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𝙀𝙨𝙖 𝙢𝙞𝙨𝙢𝙖 𝙣𝙤𝙘𝙝𝙚...
𝖯𝗈𝗏 𝖱𝗒𝗎-𝖩𝗂𝗇
Este es mi hogar.
Unas cuatro paredes frías, una cama matrimonial que quedaba enorme a el poco espacio que ocupa mi cuerpo, un hombre que fácilmente podría ser mi padre, adinerado, apestoso de colonia y vodka que reposaba bajó las sábanas de seda color tinto.
La Champagna de Armand de brignac aún seguía fría.
En un movimiento circular removí el licor antes de darle una probada, el sabor dulce y exótica hacían que mis papilas gustativas se retorcieran para mí paladar nada fino. La luz morada papadeaba y pasaba por el balcón, teñian las canas blancas de aquel sujeto que me trajo a You I In, su pecho subia y bajaba de forma lenta en su profundo sueño, las arrugas amortiguaban cualquier faccion de juventud que alguna vez pertenecieron en su rostro.
Acaricié con el dorso de mi mano su piel elástica con brevedad antes que las náuseas volvieran a atacar mi garganta y tuviera que bajarla con alcohol.
La ropa estaba exparcida en un camino a la puerta, un traje de un aproximado de medio millón de wones, unos zapatos de charol, gemelos de oro de dieciocho kilates hacían juego con su vestir negro, era todo dignó CEO poderoso.
Bajé ambos pies al suelo alfombrado y recogí mis prendas que estaban sobre el tantra, todo estaba bien doblado, pero no podía decir lo mismo por mi ropa interior rasgada.
El cuarto de baño era gigante, hasta podía jurar que podría solo vivir en ella por lo espaciosa que era, su color blanco y refinado diseño me hacían sentir una vagabunda. El olor a colonia estaba impregnada en mi piel, al igual que las marcas de mi pecado, no siempre había suerte de que alguien te fuera gentil.
El torso de mi cuerpo y cuello eran adornados con hematomas negros, la palma de una mano estaba calcada en mi trasera, las yemas de mis dedos se pasearon por aquel relieve rojo que picaba por la sensación y ardía como un infierno.
Tener encuentros con desconocidos me dejaban manchas en la memoria que ni la terapia borraría.
Esos viejos que me miraban con morbosidad cuando les decía que era menor de edad, podía jurar que tenían una erección al instante de saber esa cifra. Pagaban cualquier cantidad de wones con solo tenerme en un cuarto de hotel y desahogar sus deseos más prohibidos o cumplir sus fantasías con colegialas.
