Gibosa Menguante

120 16 6
                                    

Gabriel jamás imaginó volver a la cabaña de una bruja, no por voluntad propia. Sin embargo seguía los pasos de una cuyo cabello era negro y tarareaba mientras el bosque le respondía y los animales la miraban a su paso. Sintió que la sangre se le helaba cuando reconoció el camino y el aullido de los lobos no hizo nada por calmarlo. 

-Tranquilo- consoló Beelz sin dejar de caminar -A mi lado nada podría pasarte a diferencia de aquella prometida tuya yo gobierno en esta región- dijo ocultando el tono doloroso en su voz. Gabriel se colocó a su lado temeroso de los pares de ojos que se asomaban entre los árboles y lo juzgaban en silencio. 

-¿Prometida?- dijo extrañado -Yo no sé de donde vino eso ¿Acaso te lo susurró tu caldero humeante, bruja?- la joven puso los ojos en blanco pero no ocultó una pequeña sonrisa de esperanza. 

-Los únicos calderos buenos son los que están llenos del alimento de nuestra familia- dijo ella, y no, literalmente me lo dijo un pajarillo, uno que observa las casas de los hombres- Gabriel rió con algo de burla pero por dentro estaba consternado de poder ser vigilado por un montón de plumas. 

La sola idea de que aquel pajarillo hubiera leído las palabras hacia su hermana lo hacían sentirse inseguro incluso en aquellas murallas construidas por su mente, aquellas donde nada malo podía ingresar y sus pensamientos más profundos estaban a salvo. Jadeó un poco cuando estuvo a punto de tropezar con una piedra pero no aclaró nada, no hasta que una especie de culpa se instauró en su bajo estómago. -No hay prometidas- dijo ignorando el hecho de que ninguna mujer compartía aquellos orbes azules ni la capacidad de hacer germinar las flores cuando caminaba. -Ni nada mientras cumplo mi deber- Beelz sonrió complacida y enamorada esta vez, estuvo tentada a realizar un acercamiento pero prefirió tratar de razonar con Gabriel, quizá habría que obligarlo a entender antes de avanzar. 

-No soy una bruja, nosotras estuvimos aquí antes que ellas y si piensas que mis poderes vienen de sangre o de tratos, estás equivocado al igual que aquel hombre que sigues. 

-Es justo lo que diría una bruja- Beelz no se dio por vencida, pasarían lunas antes de que se diera por vencida en algo que anhelaba tanto. 

-Una bruja te habría matado y contigo se habría llevado a Tadfield entre las piernas. Cuando llegaste ni siquiera pensabas que existía algo más allá de lo que tus ojos miraban y ahora me juzgas como lo habrían hecho aquellos que cuestionabas ¿me equivoco?- Gabriel iba a gritarle bruja hasta que se dio cuenta de las palabras de la mujer, había dado en el blanco. 

-No- dijo dando paso a la razón que el miedo a aquel mundo oculto había desatado. Aquel terror donde no podía hacer frente con ciencias exactas y con la ilustración que profesaba su cuñado. 

-Tu gente cree que todo poder viene de un pacto, de un trato con sangre y donde las almas son moneda de intercambio- Gabriel hizo una mueca de disgusto -Pero hay más que aquello que los hombres han escrito en libros y aún más en aquellos rincones del mundo que no conoces. El mal existe y tú mismo lo viste a los ojos pero también el bien- Beelz se detuvo un segundo, varias flores habían germinado bajo sus pies descalzos y un pequeño conejo daba vueltas al rededor de ella mientras al rededor la noche cantaba. A la vista de la luna, Beelzebub era más que hermosa, tal pensamiento hizo a Gabriel dar un paso en retroceso -¿Crees que yo soy mala?

-No lo sé- dijo el hombre que se aferraba a aquello que había creído, a la razón y a la mente fría antes de juzgar a aquellas cuyos maridos acusaban de forma injusta -Hasta hace unos días creí que todo era parte de un mito, de una fantasía de locos- Beelz se adelantó y tomó el rostro de Gabriel entre ambas manos, el hombre dejó que ella cruzara sus miradas y luego que poco a poco quedaran a la altura. 

Beelz flotaba pero por algún motivo no tenía el aura de maldad y oscuridad que aquella mujer pelirroja, le costó mucho dejar de lado el mal que minaba su existencia, la sola vista de Beelz era poderosa y al mismo tiempo hermosa, no flotaba por pacto alguno ni había más fuerza que aquella que hace a las aves volar y a las estrellas brillar, se veía como la luna, tan natural y mística. 

Wicca (Ineffable Bureaucracy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora