Hacía mucho, mucho tiempo que no hacía un conjuro de fuego amoroso, y además, lo había hecho sólo dos veces, en mi época de ayudante de la vidente de Córdoba. No me gustaba. Era un trastorno transitorio, como una fiebre, una pasión enfermiza, que podía dejar secuelas, además de otros efectos y consideraciones. Algo así no se hacía nunca para uno mismo, sino para un tercero, y con mala intención. Pero la tentación era muy fuerte. Le daba vueltas a la idea en la cabeza mientras Yulen y Betsabé hablaban de sus tiempos de instituto, después de la cena.
Porque por otra parte, sin embargo, era lo más inofensivo que podía hacerse a un adversario. Empujarlo a tener una aventura con alguien a quien nunca hubiera deseado, poniéndolo bajo los efectos de un hechizo, podía desencadenar un sinfín de consecuencias imprevisibles, pero no era como enfermarlo, enloquecerlo, mutilarlo, o arrebatárselo todo de la noche a la mañana. Aun así seguía siendo una práctica deleznable.
Entretanto, Betsabé había ido a por una caja donde guardaba viejas fotos, y cachivaches de su época de adolescentes. Yo estaba allí junto a ellos, escuchándoles de fondo, estando sin estar.
– Por favor, qué maravilla... – decía Yulen, mirándolo todo: – ¡Jajajaja, pero qué pintas...! – se rió sosteniendo una de las fotos: – Oye, a ver si puedes escanear esta y me la mandas, me encantaría tenerla....Eh, Karim, qué te pasa, que estás muy callado.
– Nada, estoy algo cansado. Betsabé, creo que deberíamos irnos ya a la cama.
Porque no iba a dejar que se quedaran los dos solos allí, en la biblioteca. Dar Annafura era demasiado grande.
Al día siguiente, Yulen, perezoso, no vino a entrenar. Se quedó en la cama, holgazaneando. Mal para mis intenciones. En el dormitorio en el que se había quedado ahora no se veía la piscina de atrás, así que no podría ver al monitor duchándose. En realidad, ni siquiera llegó a cruzarse con él, porque no bajó hasta bien entrada la mañana, cuando Betsabé y yo estábamos ya en la piscina, y Andrés hacía más de una hora que se había marchado.
Yulen bajó con el pelo revuelto, envuelto en un batín azul, y con una tremenda cara de sueño. Se dejó caer en una de las tumbonas. Yo me reí:
– Vaya, un poco más y empalmas con la siesta.
– ¿Sabes el tiempo que llevaba sin dormir ocho horas seguidas? ¡Buf! Lo necesitaba.
– En realidad, han sido diez. –le corregí.
– No sé, pero es que creo que ni me he cambiado de postura en toda la noche.
– En esa bandeja hay zumo de naranja. – le ofrecí.
Poco tardó, allí, en la intimidad de nuestra piscina,en relatarnos lo sofocante que le resultaba la lluvia de mensajes diarios tantode fans, como de haters, que en muchas ocasiones no parecían estar en suscabales. Había dejado de leerlos hacía tiempo, claro, para conservar la calma yla cordura, pero al principio, en la avalancha, se había visto superado. Con los DM de sus cuentas en RRSS petados de fotos de tías que se le desnudaban sin ningún pudor, gordas, esqueléticas, feas, guapas, daba igual, y de tíos también tenía alguna que otra sorpresa.
– Y a veces todo eso me hace sentirme mal, me digo: joder, ¿este es mi público? Hay una tía que me escribe diariamente, que asegura que pasó una noche conmigo, que hicimos un trío con su amiga... ¡y yo no lo recuerdo! – Disimulé riendo, mientras le daba un trago largo a mi zumo: – ¿Sabes la rabia que da eso, además de la inseguridad? No sé, es todo muy loco...
Betsabé me lanzó una mirada asesina.
A Yulen, desde luego, se le veía encantado de estar allí, como si respirara aliviado de la presión, disfrutando de unas vacaciones. No obstante, a pesar de todo, en cuanto tuvo ocasión, y se quedó a solas conmigo, me dijo:
– Gracias, Karim. Me has cambiado la vida.
– ¿Yo? – repuse sorprendido: – Para nada. Lo que estás consiguiendo, lo que has conseguido, lo has conseguido tú.
– ¡Pero siento tu fuerza! – insistió: – Lo noto dentro de mí, algo me insuflaste que todo me resulta increíblemente fácil. Siempre que... que voy a comenzar una actuación, pienso en ti. Me inspiro en ti. Eres mi modelo.
– Tienes demasiada personalidad como para eso. – le atajé yo.
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Karim, Alma de Fuego (2ª parte). Capítulo 15.
FantasiKarim compone una canción para dársela a Yulen, que está en un bloqueado en sus composiciones. Luego usa un inusual filtro de amor instantáneo y pasajero contra Andrés, de quien sigue estando muy celoso, para confundirlo y alejarlo de Betsabé.