Capítulo 6

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Estaba en una habitación oscura y lúgubre, las ventanas estaban tapadas con gruesas cortinas negras, la estancia estaba tenuemente iluminada con velas y sólo había una vieja puerta de madera, al mirar a su alrededor se percató de que no estaba solo en aquel lugar, había un grupo de personas al fondo de la habitación, todos vestían de negro, Yami se acercó un tanto temeroso y pudo ver un ataúd, al acercarse más se dio cuenta de quien era el que estaba en el ataúd, era su abuelo, retrocedió asustado y al hacerlo se fijó en quienes eran los que lo rodeaban, eran su familia y también se percató de quien estaba a su lado pues era idéntico a él, era su gemelo.

El chico se despertó sobre saltado, su corazón latía muy deprisa, se llevó una mano a la frente notando que estaba sudando frío otra vez, automáticamente miro el reloj y vio que eran las cinco de la mañana, el sol comenzaba a salir, se levantó acercándose a la ventana de la habitación.

Más tarde todos bajaron a desayunar y luego a medio día decidieron dar un paseo por el lugar, en mitad de la propiedad cruzaba un pequeño río.

A la hora del almuerzo, todos decidieron salir al jardín pues hacía mucho calor adentro de la casa, Yami seguía muy nervioso por su sueño, pero trataba de ocultarlo pues no quería que sus amigos se dieran cuenta pues no le había contado nada a nadie, intentó olvidarlo -si pasará algo mí hermano me lo diría -se dijo a sí mismo con firmeza, al terminar de comer se levantó y caminó por allí esperando a que todos los demás terminarán, se llevó una mano al bolsillo y sacó el celular, no había llamadas registradas ese día, por fin todos se levantaron y decidieron recorrer el resto de la propiedad, iban casi a mitad de camino cuando el celular de Yami comenzó a sonar, él aterrado lo contestó rápidamente -¿Yugi? -preguntó -¿Qué pasa, el abuelo está... -su hermano lo interrumpió a mitad de la pregunta -el abuelo murió... -dijo su gemelo con voz triste, en ese momento se corto la comunicación, el muchacho sintió como sus ojos se anegaban en lágrimas y agachó la cabeza para evitar que sus amigos lo vieran llorando, no podía hablar así que simplemente echó a correr, quería huir, quería alejarse de todo y de todos, corrió todo lo que pudo hasta que finalmente exhausto cayó de rodillas llorando -debí quedarme con él, no debí venir -pensó lleno de remordimiento -ni siquiera pude despedirme y ahora ya es demasiado tarde, nunca lo volveré a ver -una vocesilla en su mente le preguntó con firmeza -¿Desde cuando llorar y lamentarse por algo a solucionado algún problema? -él se quedó en silencio un momento -tienes razón -le respondió a la voz, se acercó a la orilla del río para mirar su reflejo, lo que vio lo desconcertó, tenía el rostro pálido y demacrado, los ojos rojos e inchados y surcos en las mejillas -vaya pinta -se dijo a sí mismo -aunque refleja bien como me siento por dentro -pensó -bueno, será mejor que me lave la cara -y así lo hizo, con el rostro aún húmedo se miro de nuevo, ya no tenía los ojos rojos ni los surcos en las mejillas, pero su rostro se seguía viendo pálido y demacrado -por lo menos ya no doy pena -pensó mirando a su alrededor por si veía a sus amigos -por lo menos aún no han venido a buscarme -pues no se sentía capaz de explicarles lo que había pasado en casa, vio un gran árbol y decidió refugiarse a su sombra, se recosto en el pasto con las manos detrás de la cabeza y cerró los ojos, se quedó en silencio escuchando el sonido del viento entre los árboles, el agua del río y el cantó de los pájaros, pero a pesar de todo esto sentía como la oscuridad, el dolor, la angustia y la tristeza crecían en su interior, al notarlo sintió como sus ojos aún cerrados volvían a llenarse de lágrimas las cuales corrían por su rostro, intento serenar se pero está vez le fue más difícil y le tomo un largo rato lograrlo, finalmente se quedó dormido.

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