Me queda un peldaño Parte 2

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Solo es uno más... el último... y por fin sabré que hay en el altillo. Lo he intentado tantas veces que ya he perdido la cuenta. Aún recuerdo la primera vez que enfilé esta maldita escalera. Acababa de comprar la casa, algo que no debería haber hecho nunca. Y me puse a limpiar todo a fondo, la verdad es que estaba hecha un asco. No sé que clase de personas vivirían antes aquí, pero encontré cosas que no sabría ni como definir. La cuestión es que limpiando el patio me percaté de que había una piedra suelta.

Y así empezó todo, con esa llave dorada. Estaba ahí metida en el hueco de la piedra... ¿Quién esconde una llave en el patio? Bueno supongo que eso no es lo más raro que ha pasado en esta casa. Total que tenía una llave, dicho sea de paso, de aspecto inusual. Curvada en exceso y con el dentado exageradamente grande. Y no sabía que podía abrir con ella. Fui probándola en todas y cada una de las puertas de la casa, pero ni siquiera entraba en las cerraduras.

Ya casi me había olvidado de la llave cuando aconteció algo inesperado. Habían pasado por lo menos dos semanas. Me encontraba yo limpiando el pasillo de la casa, sucio a más no poder. Las telarañas casi habían cubierto por completo las paredes. Formaban un tapiz gigante que se unía en el techo. Estaba usando el cepillo de barrer para quitarlas, pero no llegaba a las más altas. Debería haber ido en busca de una escalinata, pero el cansancio y mi fiel amiga la pereza me pudieron. Ahora maldigo ese momento... Lancé el cepillo contra el techo, para enganchar la telaraña. Pero al caer impactó contra el enorme lienzo que había colgado en el pasillo. Lo cierto es que siempre le tuve pavor a ese retrato... Tanto que no me atreví a quitarlo ni para limpiar.

El monstruoso cuadro debía medir dos metros de alto, se hizo trizas contra el suelo. Y aún así daba miedo, el trozo más grande quedó girado hacia mí. Su ojo me seguía mirando fijamente como había hecho tantas veces al pasar por el pasillo.

Y lo peor no era eso... sino lo que ocultaba. Una cochambrosa puerta de madera podrida, diría que apunto de caerse a pedazos. Me acerqué dubitativo, siempre he sido un cobarde. Y estiré del pomo. Creía que la podía arrancar con un solo brazo, pero lo cierto es que no cedió ni un ápice.

Estiré una y otra vez, pero nada... estaba cerrada con llave. Aquella cerradura dorada me recordó la extraña llave que hacía semanas encontré en el patio. Tenía grabados unos garabatos indescifrables para mí.

Esa fue la primera vez que pisé esta escalera. Desde entonces he soñado con ella cada una de las noches que he tenido la suerte de cerrar los ojos.

Me queda un peldañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora