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Apenas escucharon el golpe abajo, todos se tensaron.

-¿Escucharon eso? -preguntó Ana.

-Seguro se les cerró la puerta.

Era la primera vez que el hijo del carnicero hablaba, y lo hizo casi con desinterés, como si se dirigiera a la basura de su casa. Ni siquira se dignó a apartar la mirada de la cola de su cigarro y solo mostró emoción cuando comprendió que no podía seguir sacándole nada. Reaccionó maldiciendo y tirando la colilla al suelo como si quisiera atravesarlo con ella, la pizó con asco y dejó las chispas saltar dispersas por todo el suelo.

-Sí, seguro fue eso -dijo Ana, quien había estado mirando la escena como si la hubiesen hechizado.

El muchacho sacó de su bolsillo otro cigarro y se acercó a la anciana para encenderlo con el velón otra vez; solo entonces Ana se fijó en el muñón que ocultaba en su mano derecha con un sucio vendaje.

Estuvo a punto de preguntarle qué le había ocurrido cuando el chico, exhalando una cascada de humo espeso, habló:

-Yo no creo que esa loca esté jugando.

Y, como si sus palabras fuesen una especie de profecía, se escucharon golpes provenientes de arriba. Tal vez habían intentado tocar la puerta de la forma convencional y ellos no habían alcanzado a oírlo, porque era evidente que ahora estaban chocando fuerte contra ella. Una vez. Y otra. Y diez más, seguidas. Puede que incluso les llegara algo de sus gritos amortiguados.

-Los encerró -adivinó la nana madrina derrochando decepción-. El señor tenga misericordia de esa muchacha luego de que su mamá la atrape.

-El señor tenga misericordia de nuestras almas si ella nos atrapa a nosotros -corrió el hijo del carnicero.

-Perdonad que tome la iniciativa en una casa que no me pertenece, pero asumo que es nuestro deber ir a sacarlos.

-No, pá, yo no me voy a mover de aquí. Esa tipa está loca.

-Yo menos -secundó Ana a toda prisa.

-Señorita, no sea cobarde. Es su hermanastra. Además, escuche. Son su madre y su hermana las que necesitan de su ayuda.

-¿Y? Necesitan que les abran la puerta, no un escuadrón. Puede ir usted con el señor. Yo estaré bien con Richard.

-Pero señorita... ¿sabe que me tengo que llevar el velón?

Eso no se lo esperaba, en definitiva. Por poco se ahoga al intentar tragar.

-Deja que se vayan. Pá, dame los fósforos por si necesito fumar.

-¿De qué me va a servir la luz de tu cigarro? -cuestionó Ana con indignación.

-De nada. Pero a mí no me vendría mal "una mano" para encenderlo cuando ellos no estén. Si quieres los puedes acompañar, claro. Tú decides.

El hijo del carnicero estaba seguro de que la chica no se atrevería a moverse de ahí a menos que le dijeran que la conducirían al final de aquella situación, no hacía falta ser un experto en psicoanálisis para afirmarlo.

-No, no, tranquilo. Yo me quedo. Por... por si necesitas una mano.

La vieja y el carnicero se fueron entonces, los latidos del corazón de Ana iban en crescendo a medida que la única fuente de luz escaceaba. Cuando al fin desapareció de su vista estaba convencida de que en segundos iba a vomitar lo que pulsaba en su pecho.

-¿Cenicienta es hermana tuya?

Ana saltó al escuchar la pregunta. No esperaba voces, si seguía con los nervios así le terminaría dando un infarto.

-Hermanastra, y no por mucho, apenas mi mamá la atrape la va a...

-¿De verdad crees que esto es un juego suyo?

-¿Cómo va a ser capaz de matar a nadie? Es estúpido.

Ana trató de acercarse al punto brillante del cigarro, no quería estar tan lejos de su única compañía.

-Supongo que tampoco la creerías capaz de cortarle la mano a nadie, ¿verdad?

Al hablar, rozó los vendajes del muñón contra la pierna de Ana para dar énfasis a sus palabras. La chica se tensó enseguida. No podía ser verdad lo que insinuaba, ¿o sí?

-Si de verdad crees que está loca, ¿por qué aceptaste la invitación a su supuesto baile?

-Por eso mismo, ¿no? -Se notaba que contenía el humo mientras hablaba-. Quién sabe qué me habría hecho si no venía.

-Bueno, ya ves que no podría ser peor que esto. -Se encogió de hombros aunque él no podía verla-. ¿Qué crees que estén haciendo nana y tu papá? Los demás siguen dándole a la puerta.

-Buscando la llave primero, supongo. -Enseguida cambió el tema-. ¿Cómo es tu relación con Cenicienta?

-Bien, solo discutíamos porque Gris y yo ya no queríamos a ese amigo suyo luego de que nos cortó el cabello en una pijamada que tuvo con ella. Lo corto que lo viste es largo para como nos los dejó.

-¿Y tu hermana? ¿Cómo se llevan Cenicienta y su amigo?

-¿Por qué tantas preguntas?

-Para mí está claro. El único peligro que corro aquí es porque alguien intentó matar a Cenicienta y ella quiere venganza. Así que -hizo una pausa para darle una jalón al cigarro- o descubro quién fue, o me mata ella.

Ana iba a contestar diciendo que le estaba dando mucha credibilidad a lo que había dicho Cenicienta, pero justo entonces un aullido de terror bajó por las escaleras y llegó a sus oídos.

Matar a Cenicienta [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora