La casa de los Frantzich era grande. Lo suficiente para íntegrar a otro niño cómodamente además de su hijo, y los que vendrían después. Jonah en ese momento era un recién nacido, el primer hijo de ese matrimonio. Ambos padres primerizos recién se estaban adaptando a una nueva etapa con su pequeño niño, pero por cosas del destino también llegó Camille.
Dos meses después, la hermana menor del señor Frantzich llegó a su casa con una niña.
Apenas tenía 19 años, y estaba fuera de casa desde los 17. No era una niña centrada, pero nunca fue alguien malo. Solo que entre su inteligencia y las aventuras, siempre prefirió esta última.
De poca edad, sin casa, y con una niña, parecía necesitar ayuda ¿No?
Pero aunque su hermano podría, ella parecía no necesitar nada. Se veía bien, su niña estaba bien, y tenía su propia casa para vivir.
El misterio siempre estuvo en como consiguió todo eso.
O quién era el padre de Camille.
A U R O R A
"Si empiezas a recordar, no lo demuestres cuando sepas la verdad"
"Ellos te están vigilando"
Sostenía una foto, no muy antigua pero si desgastada. En la otra palma, una llave de acero.
Singular, porque no era de casa o para un cerrojo. El estilo también era diferente, eran de esas llaves antiguas con un diseño lindo en la cabeza.
Había encontrado un sobre en su casillero. No supo quién lo había dejado ahí, pero por visto no había visto nada desde la mañana. Alguien la había puesto cuando entró a primera hora, o cuando fue la conmemoración y todos estaban afuera.
La chica no estaría tan tranquila al pensar que alguna persona sabía toda su historia, pero algo tenía en mente cuando pilló un dulce adentro del papel.
Era su dulce favorito, un mínimo detalle marcaba la diferencia. Cualquiera con ese conocimiento, debió ser un amigo de Camille ¿pero quien?
Se encaminó con Esther para bajar a la cocina. Su padre estaba en casa, lo cual signicaba tomar el desayuno en familia y llegar un poco más atrasado al labor.
-Jonah!--Su madre alzó la voz por segunda vez.
-Que le pasa a ese niño--Inquirió su padre mientras leía el periódico.
-No lo sé, llegó de fiesta el Sábado y no salió de su habitación por todo el fin de semana.
-¿Que estas leyendo papi?--Preguntó la menor.
El señor Frantzich hizo una mueca antes de pasar el periódico a sus hijas mayores.
El mencionado chico apareció, aunque parecía solo aparecer su alma en penumbra. Sin ninguna expresión, sus ojeras eran más grandes y sus labios partidos. Algo anormal considerado su estado de ánimo frecuente, la presencia de su padre tampoco ayudó.
-Las resacas a tu edad no duran tanto.
-Tal vez soy un viejo atrapado en el cuerpo de un adolescente-- Hablo ronco, como si fuese la primera frase dicha en todos estos días.