Mi esposa deseaba con todo el alma tener hijos, pero siempre terminaba perdiéndolos a los pocos meses del embarazo. Aún así insistía en embarazarse de nuevo, una y otra vez.
Yo nunca entendí su obsesión, hasta hoy. Encontré un cuantioso cheque en su correo, junto a una nota a mano que decía: "el último era exquisito, este es el adelanto por el siguiente, nos encanta tu producto, la carne es muy suave, y muy tierna".