Introducción.

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Todo empezó una mañana fría de Diciembre, en el año 2002. Todo fue normal, me desperté, desayuné algo caliente, me estiré otra vez en mi cama y me puse a escuchar música. Pero a partir del momento  en  que descubrí quién soy de verdad... nada volvió a ser igual.

-¡Alma, levántate de la cama! Vamos a limpiar, va, que ya toca.

-Vale mamá voy- contesté levantándome costosamente y caminando hacia ella- ¿Yo que limpio?

-El polvo de tu habitación y del despacho de tu padre. Y cuando acabes lo pasas por el salón.

-Vale mamá…-contesté con poco entusiasmo.

Me presentaré, ya que he empezado esta historia sin deciros nada de mí. Mi nombre es Alma Castro Baena, soy una chica pelirroja, de ojos azul celeste y con una enfermedad genética muy rara que es que mis pupilas no son totalmente negras, sino que tienen un tono bastante dorado, casi como el cobre.

Tengo 17 años, pero cumpliré 18 años a principios de enero. Me gustan los misterios y las intrigas, pero estos sólo las encuentro en los libros o novelas que leo diariamente, y no en la vida real, cosa que me gustaría.

Mi cabeza siempre anda por las nubes, ya sea acompañada o sola, en la calle o en el colegio, ya que casi todo lo que dicen mis amigas nunca me interesa y encuentro aburridos los temas de los que hablan... Siempre hablan de lo mismo.

Suelo imaginar historias de aventuras, donde descubro un tesoro de más de diez mil años de antigüedad, o lugares ocultos en las profundidades de la tierra, o que tengo que investigar un asesinato, o un robo y cosas por el estilo. En resumen, imagino una vida emocionante... Y no la vida monótona de estudiante que tengo.

-¡Alma, que te llaman al móvil! ¿No lo oyes?

-Ah sí, perdón- contesté volviendo a la realidad y bajando de la silla donde estaba montada para poder limpiar los libros de las estanterías más altas.

-Esta niña siempre en las nubes...-susurró mi madre desde otra habitación.

-¿Diga?

-Hola Al, soy Dani.

Dani es mi mejor amigo. Alto, de cabello castaño y rizado, y ojos marrón muy oscuro, tan oscuros como el café. Le gustan muchos los videojuegos y ver películas antiguas en sus ratos libres. Es un estudiante excelente y muy simpático. Siempre se apunta a todos los planes que le propongo y yo a  los suyos.

-Ah, hola Dani ¿Qué tal, tío?

-Bueno bien, pasando frío y queriendo ver una peli. ¿Querrás verla conmigo esta tarde sobre las 5 y de paso echamos unas partidas al Tekken?

-Vale ¿Te quieres pasar tú ahora por mi casa a pasar el polvo conmigo?-bromeé- Ahora estoy limpiando el despacho de mi padre, pásate, así no tendrás frío.

-Mmmmmm... Me parece que mejor prepararé las cosas de esta tarde. No me apetece pasar el “polvo”- dijo poniendo bastante énfasis en la última palabra.

-Mal pensado- reí- Vale pues... ¡Ah, mierda se me han caído unos libros al suelo!

-¿Estás bien?

-Sí, sí no me han dado pero... ¿Qué es esto?- sostuve un libro de tapas de cuero negro entre mis manos, tenía letras escritas, bordadas con hilo dorado- Dani, luego te llamo y hablamos, chao.

¿Qué era este libro? En la tapa se leía una única frase, bordada con hilo: El interior es el alma, y los ojos su espejo. 

Lo abrí. Olía a libro muy viejo. Después de mirarlo un rato me di cuenta que era la historia de mi familia paterna, desde sus orígenes en el siglo XI hasta el nacimiento de mi último primo en 1998.

Seguí leyendo hasta llegar a una página un tanto interesante. Hablaba de algo ocurrido en 1328, algo que provocó una maldición. Iba a seguir leyendo cuando vi que la página donde continuaba hablando de la maldición estaba rota, y las siguientes a esta, la tinta estaba corrida y era imposible de leer. Al final encontré las páginas que ya se leían bien otra vez.

-Alma ¿Quién te estaba llamando?- mi madre se acercaba al despacho. Corrí a cerrar el libro y a dejarlo en su sitio. Justo cuando lo coloqué, ella se apoyó en el marco de la puerta.

-Era Dani, me estaba invitando a ir esta tarde a su casa a ver una peli y a jugar a videojuegos. Le he dicho que sí, así que a las 5 tengo que estar en su casa.

-Ah vale, vale. Entonces empezaré a hacerte la comida.

Mi madre me miró y durante unos segundos me pareció que su mirada se había clavado una estantería. La más alta. La más alejada y que tenía libros muy viejos y primeras ediciones. La estantería donde estaba el libro negro.

Entonces, sin yo saberlo, acababa de girar el ritmo de mi vida. Todo por culpa de un libro de tapas negras.

Lo que había deseado se acababa de cumplir. Las historias de aventuras y cosas extrañas para investigar que yo imaginaba ahora se transformarían en mi vida. Dicho así parece guay, pero no lo fue… Para nada lo fue…

Ojos dorados (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora