El Paciente de la habitacion 909

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Somos unos monstruos. Olvidamos a los más viejos, les convertimos en estorbos y los desechamos como al papel usado; eso sin duda es el síntoma más fuerte de una grave enfermedad llamada "Indolencia"...Nadie merece estar muerto en vida

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EL PACIENTE

DE LA

HABITACION 909

Estas cuatro blancas paredes han sido el único paisaje que he podido observar por estos largos meses disfrazados de años....

Mis ojos han olvidado la magnificencia de una montaña, la inagotable eternidad de un cielo estrellado,  la sensación de libertad que producen las alturas en mi cuerpo y alma.... He olvidado la calidez que se haya en un abrazo, las dulces palabras de aliento.... Todo lo he olvidado.... Ahora son solo palabras sin sentido alguno de un irónico pasado lejano y luminoso, un pasado que me sorprende fuese mío....

Esta dura enfermedad ha consumido mi cuerpo dejando solo mi piel y huesos a la intemperie del implacable clima, borrando la forma física, fuerte y alegre que alguna vez me pareció tener; ahora no hay más que una figura sepulcral de ojos turbios sin luz alguna...

Tal me parece que he muerto en vida, olvidado por los que creí me amaban, olvidado en estas cuatro paredes, visitado solamente por la enfermera de turno.

¿Acaso esta era la forma adecuadamente karmica de terminar mi vida? ¿Qué tipo de pecado había cometido para pagar de esta forma?... aferrarme a un dios (cualquier dios) había sido mi idea más fuerte en las últimas semanas, por lo menos tendría algo en que creer, algún tipo de edén, paraíso, utopía o nirvana en el cual creer me esperarían. Que deprimente me resultaba esto, negándome en toda una vida de la existencia de un dios y justo ahora ver como última opción aferrarme a uno de ellos, hablarle a algún ente imaginario y creer que podía escuchar mis plegarias y no desecharlas como un spam más en su zona.

Solía escuchar a las enfermeras cotillear entre sí de los pacientes y por casualidades amargas les había escuchado referirse a mí, el paciente del 909, el abandonado de la habitación del pánico (la habitación en la que estaba era conocida así por ser un lugar sin entrada de luz natural –sin ventana). Al parecer según ellas moriría y nadie se tomaría la molestia de llorarme y seria puesto en una tumba que pasaría desapercibida por el resto de la eternidad....

¿Y saben? Ellas no están tan alejadas de la realidad que me envuelve. A estas alturas mantener la esperanza de que me recuerden sería absurdo...

Fue una extraña mañana de mayo que las cosas comenzaron a cambiar, por alguna razón la habitación 909 había sido trasladada a una nueva en el mismo piso con el mismo número; la conocida "Habitación del pánico" pasaba a convertirse en bodega de medicamentos, sin duda una señal del destino, o por lo menos eso pensaba yo.

La habitación nueva tenía un enorme ventanal al lado izquierdo y de nuevo después de tanto tiempo mis ojos se deleitaron con la magnificencia citadina y natural envueltas en una hermosa sinfonía. De nuevo pude observar las montañas, los pliegues en el cielo, las nubes esponjosas, el azul profundo de un bello cielo, los edificios que se alzaban sobre las calles, luces, sonidos.... Por fin había vida, movimiento, ritmo en un paisaje alucinante...

Llore.... Sin duda llore como nunca lo he hecho, llore con alegría, con amor, con alivio... ahora tendría un paisaje que admirar y no solo las mismas cuatro paredes blancas que me celaron por tanto tiempo.

¿A cuál de todos los dioses tenía que agradecerle esta maravilla?

Fuese al que fuese mi alma le estaría en pleno gozo y agradecimiento, le había otorgado a este pobre viejo un poco de gozo, alivio... paz... de esa que difícilmente se encuentra en el camino.

Y aquel cambio no había terminado,  una mañana el hermoso sonido de un violín atravesó mi cuerpo con tanta fuerza que sorprendió a mi corazón débil y le dio tres vueltas en completo gozo. Era sin duda la melodía más hermosa que había escuchado en décadas, la maravilla auditiva que completo el paisaje frente a mis cansados ojos.  Y dicho cantar del violín se convirtió en un regalo matutino que llegaba con cada amanecer, fuese quien fuese el que interpretase tan bellas melodías deseaba agradecérselo, por darle a este viejo la felicidad que sus conocidos no supieron brindar, aquellos que una vez mi cuerpo comenzó a fallar me hicieron a un lado como un trapo sucio, como objeto obsoleto que debe arrumarse en la caja de cosas por desechar; resulta triste pero así es la vida de un viejo.

Una vez pude le hice llegar una nota a la persona que interpretaba el violín en las mañanas, una que por semanas mantuvo mis oídos fascinados y llenos de júbilo, algo que nadie me había otorgado en tanto tiempo de aislamiento.

Esta mañana desperté rodeado de flores, aromas maravillosos provenientes de ellas inundaban mi habitación iluminada por la luz matutina de un amanecer radiante, alguien al parecer se había apiadado de mí otorgándome este regalo, alguien que solía regalarme sus melodías también en las mañanas interpretadas por un violín. En esta hermosa mañana de septiembre por fin pude conocer a la chica que tocaba el violín y hacia palpitar mi  corazón en gozo.

La chiquilla de no más quince años era lo más parecido a un Ángel que había podido concebir, prueba de ello –además de las melodías que interpretaba- eran aquellos ojos azulados como aquel cielo que amaba tanto y aquella sonrisa radiante que jamás hubiese imaginado poder presenciar.

Al parecer había recibido mi mensaje y no tardo en acudir a mi morada a honrarme con su presencia y de nuevo llore, llore en completo jubilo y alegría y sentí de nuevo lo que es un abrazo, sin duda la medicina más potente en toda la existencia.

Esta fue la primera y única visita que este viejo había tenido en tres años de agónica soledad y abandono.... Este fue el mejor día de mi vida, fui tocado por un Ángel que sin conocerme me otorgo lo que mis conocidos no habían podido darme: comprensión y amor, amor despreocupado y noble.

Una vez aquel Ángel desapareció sentí que había llegado el momento, la melodía sonaba al fondo como una marcha de bienvenida a un lugar mejor y poco a poco fui acudiendo a un llamado que había esperado por años... por fin me sentía feliz...

***

-el paciente de la habitación 909 murió tranquilamente a sus 80 años, a pesar del aviso de su muerte ningún familiar apareció, la única persona que apareció para otorgarle unas dignas exequias fue una joven de 15 años que le había visitado el mismo día del deceso, la familia de la joven se hizo cargo de los últimos asuntos mortales del paciente-

El libro del Espejo Roto ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora