9

6.6K 1.6K 1.1K
                                    

Se había apagado la velita. Ni con todos los rezos de la nana madrina conseguirían una resurrección de aquella mecha que se consumió entre tan poca cera. Ahora solo les quedaba el velón, y, lo que era más preocupante, ningún fósforo que lo reviviera si por cualquier improvisto su llama se sofocaba.

Ana no había dicho ni una palabra desde que consiguieron estabilizarla, Gus se había ido a dormir demasiado alterado por el susto, la madre no dejaba de llorar caminando de un lado a otro de la sala agarrándose el cabello como si se lo quisiera arrancar mecha por mecha, y Gris y Richard estaban uno a cada extremo de un sofá en forma de L. No dejaban de escrutarse con la mirida como si pensaran que el primero en romper el contacto visual acabaría apuñalado.

La nana madrina los observaba a todos; a todos, excepto al carnicero. Seguía sin aparecer.

—Ese gusano sucio —escupió la anciana, luego disminuyó el volumen hasta casi transformar su voz en un susurro—. Escucha mi clamor, mira esta plegaria que ante ti rindo, pongo en tus manos a...

—Si se atreve a mencionar a mi padre en su culto satánico yo mismo le voy a rajar la garganta. —La voz de Richard fue como un balazo en la cabeza para todos, inmediatamente quedaron petrificados—. Con las uñas si es necesario. Pero le juro que no va a poder hacer otra puta plegaria en los tres añitos que le deben quedar de vida.

La anciana tragó. La burla a su edad le sabía más bien a poco, los jóvenes eran así. Estúpidos. Pero no podía negarse al ardor de la bofetada que recibió cuando el muchacho optó por meterse con sus creencias y, lo que es peor, suponer que tenía la autoridad suficiente para ponerle un límite.

—Mira muchachito...

La mujer se levantó dispuesta a lanzarse hacia él para que le viese la cara cuando le gritara todos los improperios que zumbaban en su cabeza como un enjambre de abejas envenenadas con odio. Pero otra voz la detuvo.

—Mejor siéntese, nana madrina. —Gris—. No nos hace falta una escenita más.

Esta vez la mujer no contuvo el impulso de replicar, olvidó incluso su puesto como un mero servicio en la casa y alzó la voz contra la mayor de sus ahijadas.

—¿Quién te has creído para...?

—Nana madrina, ¡te ha dicho que ya!

El trueno autoritario que produjo las vibraciones de las cuerdas bucales de la madre arrasó con tal ímpetu que la anciana cayó de culo en su silla en menos de lo que tardó en procesar las palabras.

—¡¿No estás entendiendo lo que está pasando?! La hija de mi difunto marido se volvió loca y nos encerró en su maldita mansión de mierda, estaremos atrapados aquí hasta que entendamos su maldito juego, y mientras una de mis hijas casi muere envenenada por si no fuese suficiente que ya le hayan quitado un dedo. ¡¿Y te crees que te voy a permitir que te pongas a discutir con Gris?! Mejor ubícate en tiempo y espacio, analiza la situación y mientras lo haces ni se te ocurra volver a abrir la boca.

Un insulto a su madre hubiese sido mejor recibido, después de las atrocidades que acababan de salir de la boca de su empleadora, a la nana madrina le quedaba claro que ya no había nada que la atara a ella ni a su familia. Solo ese encierro al que tendría que sobrevivir y luego sería libre. Iba a jugar al juego de Cenicienta, buscaría a quién podría quedarle la zapatilla.

No dio explicaciones de sus intenciones hasta que la vieron levantarse y le preguntaron hacia dónde iba.

—A buscar al carnicero.

♡☆♡

No le permitieron tomar el velón pero no dejó que eso la detuviera, su vida tenía más peso que el aumento en su ritmo cardíaco por la incertidumbre dentro de la oscuridad. Quién mejor que ella conocería cada esquina de la mansión, cada cuadro, cada rayón en la pared, cada rincón en donde la pintura comenzaba a pelearse, cada gotera y cada hoyo de ratón. Nadie había estrujado los muebles como lo había hecho ella, nadie recordaría tan bien su posición porque ella era quien la escogía.

Matar a Cenicienta [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora