El gen salvaje: Paciente cero

La zona roja

El gen salvaje:

Paciente cero

Capítulo trece

La zona roja

-¿Debby ? ¿Qué haces aquí? - Uriah apareció dando vuelta en un corredor a mi derecha.

Seguramente era su turno de hacer las rondas.

¡Que suerte la mía! Tenía que ser él precisamente el que me encontrara temblando muerta de frío afuera de mi cuarto.

-¿Qué haces sentada en el piso? ¿Esta es tu habitación? - preguntó señalando mi puerta.

-Sí - dije y también asentí con la cabeza. En cuanto a lo que hacia sentada en el piso,púes... - No puedo dormir,tengo mucho frío - le respondió tiritando, mientras abrazo mis piernas frotando las manos contra mis brazos para conseguir un poco de calor.

-Esto sí es toda una contradicción - dijo,sentándose a mi lado -,normalmente los que seguimos aquí de este lado,sufrimos de calor.

-Es por el aire acondicionado, sí tan solo pudiera apagarse - protesté.

-Sabés que eso es imposible,en un laboratorio se debe mantener una baja temperatura constante.

-Lo sé - solté con impotencia, odiaba que tuviera razón. El frío mantiene al margen a los virus y a la bacterias.

-¿Puedo? - extendió uno de sus brazos hacia mí.

-¿Qué? - me aparté de él un tanto alarmada. ¿Qué es lo que pretendía hacer?

-La manera más rápida de entrar en calor es con dos cuerpos en fricción... Piel con piel.

Sí...

No...

Tal vez esa no era la manera más rápida, puesto que al oír su pretensión, mis mejillas comenzaron a entrar en calor. Sentí como poco a poco se me iban tiñendo de rojo.

Debió darse cuenta de mi perturbación porque inmediatamente agregó:

-Solo pretendo abrazarte, no pienses mal.

¿Un abrazo...?

¿Solo me quiere abrazar?

Un abrazo no lastima a nadie ¿verdad?

Sonrió con timidez cuando me acerque a él.

No sabía exactamente que esperar de su abrazo, pero definitivamente no era esto.

Su abrazo resultó ser cálido y reconfortante,creí que cuando me abrazara sentiría ese hormigueo que suele provocar en mí la cercanía de P0. Pero su abrazo lo sentí diferente, era fraternal, como los abrazos que solía darme mi hermano.

-Me alegra mucho que sigas siendo tú - susurró junto a mí oído mientras me apretaba un poco más contra su costado.

Su mano derecha generaba fricción sobre la piel desnuda de mi brazo, se sentía muy bien ir entrando poco a poco en calor.