El incinerador

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El gen salvaje:

Paciente Cero:

Capítulo catorce

El incinerador

En estos últimos cuatro meses,eran cada vez más frecuentes las situaciones peligrosas que teníamos que enfrentar,sin esperanza alguna de que alguien nos viniera a rescatar.

Todo había ocurrido tan rápido, que en cuestión de segundos ya estábamos corriendo por nuestras vidas otra vez.

La criatura tenía una fuerza descomunal, tal vez por el hecho de que se acababa de transformar. Cuando se deshizo de Uriah de una sola patada, la fuerza que empleó para zafarse de el  enfermero,nos envió al suelo a los dos en una maraña de cuerpos, el dolor provocado por un codazo en mi quijada fue la causa de que aflojara mi agarre y la criatura se soltara.

Quería pensar que su instinto maternal era lo que la hacia aporrear la puerta del cuarto de Yamal. De no ser porque una de las tres personas que estaban allí encerradas me pertenecía, no me hubiera importado si la derribaba.

—¡Hey! ¡Por acá, por acá! — Uriah comenzó a gritar para llamar su atención, lo que logró muy fácilmente, echó a correr en cuanto la criatura se olvidó de la puerta y se abalanzó sobre él.

Yo hice lo mismo solo que en dirección contraria, el enfermero tendría que apañárselas solo por esta vez,alguien tenía que activar la alarma para avisar a las otras áreas que una criatura andaba suelta. Y a mí me quedaba más cerca la alarma. Claro que al activar las alarmas se bloquearían las puertas de acceso al área roja,encerrándonos a nosotros junto con la cosa esa.

En cuanto la alarma comenzara a sonar,el ruido atraería a la criatura en mi dirección. Solo esperaba que Uriah hubiera encontrado un buen agujero donde esconderse. Tenía que darme prisa para acabar con esto,no podía dejar a Debby y a Paulette mucho tiempo en esa habitación.

Dicho y hecho. Quince largos minutos después la vi aparecer al fondo del corredor. Reparé en ella de inmediato, al verla acercándose tranquilamente como actúa un depredador al tener acorralada a su presa. Lo que ella no sabía, es que la presa no era yo.

Ella también me miró, con esos ojos que me recordaban a los míos, sus largas garras se abrían y cerraban como si estuviera jugando conmigo, como si estuviera tratando de asustarme con ese movimiento constante. Su boca estaba desgarrada por sus propios y largos colmillos, y cuando creí que estaba lista para echar a correr en mi dirección, se detuvo abruptamente olfateando el aire justo en la bifurcación.

Maldije. Y volví a maldecir con todas mis fuerzas,al escuchar ese gruñido que no iba dirigido a mí.

Dejé de respirar en cuanto escuché esa voz:

—¡Corre! ¡Corre! ¡Corre!

Y todo mi cuerpo tembló de miedo,cuando en lugar de venir corriendo hacia mí, torció en el pasillo a su derecha y fue tras ellas.

—¡No no no no no no no! — exclamé, no sin antes salir disparado en su dirección. Todas mis esperanzas se esfumaron cuando miré a Debby y Paulette siendo perseguidas y separadas en aquel corredor.

El gen salvaje: Paciente ceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora