La pelea callejera más rara de mi vida

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Hasta donde hemos llegado, ahora resulta que mi amigo Leo va contando mi historia por ahí como si fuera un chiste. Mira por muy entretenida que te parezca te advierto que te tomes esta historia como eso, una historia, por que si en tu gran ignorancia descubrieses la veracidad de esta historia... Mira mejor empezamos, me llamo Logan Henderson y os contaré la verdadera historia de como acabé en una espiral tan fantástica que ni yo me la llego a creer a veces, y en serio, preferiría que fuese solo eso, fantasía.  

Era un día normal en Nueva York. Yo venía del instituto e iba caminando por la acera, sin para de admirar los edificios. Siempre que puedo evito volver por el mismo camino a mi casa, ya que así puedo ver más de esta ciudad, desde los rascacielos acristalaros, hasta los edificios de apartamentos que por muy antiguos que parezcan tienen su encanto, sin dejar de lado las tiendas y restaurantes. Además lo mejor de esta ciudad es sin duda su clima frío. Siempre que puedo, llevo mi chaqueta de cuero y mis pantalones negros, para abrigarme e ir genial. 

Ese día volvía por la 16ª avenida mientras iba escuchando música para ir a descansar a mi casa. Pero con mi suerte no podía ser tan fácil. Di unos pasos cruzando la calle hasta que de golpe me detuve al escuchar un grito tan agudo que aun con auriculares me estremeció. Obviamente eso significaba problemas y como ya os daréis cuenta, tengo un imán para ellos. Lo más extraño era que a mí al rededor nadie pareció reparar en el grito, o quizás fuera que a nadie le importara, fuese como fuese di la vuelta y me fui corriendo a la procedencia del grito.

Cuando llegué al lugar que me pareció más cercano al grito no había nada, aparte de peatones y una pequeña obertura en la pared me fijé en qué era bastante estrecha, per suficiente para una persona de mi complexión. Avancé unos metros y al final había una pequeña obertura a un cuadrado de más o menos 4x4, que sin duda era la trastienda de por lo menos 2 restaurantes chinos.  Cuando entré en el cuadrado entre los edificios... fue peor de lo que me había imaginado.

Un grupo de cuatro hombres, vestidos como morteros de los 90a, es decir, de cuero hasta los talones con bordados de "Los Diablos", con gafas de sol y... peinados bastante... variados por decir de alguna forma, estaban agrediendo a una mujer, de por lo menos 34-35 años, que... me sonaba de algo, pero ahora no había tiempo de presentaciones. La mujer con lágrimas en los ojos y varios signos de contusiones me miró aterrada, pero por alguna razón, ese terror... era como si fuera por mi presencia, y no por los cuatro capullos que tenía delante.

Me acerqué al grupo, me puse la mano en la boca e hice un gran silbido, como si de una Jauría de perros se tratara, estos rápidamente se giraron, bien parece que aparte de tener el mismo sentido de la moda que un perro también tienen el cerebro. La mujer con la cara ensangrentada me lanzó un grito con lo que parecía su último aliento.

- ¡Hulle!

- No, no te voy a dejar con estos monstruos

Sí, ya sé que era una estupidez, que eran cuatro contra uno, pero vosotros nunca habéis sentido la rabia que me dio ver aquella escena, ni el odio que sentí hacia aquellos tipos por ser tan despreciables como para hacerle eso a alguien, y menos aun a aquella mujer, que ni siquiera se por que le tenía algo de aprecio o cariño. En ese momento solo pensaba en acabar con ellos.

Entonces uno de los motoristas, un flacucho de dos metros, con el pelo corto rúbio,  y con graves problemas de higiene bucal se me acerco y dijo:

- Mira mocoso ahora estamos un poco ocupados, si te largas y no dices nada prometo no hacert...

Justo antes de que pudiera acabar de hablar, le di una patada en el tobillo seguido de un empujón al suelo y mientras le tenía cogido el brazo a modo de una llave de judo para inmovilizarlo, Levanté la mirada y les dije a los tres hombres restantes con cara desafiante y haciéndoles un gesto con la mano

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