Capitulo 4

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-Mi nombre es Bakugou Katsuki, mejor conocido como El Príncipe Dragón- dijo el cenizo hacia el peliverde.

El peliverde no dijo nada solo se quedo pensando, había escuchado ese apodo en algún lado solo que... no sabía donde.

-Y bien, ¿no me vas ha decir tu nombre?- dijo el cenizo cruzándose de brazos. La voz autoritaria de Katsuki hizo que Izuku despertara de sus pensamientos volviéndolo a la realidad.

-M-Midorya I-Izuku...- dijo tartamudeando de los nervios que le provocaban la intimidante mirada del cenizo.

-Bien, sígueme- dijo dirigiéndose nuevamente a la escotilla.

Izuku no dijo nada, solo acató su orden y lo siguio en silencio. El cenizo salio por la escotilla con el peliverde detrás.

La escotilla daba a una escalera de piedra que bajaba en espiral por la torre, era iluminada por unas cuantas antorchas que se encontraban en las paredes pero aún así no lograban disipar toda la oscuridad del pasaje.

Izuku miró hacia abajo y casi de inmediato sintió como sus piernas flaqueaban y su estomago se revolvía, estaban demasiado arriba.

El peliverde se alejo del borde y se pego en la pared con miedo haciendo que Katsuki lo viera entrar en pánico.

-¿Qué tienes?- preguntó el cenizo indiferente viendo las reacciones del peliverde.

-E-esta muy a-alto...- dijo preso del miedo.

"Cobarde" pensó Katsuki viendo el comportamiento de Izuku.

Tenía los ojos fuertemente cerrados y de ellos salían unas cuantas lagrimas, su mandibula estaba fuertemente cerrada y tenia las manos hechos puños en donde los nudillos se estaba poniendo blancos por la presión. El cenizo solo lo miraba con cierta repulción.

Le parecía una tontería que se asustara solo por la altura, él había estado en guerras, en cacerías, incluso en la destrucción de su propio reino, había visto la muerte enfrente de él, ha experimentado el miedo, la desesperación y el dolor en su forma más pura y había resistido y lo había enfrentado pero, ver al peliverde de esa manera, le repugnaba, le repugnaba ver lo débil que era.

Iba a gritarle que se calmara pero al ver su rostro preso del pánico y esa expresión de desesperación que estaba impresa, se detuvo. Una vivida imagen vino a su mente, tal como un destello, apareció frente a sus ojos y desapareció al instante.

"Ayudame" fue lo que le gritaban en silencio aquellos orbes color esmeralda que lo veían buscando en él ayuda con desesperación.

Entonces lo recordó, la desesperación y el miedo que sentía al no saber controlar a la bestia, las palabras de su padre, la música de un arpa que solía darle fuerzas cuando sentía que no podía más, la primera vez que sintió el miedo puro.

Un niño de cabellera rubia ceniza veía con entusiasmo desde la ventana de su palacio como los aldeanos festejaban la llegada de la primavera.

Sería la primera vez que saldría del castillo para conocer a la gente que vivía en su reino y que mejor manera que por medio de un festival.

Escucho como la puerta de su habitación era abierta mostrando al rey que gobernaba lo que, algún día, seria su reino.

-¡Papá!- dijo el cenizo mientras corría hacia él y lo abrazaba en las piernas por que aún era demasiado pequeño para, al menos, alcanzar el torso.

-Hola, Katsuki- dijo mientras acariciaba su cabeza con una pequeña sonrisa.

Su padre lo cargó mientras se lo llevaba hacia donde se encontraba la reina.

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