreaban el corazón de Alice no tardaron en taladrarme los oídos con sus molestos sonidos. Los agudos tonos de las maquinas llegaban a mi cerebro, podía sentir como lo atravesaban como pequeños cuchillos.Veía como cada vez más enfermeros entraban a la sala de parto, mi vista se nubló, estaba temblando más que antes,los padres de Alice lo notaron, trataron de tranquilizarme, pero fue ínutil, entre todo ese caos sonoro hubo algo que le dio la estocada final a mi  corazón, un sonido largo y agudo me atravesó por completo, solo podía significar una cosa.Alice había muerto.

El buen padreWhere stories live. Discover now