𝑰𝒏𝒕𝒓𝒐𝒅𝒖𝒄𝒄𝒊𝒐𝒏

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-𝐼𝑛𝑡𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑐𝑟𝑖𝑡𝑢𝑟𝑎


Todo comenzó como cualquier vida nueva en el mundo

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Todo comenzó como cualquier vida nueva en el mundo.
en una sala de hospital con largas horas de labor de parto, en un pequeño hospital en Daegu, Corea del Sur.

Un 13 de marzo del 2005, nací yo, Choi Beom-Gyu.

Los primeros años de mi existencia habían traído problemas como a cualquier pareja joven con su primer hijo, como buscar un empleo que cubra el cuidado adecuado de un niño, un hogar acogedor, juguetes y comida.

Mis padres no tuvieron la suerte. Papá trabajaba en limpieza en una estación del metro tiempo completo. Mamá con su trabajo de medio tiempo de camarera sin poder ejercer su carrera de medicina, la solución fue mudarnos a Seúl

Seúl era como una ciudad del sueño. todos los que iban allí solo era para terminar triunfando.
Lo poco que teníamos fue llevado con la mudanza mientras que nosotros fuimos en tren a la capital. Con el dinero de ambos trabajos se logró alquilar una casa de dos pisos a buen precio con la condicion de mejorar el lugar.
La paredes tenían mucha de humedad, parte de la estructura estaba dañada, el techo escaseaba de pintura tomando un color negro en las esquinas, el piso de madera estaba comido por termitas, las tuberías no filtraban el agua correctamente dándole un color cobre, el jardín trasera y delantero tenían el césped alto, telarañas, basura y demás.

la casa tenían un mal aspecto pero tampoco veníamos con altas espectativas, la casa que dejamos atrás solo consistía en dos habitaciones.

Los meses pasaban y casa empezaba a tener un mejor aspecto. Mamá al pedir su trasladó con carta de recomendación logro ingresar como enfermera en uno de los mejores hospital de Seúl, así también quitándome tiempo de poder verla quedando a cuidado de mi padre.
Desde la mudanza y también su urgencia de buscar trabajo papá se dió por vencido en cuento fue rechazado de varios lugares por no tener una carrera universitaria. Los problemas empezaban a llegar.

Los celos y la envidia lograron destruir el matrimonio de mis padres.

Recuerdo la primera vez que discutieron, sus gritos se escuchaban desde mi habitación. Siendo tan pequeño no tenía la suficiente conciencia para entender lo que sucedía pero la curiosidad siempre fue mi debilidad, los escalones eran muy altos y bajarlos me tomaba un tiempo. Sentarme, bajar ambos pies hasta tocar el escalón de abajo y así repitiéndo la misma acción hasta lograr quedar a medio camino. El sonido del cristal romperse proveniente de la cocina me había dejado congelado en mi lugar, por el miedo había empezado a llorar.

El crujido de los cristales siendo pisados se escuchó desde la cocina hasta que mi progenitora se apareció en las escaleras. subió hasta donde me había quedado y me empezó a examinar. Sus ojos estaban rojos y tenían lágrimas.
Sus brazos se ajustaron a mi pequeño cuerpo a lo que yo repose mi menton en su hombro, pude ver a mi papá tomar su abrigo e irse dando un puertazo antes que mi madre me llevara a mi habitación.

En la mañana siguiente cuando desperté y baje a desayunar ninguno de los dos se hablan o se daban un «beso de buenos días» en cambio, mi papá aún seguía con la misma ropa de la noche anterior.

El ambo que mamá usaba ese día era uno de verano, su tela era más fina y mangas cortas, su tarjeta de acceso cubriendo su corazón, su cabello rubio en una colega alta, lo único que estaba fuera de lugar era su brazo derecho que estaba cubierto por una venda gruesa. Pregunté que le había sucedido pero su respuesta fue decirme que estaba bien, me estaba sonriendo, no debía ser mentira cuando se veía tan sincera.

Ella se despidió diciéndome que volvería con pastelitos de arroz y veríamos una película.

Las peleas empezaban a ser más frecuentes, ya no importaba dónde estuvieran o quienes incomodaran con sus problemas, solo se gritaban. Papá empezó a beber y dormir dónde quisiera, a la hora que le apeteciera olvidado que yo estaba bajo su cuidado. Aprendí a ser más independiente en ese periodo de tiempo pero mi altura y poco conocimiento del mundo exterior me ponían en desventaja para poder ir yo mismo al kinder.

Lo único que mi padre tenía que hacer era la limpieza general y cuidarme, el fallo en ambas cosas.

Al pasar más tiempo mis padres decidieron la paz para ambos, divorciarse. La custodia consistía en que estaría cinco días con mi madre y dos con mi padre. En ese entonces, no me afecto en lo absoluto.

Papá se unió a la religión a una capilla que había abierto sus puertas y buscaba voluntarios, eso les ofrecía estadia en la iglesia como también estudiar la biblia a profundidad, el se veía feliz con su nuevo camino y tuve que soportar pasar los fines de semana con el encerrado en cuatro paredes.

Un día recogiendo las cartas que son dejadas en frente de la puerta de nuestro hogar, un camión de mudanzas empezaban a bajar muebles y demás cosas a la casa de al lado, por curiosidad me quedé observado unos instantes más, una señora de cabello obscuro largo junto a un niño bajaban del auto.

Esa misma noche, cuando mi madre volvió de su turno venía acompañada de otro niño, con el cabello de un castaño oscuro, lacio, labios curveados y semi-rellenos. Su nombre era Choi Soo-Bin, el sería mi compañero de juegos desde mañana.

Soo-Bin tenía 7 años, era callado, tímido y reservado. Al pasar los días empezaba a soltarse y mostrarse más amigable. Veíamos anime juntos, era mi tutor, cocinero y mejor amigo.

Recuerdo implorarle a mi madre que quería ir a la misma escuela que Soo-Bin, ella no tuvo problema ya que también podría cuidarme estando dentro de una institución. Cuando se lo conté, el se puso feliz y me platico lo duro que podía ser asistir a una escuela pero que haría todo lo que fuese para que yo pudiera pasarla bien.

Siempre fue un « tú y yo » en sus palabras.

Cuando ambos empezamos a crecer, yo ya estaba en cuarto año y Soo-bin en sexto a tan solo semanas de terminar el año, y las inseguridades empezaron a calcomerme, el siguiente año ya no íbamos a estar juntos. El prometió que seguiría ayudándome en mis tareas, que nos íbamos a juntar a comer chuches y siendo los mejores amigos como normalmente lo éramos.

La dichosa entrega de diplomas a los nuevos egresados de sexto grado se llevó acabó en el gimnasio de la escuela, asistí junto a su madre.

La mía, una noche anterior me recomendó llevarle un presente, un arreglo de flores. Magnolia, pureza y salud, lirio, honor y poder, orquídeas. Sus colores eran bellos y el aroma que desprendían siendo frescas eran fenomenales, el papel color celeste y un lazo amarillo también eran parte del ramo.

La ceremonia ya estaba en su final, cada alumno recibía su diploma y eran fotografíados junto al director. El turno se Soo-bin llegó y me pare junto a su madre para empezar a aplaudir. Sus ojos de encontraron con los míos y un calor se abrazo a mi corazón por instantes, quise pensar que solo era la emoción.
Hyung se bajó del escenario y yo pude entregarle el ramo. Su sonrisa ya no era la misma que recordaba, ahora la veía como si fuera una belleza unica, fracciones de su rostro me parecían nuevas, sus hoyuelos me parecían tiernos y sus ojos que podían hacerme caer al vacío, el ese día me pareció atractivo. Mi corazón se aceleró en cuanto el me atrapo con sus brazos fundiendonos en un cálido abrazo, sentía que el aire de mis pulmones desapareció y mis mejillas acalorarse.

Cuando me soltó y su madre estuvo presente en el momento, mí cuerpo volvió en si.

Fuimos cenar los tres pero en toda la comida traté de sacar una posible hipótesis de lo que me había ocurrido, esos pensamientos que solo pudieron ser por el momento, que el calor fue por estar con muchas personas y que mi corazón se aceleró para molestarme.

 ❝𝙃𝙮𝙪𝙣𝙜, 𝙚𝙨𝙩𝙤𝙮 𝙚𝙣𝙛𝙚𝙧𝙢𝙤❞ ㅡSooBeomJun Donde viven las historias. Descúbrelo ahora