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Nota: puede contener material sensible para algunas personas como el ahorcamiento.

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–Cariño, la cena está lista.

Eliza tocó la puerta del estudio del caribeño. Sabía que cuando estaba escribiendo difícilmente recibiría una respuesta pero esta vez tenía que insistir, era importante la presencia de su esposo.

—Alexander.–Uno, dos, tres toques fueron suficientes para que abriera.

—Lo siento, Betsey, estoy muy ocupado.–Le dio un beso en la mejilla—Guarda mi plato para más tarde.

Justo cuando iba a cerrar la puerta y volver a trabajar, Eliza puso la mano en el pomo para abrirla.

—Cariño, necesito que estemos todos juntos el día de hoy, te tengo una sorpresa.–Le sonrió mientras ponía una mano en el brazo derecho del pelirrojo, acariciándolo con su pulgar de manera suave y lenta. 

La sonrisa de Eliza y los gestos que ella tenía con él era de lo más tierno, ¿cómo podía decir que no?.

—Bien, sólo porque te amo y eres lo más hermoso que existe.–Rió suavemente, saliendo del estudio y cerrando la puerta tras de sí—Sabes como convencerme de que tome un pequeño descanso.

Y era verdad, a pesar de que llegaba a anteponer su trabajo antes que su familia, no podía negarse a pasar un pequeño tiempo con ellos durante la cena, simplemente le gustaba la compañía y el ambiente familiar del que tanto le faltó en su niñez y adolescencia.

—Es parte de mí encanto, querido.–Le guiño un ojo mientras caminaban hacía el comedor.

Cuando llegaron al comedor, la mesa ya estaba lista. A Alexander le extrañó que sus hijos no se encontraran como siempre sentados en sus respectivos lugares. Seguramente habían salido pero, ¿a esa hora?.

—Tú no te preocupes, los niños están bien.–Llamó la atención del caribeño.

—¿A dónde f...

—Ya te dije que están bien, solo salieron un momento.–Eliza se sentó en una de las sillas.

—Está...bien.–Se sentó quedando frente a su esposa, en los mismos lugares de siempre.

La cena transcurrió un tanto extraña para Alexander, pues empezaba a tener un mal presentimiento y a sentirse nervioso. No tenía que estarlo, ¿verdad? Quizás la falta de sus hijos en la mesa era lo que le hacía sentirse de esa manera, era raro no escuchar a Philip recitar algunos de sus poemas o a Angelica hablar y hablar.

—Querido, te veo muy raro.–Eliza ladeó la cabeza para verlo mejor—¿Te sientes bien?.

La voz de Eliza le hizo volver a la tierra. Estaba divagando, pero en verdad que no podía concentrarse sintiendo nervios, moviendo el pie repetidas veces y le empezaba a doler el estómago. No era nada grave, simplemente que nada bueno podría salir.

—¿Eh?

—Estoy tratando de explicarte algo y creo que no has escuchado alguna de mis palabras, ¿te sientes bien?.–Ella volvió a preguntar tomando la mano del pelirrojo por encima de la mesa, tratando de tranquilizarlo.

—No, yo....

Justo cuando iba a responder alguien llamó a la puerta interrumpiendo lo que estaba a punto de decir, lo cual agradeció mentalmente. ¿Qué iba a decirle a su esposa si ni el mismo Alexander lo sabia?.

—Iré yo.–Se levantó Alexander rápidamente de su silla para dirigirse a la puerta.

Cuando llegó frente a la puerta se detuvo a pensar un momento, ¿quién en su sano juicio molestaría en su residencia? Donde sea alguno de sus rivales políticos...

Rescue Me || Lams [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora