9.- De regreso a casa

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El vuelo fue tan largo, se me hizo eterno. El iPod y el iPhone estaban con la batería al %100, así que no tenía problema con eso. La música se sentía tan… Vacía. Las canciones tristes quedaban perfectas con el paisaje, con las blancas y esponjosas nubes. Pensaba, no dejaba de hacerlo, ¿porqué?

Llegué al aeropuerto de la Ciudad de México a las 5:00 p.m. Salí, recogí mi dos maletas y tomé el metro. Dos horas viajando en metro, escuchando música, arrastrando mis maletas. Al salir de la última estación, tomé un taxi. De nuevo veía las bien conocidas calles.

Llegué a casa, mamá estaría cocinando, papá trabajando, y el soquete de mi hermano en la escuela. Saqué las llaves y abrí la puerta. De inmediato un grito de bienvenida y un abrazo fuerte me atacó.

—   ¡Hijo! ¡Me alegro tanto de que ya estés aquí!

—   Mamá, estoy cansado, dame un rato…

—   ¡Nada de eso! ¡Vamos a comer!, justo he terminado de preparar la comida.

—   Está bien…

Comí tan a gusto, extrañaba la compañía de mamá, sus bromas, su preocupación, de verdad la extrañaba. Después de terminar, me hizo un interrogatorio… Y entonces, le conté casi todo. Le conté la belleza del océano, el cómo se siente la brisa en un día de calor, el cómo era la ciudad de Los Ángeles.

Subí a ducharme, y al terminar, comencé a desempacar todo. La ropa sucia la lanzaba al bote para la ropa sucia que estaba en la esquina de mi habitación, pero antes, revisaba los bolsillos para que no fuera basura, monedas, u otras cosas en las bolsas de los pantalones y/o chaquetas.

Saqué el traje de la bolsa especial para este, revisé las bolsas del pantalón de vestir, y después revisé las bolsas del saco.

En la bolsa interior de mi saco estaba un sobre de tamaño mediano metido ahí. Lo saqué, le di varias vueltas y en la esquina inferior izquierda decía: “Para Lu, de Luc”. Tomé la carta,  me levanté y quise lanzarla al bote para la basura, pero no podía abrir la mano y simplemente dejarla caer… Quería leerla, y a la vez quemarla. Esa carta, esa maldita carta estaba bañada en su perfume, en su maldito perfume, ese que me encanta…

No pude tirarla, así que sólo decidí meterla en el cajón más  abandonado que tenía, ese que nunca abría. Continué desempacando, y al final metiéndome entre las cobijas de mi pequeña cama, pero antes de hacerlo, tomé mi iPod, encendí la pantalla, y ahí estábamos él y yo… Sonriendo en la alberca del crucero….

Comencé a ver las fotos, y recordaba los momentos. El restaurante, el mirador, la alberca, la habitación, el cuarto de juegos. Todo…No tardó mucho para que mis lágrimas comenzaran a brotar, así que sólo aguardé a que saliera todo, lloraba en silencio, y el único silencio que escuchaba en mi interior, era el corazón que había sido unido poco a poco desmoronándose.

Pasaban las horas, las fotos seguían ahí, las lágrimas no se detenían… ¿Cómo me hago entender que no hay remedio para esto…?

Antes de darme cuenta, el sueño me venció. 

La historia de un amor pasajero...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora