IX: Seguir un legado.

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17 de enero de 2019.

Ninette.

—Entonces, ¿ninguno de los tres Lancerotti ha ido al colegio? —inquirí mientras llevaba un trozo de carne a mi boca y lo masticaba.

—No. ¿No has visto las fotos? Estuvieron toda la mañana en el cementerio —respondió mi hermano menor, devorando patatas fritas mientras hablaba.

—No me interesan esas cosas... —murmuré, volviendo a repetir el mismo proceso que antes.

Estaba molesta. Mis padres me habían prohibido salir de casa desde la mañana del quince, pues temían que fuese a pasarme algo. ¿¡Pero qué iba a pasarme a mí!? Habían fallecido la criada de los Lancerotti y su amo. Eso significaba que el asesino, o la asesina, tenía algo en contra de ellos. No de nuestra familia. Y cualquiera podría decirme; "eh, no te quejes. A tu hermano le están haciendo lo mismo".

Pero es que ese era el punto.

Mi hermano sí podía ir a clase con toda la normalidad del mundo. Podía hacer la vida de siempre. ¡Y a mí hasta me habían cancelado la cita de mañana con la psicóloga! Que por esa parte bien por mí, pues la tarea que me mandó no fui capaz de hacerla. El papel iba a seguir en blanco un tiempo más.

—Hemos tenido que rezar por el señor Lancerotti. Menos mal que yo he hecho playback. No rezaría por ese ni aunque alguno de su familia me apuntara con una pistola en la cabeza.

—Yo... No hubiera rezado, pero no me alegro tampoco por la muerte de ese señor.

—Su muerte es algo que tú misma podrías haber hecho sin despeinarte —se encogió de hombros, terminando de cenar.

—¿Eh? No estoy de acuerdo...

—Ya. Bromeaba. De esas cosas se encargan mejor papá y mamá —se levantó y fue a llevar el plato al lavavajillas.

Nosotros no teníamos criada aunque hacíamos pensar a la gente que sí. De ser así, mamá y papá no podrían torturar a sus anchas a los empresarios que les impedían alcanzar el éxito. Por esa misma razón, éramos nosotros dos quienes teníamos que limpiar la casa.

De todas formas, no estaba de acuerdo con aquel comentario de Luka. Yo no sería capaz de matar ni torturar de esa forma a nadie. En cambio... Mamá parecía realmente exaltada desde que se enteró sobre las muertes de esos dos. Por eso la sangre del sótano se había intensificado de una manera impresionante. Papá apenas hacía cosas desde hace dos días, se lo dejaba todo a ella. Nos dijo que necesitaba desfogarse.

Yo también terminé de comer así que imité a mi hermano, aunque a diferencia de él, fui yo quien puso a funcionar el aparato. Tras eso, le di un besito en la cabeza y me despedí de él para dirigirme a mi habitación. Desde la segunda planta era capaz de oír los gritos de la persona a la que mi madre estaba torturando, pero estaba más que acostumbrada, así que no le hice ni caso. Y al entrar en mi habitación insonorizada, dejé de oírlo todo.

Aunque no estaba sola.

Mi padre me esperaba. Estaba sentado en mi cama y al verme, dio golpecitos para que me sentara a su lado. Eso hice.

—¿Pasa algo? ¿Vienes a decirme que por fin podré salir de casa? —pregunté con cierta esperanza.

—Sí y no —me respondió con su voz suave y bajita, pues él siempre hablaba de esa manera... Y aun así, era capaz de crear respeto y terror por partes iguales. Aunque a mí me transmitía cariño—. Tu madre y yo consideramos que es peligroso que salgas estos días. Peero... La he convencido para que vengas conmigo a la fiesta de la alcaldesa, esa que se hace en nuestro hotel.

Muerte en vida. #PGP2019Where stories live. Discover now