Hasta que llegaste a mí.

Capítulo 4

Precisamente hoy que quiero que las horas pasen rápido, no sucede, miro constantemente el reloj, ya quiero llegar a casa y llamarle a Sakura, me conformo con escuchar su voz, definitivamente, la canción que baila es la adecuada, ella es un hada, con esos ojos verdes que hipnotizan, su manera de ser, toda oscuridad desaparece con su presencia.

–Ahora hasta acosador te has vuelto, contigo no se puede primo –escucho a Meiling–

–Creí que ya estabas en Hong Kong –la veo enarcar una ceja–

–No, estoy tratando de hacer mi cambio, quiero venirme a estudiar aquí –se deja caer en la camilla–

–Ya te convenció Lian, comienzo a tenerle miedo –me acerco a ella–

–Extraño estar con ustedes, son la única familia que me queda, en Hong Kong están tus hermanas, pero cada una tiene su familia –se encoge de hombros– además, conocí a alguien aquí, no eres el único acosador –sonríe por su comentario–

–No soy un acosador –me defiendo– ¿a quién conociste?

–El profesor de piano de Lian, se me hace muy interesante –no lo puedo creer, lo que me faltaba, que ahora tenga que emparentar con ese tipo, bueno, si Meiling lo enamora será un rival menos, tal vez haya una ventaja–

–¿En qué momento lo conociste? Yo la llevo a clases de piano y jamás te he visto –la miro, me dan ganas de ponerle las lámparas en la cara, como si esto fuese un interrogatorio policiaco–

–Tú la llevas y yo la voy a buscar con tía Ieran –saca su lengua– en enero ya estaré instalada aquí, así que agárrate primo, estas semanas estaré yendo y viniendo de Hong Kong –me explica–

–Estupendo, entonces me ayudarás a arreglar el patio trasero, conseguir flores, pasto... lo quiero dejar bonito –me mira enarcando una ceja, para todos es raro el cambio que estoy teniendo y todo gracias a Sakura–

Continuamos conversando un rato más, hasta que llega uno de los pacientes y nos interrumpen, el uso de lentes en los niños se está volviendo frecuente, muchos padres no entienden que no deben de pasar mucho tiempo pegados a las tabletas o ver la televisión muy de cerca, es por eso que ahora, tienen a penas tres años y ya deben empezar a usar lentes, a algunos niños les gusta, a otros hay que convencerlos.

Todo está en la manera en que lo atiendas, últimamente mis pacientes son los niños, debido a que los demás médicos no tienen la paciencia de tratarlos y salen llorando, comienzo a creer que tal vez sí me debí de haber especializado en pediatría y no en oftalmología.

–La próxima semana vienes para que te entregue tus lentes rojos –le paso la orden a los padres del niño–

Los acompaño al pasillo y de paso le informo a la enfermera sobre los lentes que debo tener la próxima semana, tendré algo de trabajo extra y por primera vez en mi vida, eso me molesta, debo hacer los pedidos de armazones, cristales, graduarlos y además, debo de atender a más pacientes. Y todo porque me encargo de los más pequeños, de lo contrario tendría menos qué hacer, podría pasarle algo a los optometristas, pero como son niños, no es muy recomendable, debo asegurarme de que tengan bien la graduación.

Meiling vuelve a entrar en el consultorio, continuamos con nuestra plática, necesito los consejos de mi loca prima para evitar meter la pata más veces.

–En verdad te gusta –concluye, aunque eso ya se lo he admitido– cuando estés con ella olvídate de que eres oftalmólogo y concéntrate en tu mentira, eres pediatra –dice sonriendo–

–Eso trato, hoy tuve que correr para que no me descubriera, creo que me debo de sincerar con ella, decirle lo que en verdad soy –hago una mueca, sé que me terminará odiando por eso–