Parte VIII: Otra aventura acaba bien

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Volví a despertarme una vez más, fuera de la cueva, por un momento.

Me sentía fatal.

No podía moverme, me pesaba todo mi cuerpo y los únicos sentidos que estaban activos son el oído y la vista. Estaba tumbada boca abajo en la palma de una mano. No sé de quién era.

Había anochecido. Levanté un poco la cabeza y vi a Eweleïn sentada delante de un equipo de alquimia. Esta miró a mis compañeras y luego les preguntó—: ¿Por qué habéis tardado tanto? ¡Lleváis toda la tarde en la gruta!

—¿Toda la tarde...?

A partir de aquí era un borrón. No oía ni veía a mis compañeras, solo que me apagaba poco a poco, hasta que una luz blanca me inundo y me trasmitió paz y calidez.
Por segunda vez, la oscuridad me envolvió en sus brazos.


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Me desperté en la cama de la enfermería y miré por la sala en busca si había alguien conmigo en la cámara, pero no vi a nadie. Me senté en el borde de la cama, me puse de pie y luego me contemplé de abajo a arriba.

«Volví a ser la misma de siempre», me dije para mí misma y sonreí.

—¿Qué haces levantada? —me preguntó Eweleïn detrás mí, mientras yo di un respingo al oír su voz.

—¡Ah, eres tú, Eweleïn! —proseguí—: Te voy a poner unos cascabeles para no asustarnos.

—Ni que fuera una Okanya —dijo y lo tomo bien la broma que le propuse, porque sonrió y ella continúo con la broma—: aunque no es mala idea así se darán cuenta que soy yo y no un fantasma...

Las dos soltamos una carcajada.

—Bueno dejemos las bromas aparte y vamos al terreno de la salud. Veo que estás bien, ¿estás cansada?

—No, estoy llena de vitalidad, estoy como una rosa.

Ambas sonreímos pero, en ese instante, alguien llamó a la puerta.

Es Shana.

—Sarys... —Ella corrió hacia a mí y me envolvió con un abrazo de oso, mientras que yo también la recibí en ese abrazo—. ¡Me alegro de verte bien, Sarys! Nos has tenido preocupadas, porque has dormido todo un día.

—¿Un día?

—Necesitabas descansar —intervino Eweleïn—. Tu cuerpo lo necesitaba.

—Bueno pasaba por aquí a ver como estaba, antes de ir a las grandes puertas a recibir a mi jefe.

—¿Viene Nevra? ¿También viene Ezarel con él?

— No, solo Nevra

—¿Vamos a recibirle?

—Si... —La cogí de la mano y nos fuimos de la sala antes de que Eweleïn nos detuviera.

—Esperad, chicas... ¡Ay, qué juventud es esta! —la oí exclamar a Eweleïn en voz baja y soltó un suspiro a la vez, mientras que nosotras salíamos deprisa de su despacho de la enfermería. A continuación nos dirigimos a las afueras del cuartel general a recibir al jefe de la Guardia Sombra, Nevra.

En el camino, nos encontramos con mis compañeras que me habían acompañado en la última misión. Todas al verme, se alegraron de que estuviera bien y me abrazaron en un abrazo de oso.

Al llegar a las grandes puertas, nos quedamos heladas al ver la escena: Nevra estaba abrazado y coqueteando con una guardiana de la Guardia Obsidiana.

Mi pequeño accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora