PRÓLOGO (I'm still here)

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Corría lo mas rápido que podía, me faltaba el aliento y llevaba una carga demasiado pesada; solté lo que llevaba al hombro, y resguarde entre mis brazos el cuadernillo; no mire atrás ni un instante, tenía que llegar lo mas rápido que pudiera, la vida de la persona mas importante en mi vida corría peligro y yo no sobreviviría si algo así le ocurriera a alguien por mi culpa, mi maldita culpa.

Yo subía, subía y seguía subiendo pero la puerta que tendría que llevarme afuera no aparecía en ningún lado.  <<Se suponía que solo eran cinco pisos>>. Me paro en seco, solo por el simple echo de que escucho un grito, demasiado agudo, un grito proveniente de abajo. Echo a correr mas rápido que antes, las lágrimas ya caen sobre mis mejillas esperando lo peor de todo. Ese estúpido grito solo puede significar una  cosa.

La puerta se asoma, demostrándome vestigios de rayos de sol.

Salgo, dejando atrás la arcada de la puerta de metal, la silueta que veo contra el sol hace que vuelva a respirar, hace que vuelva a tener una esperanza que no sea frustrada; ahora lo que hago es gritar a todo pulmón. 

Grito nombres, grito maldiciones, grito elogios, grito mientras sollozo. Al hacer todo esto mi atención se fija en algo esencial: La silueta de antes ahora me mira con unos ojos tan negros que carecen de iris. Son preciosos. Su característica prenda ondea al viento. Es preciosa. Su piel blanca, ahora tan demacrada y translúcida resalta también. Es preciosa. 

Mi rizado y castaño cabello se posa sobre mi cara gracias al viento, lo aparto de un tirón. Grito tan fuerte el nombre de la silueta que casi no puedo evitar correr hacia ella para alejarla del peligro y darle un gran abrazo. Algo me reprime. Tal vez el miedo y la suplica que hay en sus ojos, o simplemente el echo de que soy una cobarde atemorizada por lo que ocurrirá en un después. 

Definitivamente, esta terca silueta no cederá tan fácil; yo lloro como una magdalena, pero con las fuerzas que me quedan tiro el cuadernillo de hace un rato a sus pies. Por unos milímetros y se cae al vacío. 

Ocurre algo que jamás creí que ocurría: la silueta, ahora envuelta en lágrimas, se aleja lo que más puede del cuadernillo, lo mas importante, se acerca a mí. Yo me acerco a ella con los brazos extendidos. Los dos nos fundimos en un desesperado abrazo.

Las lágrimas de ambos no nos dejan hablar a ninguno, pero el susurra a mi oído unas palabras que perduran en mi  vida hasta la actualidad; es algo imposible de olvidar:

-Sigo aquí. 

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