Gibosa Creciente

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Gabriel no imaginaba que el hijo del ministro y su antiguo compañero de cacería estuvieran cada uno en brazos de sus respectivas esposas; de haberlo sabido, en cuanto el sueño se disipó no habría tenido el ferviente deseo de ir a rescatarlos. Rescatar a un hombre de su esposa era absurdo y más si ninguno de ellos deseaba abandonar sus respectivas casas. Pero el joven de ojos violeta no lo sabía, estaba seguro de que su voluntad había vencido el embrujo de la doncella de cabello negro y del demonio que lo habían encontrado en esas ruinas. Supuso que voluntad era lo que necesitaba para llegar al núcleo del asunto y ponerle fin, al menos antes de huir como un cobarde de aquellos parajes malditos. Ya encontraría empleo en algún negocio de su cuñado y estaría cerca de su hermana, la idea de volver a verla le dio energía para ponerse de pie y echar a andar. 

En el camino de salida escuchó a su mentor elevar la voz pero decidió no llamarlo, sus pasos firmes simplemente continuaron a la puerta donde las palabras de Shadwell eran menos que susurros, de haberse detenido, pudo haber encontrado a su superior lanzando maldiciones mientras una mujer de mediana edad pelirroja le tendía un poco de comida y se hacía llamar una pobre gitana que no buscaba más que un pueblo cercano donde conseguir las prendas de boda para dos de sus hijas. Shadwell habría sido idiota de creer en ese par de ojos azules que parecían hacer el cielo menos que impresionantes, pero aquella crema tenía algo tan dulce en ella que toda sospecha la hizo a un lado solo para reconocer que aquellas mujeres del pecado podrían salvar sus almas si tan solo un buen hombre como él hacía la labor de un buen cristiano. 

 Claro que le creyó incluso miró a las dos jóvenes también gitanas, no sabía mucho de los gitanos pero tampoco de las hijas del bosque, así que sin atreverse a preguntar más que nombres, el sargento fue seleccionado como la presa de la matriarca, aquella que hizo a sus dos hijas ir a verificar al pobre hombre que se moría en la habitación continua. Beelz pudo haber encontrado a Gabriel poniéndose el abrigo o en el margen de la puerta de no estar tan sorprendida de la visión de su madre riendo con las ocurrencias y groserías de ese hombre; pudo alcanzarlo, pero no lo hizo, Shadwell y Madre Tracy acudieron ante el grito de Beelz quien no fue capaz de hallar más que una cama vacía antes de salir al exterior llamando al nombre de Gabriel. 

El cazador caminaba entre el sudor de la caminata y la fiebre que volvía a nublar su mente. Entre helechos y la sensación de ir en círculos se encontró a la deriva del bosque mascullando los nombres del hijo del ministro y de su compañero de trabajo, los imaginó enredados entre las copas de los árboles con los demonios de cabello pelirrojo bailando al rededor de ellos y con el grito de recién nacidos rodeando el claro cubierto de fuego. 

Entre sueños y delirios escuchó su nombre, primero de los labios de sus amigos y cuando el cansancio lo devoró para sumergirlo en pesadillas donde se lamentaba al no haber creído en su mentor y en las brujas, lo oyó dicho por las hojas de los árboles, pudo jurar que uno de los sauces hizo a sus raíces retirarse para que encontrara una especie de cobijo y luego que el ojo negro de un conejo lo miró fijamente tratando de evaluarlo. 

Cuando abrió los ojos presa del miedo y aún con fiebre, la temperatura había hecho que la ropa se le pegara al cuerpo y el sol se había ocultado dejando que el frío nocturno le diera de lleno a pesar de ser primavera. La fiebre en sí misma era tan mala como los maleficios, hizo a Gabriel jadear con fuerza y tratar de arrastrarse cuando divisó una cabellera roja a la distancia. No podía caminar, pero si logró arrastrarse mientras la forma avanzaba con pasos rápidos hacia él. 

Gritó, debió hacerlo porque el viento lo golpeó con su propia voz antes de temblar y caer en la inconsciencia. En sus más terribles pesadillas se miraba a punto de ser devorado por aquel demonio, siendo ofrecido como un sacrificio de bajo rango para un demonio que se transmutaba en el fuego. Miró las garras de la joven pelirroja destrozarle la piel antes de arrojarlo a las llamas, se vio morir mil veces de las formas que ilustraban los libros del Sargento. Lloró la pérdida de su madre y en silencio anheló la compañía de Michael. 

Gabriel se había desmayado mucho antes de observar el peinado recogido en una diadema de flores de aquella cabellera pelirroja, antes de procesar el dorado del vestido que mostraba un abdomen abultado y de mirar que el rostro no de era de un demonio  sino de una mujer hermosa que compartía el aura de la joven de ojos azul-hielo. La dama embarazada le tocó la frente antes de dar un largo suspiro. Con uno de los cantos antiguos buscó una vez más la ayuda del viento pero esta vez para dar dos mensajes:

-Trae a mi esposo y dile a mi hermana menor que he encontrado algo que es suyo. 

*+*

Decir que Beelz era la más fiera de todas las hermanas era darle pocos méritos, sobre todo considerando que entró soltando maldiciones en la casa de su hermana dirigidas a Scarlett y al cazador que dormía en la cama, lo maldijo antes de sentarse a su lado y empezar ella misma a colocar los paños de agua en su frente y a susurrarle palabras amorosas a pesar de la mirada de su hermana y su esposo. 

-Gracias- dijo a Astoreth cuando estuvo más tranquila. 

-Gracias a Aziraphael, fue quien lo cargó hasta aquí- Zira solo sonrió a su cuñada quien le devolvió el gesto completamente agradecida -Tu hombre no es muy listo, deberías de atarle una correa- Beelz suspiró resignada, sí, la correa era una buena idea, más considerando que había escapado a la primera oportunidad aun estando al borde de la enfermedad. 

-¿Qué voy a hacer con él?- preguntó Beelz incapaz de aceptar que deseó llorar cuando pensó en encontrarlo muerto o en los brazos de la bruja pelirroja. Su hermana a diferencia de otras ocasiones la miró de forma compasiva, de verdad su hermana amaba a ese hombre, por muy poco inteligente que pareciera, Astoreth conocía el amor, llevaba un trocito de él creciendo en su vientre y deseaba la misma felicidad para su hermana pequeña. 

-Primero, atarlo a la cama y luego decirle la verdad, aquella donde quizá a su pequeño pueblo no le quede más de un mes- Beelz miró dudosa a su hermana quien parecía imperturbable. -Lilith no es una tonta, Beelz, sabíamos que iban a cruzar la barrera algún día- y claro que lo sabían, su familia estuvo preparándose para ese momento, solo que siempre pensaron que serían más de tres cuando viniera el tiempo de proteger sus tierras y a los pueblos que habitaban cerca de aquellos bosques; habían perdido una vez pero ahora Beelz pensaba que tendría que contemplar una segunda derrota, nunca habían sido muchas pero ahora eran menos. -No tenemos que perder ahora, él podría convencer a unos cuantos de irse, abandonar ese pueblo e ir hacia las colinas. 

-¿Y luego? ¿Dejamos que los aquelarres vuelvan y se lleven más pueblos?- Astoreth gruñó por lo bajo, ambas hermanas en silencio comprendían que salvar a todos era imposible, más si habían buscado quemarlas -Quizá podamos hacer algo para impedir que eso pase, levantar otra barrera, algún tratado o...-Miró a Gabriel pero la idea le revolvió el estómago, no iba a entregar la vida de alguien por el derecho de tierra que le correspondía a las suyas. Pensó que su hermana iba a ponerse a discutir pero el embarazo había sacado el mejor lado de su hermana mayor quien solo se aproximó para tomar sus hombros a modo de un abrazo silencioso.  Beelz comprendió lo que su hermana quería lograr antes de que empezara a hablar con voz cariñosa. 

-¿Quién seguirá en la línea cuando mamá muera?- la idea aterrorizó a Beelzebub, las matriarcas eran el tronco del árbol que conformaba las familias; Beelz pensaba que al llegar el día de partir de su madre la siguiente sería su hermana mayor, fue la primera en desposar a un hombre y la primera en llevar un nieto a la matriarca de la familia. Beelz no imaginaba que a los ojos de sus hermanas había múltiples posibilidades. -Si dices que yo estás perdida; quizá ni Ana tenga las respuestas para lo que viene pero sé que si hay alguien que puede cambiar las cosas- Beelz no comprendió las palabras de su hermana, no hasta que miró ese lado tierno que nunca dejó ver, ese pequeño hilo de voz asustado y nervioso ¿Cómo no iba a estarlo? Llevaba un hijo y tenía por su vida como por la de toda su familia -Cuídalo- dijo al final refiriéndose a Gabriel -Si hay alguien con la capacidad de convertir en presa al cazador, esa eres tú... 


Wicca (Ineffable Bureaucracy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora