01. ALISANNE

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❝ el valle fénix
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tres años después.

Sus manos se sintieron pesadas, transmitiendo esa misma carga al resto de su cuerpo. Aún así, ella siguió moviéndose y fluyendo entre las flamas ardientes de color celeste que la rodeaban como una especie de escudo. Se colocó de pie una vez más y aferrando su mano al bastón con una energía renovada. Sólo desvió la mirada por un segundo, notando que, a pesar de que la mañana estaba lejos de aparecer, ella podía ver tan claramente como si el sol brillase en pleno día. Su vista había mejorado con el tiempo de forma anormal, y cada vez que sus ojos vieron a través de la oscuridad, ella lo percibió como un regalo.

La joven abandonó su nido por la madrugada. Estaba hecho de plumas de fénix y era lo suficientemente grande como para que ella se acomodara pacíficamente ahí. Todos tenían uno idéntico al suyo donde dormir por las noches o descansar durante el día si fuese necesario. Los árboles eran enormes, haciéndola sentir un pequeño insecto en el bosque. No se sorprendería si realmente fuera así.

Tantas cosas habían cambiado en los últimos tres años, comenzando con su apariencia y sus ojos. Mientras que había sido una niña delgada y medianamente alta, ahora podía considerarse una mujer joven. Su piel había adquirido una tonalidad más avivada y semi dorada, pero no demasiado debido a su piel pálida natural, aún si fue lo suficiente para no ser confundida con un fantasma. Era más alta y definitivamente había generado un poco de músculo en sus piernas y brazos debido al entrenamiento físico al que había sido acostumbrada y el trabajo que realizaban todos ahí para subsistir. Aún mantenía sus expresivos ojos azules similares al día en que llegó, pero la magia se había extendido en ellos con extrema audacia y facilidad, no se veían imponentes como los de Caeone o Alexion, tampoco eran tan chispeantes y sobrenaturales, pero fueron lo suficientemente brillantes para decir que no eran idénticos a los inocentes ojos de Alisanne Dumbledore el día en que se adentró en el Bosque Prohibido.

La magia pura también traía algo de corrupción con ella. Alisanne no podía olvidar el dolor, ni tampoco podía olvidar el rastro que dejaba a su paso.

      —Dejarás al pobre Alexion convertido en cenizas si lo sigues agotando de esta forma —la voz de Caeone la sacó de su concentración.

Había convencido a Alexion de entrenar con ella diariamente durante los momentos que otros encontrarían los menos adecuados, pero durante los momentos en que ella más lo necesitaba para conservar algo de su cordura atada a su mente, y eso era en las madrugadas o cuando las celebraciones más importantes eran llevadas a cabo y su mente necesitaba ser aclarada. Alexion siempre fue un admirador de las festividades, pero también parecía gustarle pasar tiempo con ella. Siendo el más joven del Valle, Alexion raramente encontraba alguien con una inmadurez similar a la suya entre las personas a su alrededor. Alisanne no era inmadura, tal vez era debido a su pasado, pero tampoco fue una comparación cercana a otros fénix como la vieja Rhenel: cuyos ojos gritaban astucia y cuyas acciones siempre tenían un propósito y una planificación de antemano. Nada se hacía sin motivo.

Ambos se habían convertido en amigos, y eso fue lo que más le dolió, porque ella no pertenecía aquí. No importaba cuánto trataran de hacerle pensar que era su destino entrenarse para no estallar en su mundo y condenar a todos junto con ella, no importaba cuantas veces escuchara que estar aquí era su única opción de salvación. Había entrenado su magia sin varita y se había vuelto buena con ello bajo la necesidad de serlo, ahora su varita no era más que un recuerdo de un objeto que perdió hace tres años en el bosque. Alisanne no lo negaría, le gustaba la magia que era capaz de hacer ahora y la simplicidad en ella, de cierta forma la satisfacía, le daba estabilidad a su vida y, mientras que no era completamente feliz, tampoco era completamente miserable. Pero toda la estabilidad que lograba adquirir siempre se venía abajo con el sueño de Albus en Hogwarts, solo, cuando ella le había prometido guiarlo a través de su primer año, al igual se lo había prometido a un pequeño Aberforth (quien ahora debía de tener once años), pero no había estado ahí para Albus y como seguramente aún no podría regresar pronto, tampoco lo estaría para Aberforth. Fue una promesa de una niña a dos niños pequeños que probablemente lo olvidaron tan rápido como ella se subió al tren después de haberla hecho, pero se había convertido en un recuerdo dulce que ella abrazaba de vez en cuando.

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