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El pálido al despertarse lo primero que divisó fue la luz que salía por la ventana, gimió en desacuerdo y malhumorado, que al respirar profundamente sintió ese mismo aroma agradable con el cuál se durmió anoche, se relajó. Luego de unos minutos perdió el sueño y se sentó con flojera en la cómoda cama, al abrir los ojos vio todo el paronama, comenzó a revisar todo con la vista.

¿Desde cuándo tenía cortinas que dejaban entrar la luz?

¿Cuándo fue que su cuarto era de colores pasteles y tenía aroma a dulce relajante para su gusto?

¿Cuándo fue la última vez que descansó como ese día?

¿Y desde cuándo esa era su habitación?

Abrió los ojos como platos al reconocer la habitación del pequeño sabandija que tenía como compañero en el colegio, se tranquilizó al notar que no había nadie a su lado, aunque le intrigaba saber si hizo algún desorden al irrumpir a altas horas alcoholizado en la madrugada, en la habitación similar a la suya por fuera, pero diferente por dentro. Solo esperaba que no le dijiera a Yang Mi, no quería traerle dolores de cabeza a su preciada madre.

Se levantó mientras respiraba pesadamente, despertarse de repente traía mareos, no necesitaba más de los que ya tenía por la resaca. Divisó en la mesa al lado de la cama, unas pastillas y una botella de agua, en una nota amarilla se leía fácilmente

Toma esto, hará pasar tus dolores de cabeza.

Agarró entre sus delgadas manos las cosas y se metió dos pastillas en la boca, tomó agua y tragó. En unos minutos haría efecto, su estómago comenzó a rugir del hambre, primero debía prepararse.

Se puso las pantuflas rosas que habían en la punta de la cama, seguramente eran del menor, no le importó al notar que eran tan cómodas y tibias como se veían, luego se las devolvería, tal vez...

Abrió la puerta para dirigirse al baño de en frente, no sin antes tender la cómoda cama de el de tez tostada. Una vez dentro cepilló sus blancos dientes creando espuma entre ellos, terminó escupiendo toda su saliva al terminar y enjuagó su pequeña boca. Tomó agua fría con sus manos restregandola en golpeada y delicada piel facial, limpiando así cualquier rastro de jabón antes colocado. Gimió de dolor al pasar la toalla para secarse, esos moretones y raspones si que ardían como la mierda.

Sacó un pote de crema de almendras, puso puntos repartidos en toda su cara, con sus dedos comenzó a expandirlo para que se absorbiera adecuadamente, al mirarse en el espejo notó lo tersa que estaba su piel nívea por los golpes. Esperó unos segundos para que secara bien, esta vez tomó un corrector de ojeras y lo pasó por todo su rostro, en la cantidad adecuada, el color de los hematomas se nivelaba de esa manera. Por último expandió con esponja una base de su tono, para finalizar con el maquillaje dio leves toques de polvo compacto. Se miró detalladamente en el espejo, no se notaba ni una sola imperfección.

No supo cuando fue que empezó a maquillarse, después de cada pelea para no preocupar a la persona que le dio la vida, ¿A los catorce, quizás quince?, no lo recordaba con exactitud. Pero, ahora a sus diecinueve años, sabía que nunca haría derramar una sola lágrima a su madre, la apreciaba y el sostenía firmemente que, cuando amas a alguien, no lo dejas sufrir.

A veces, era demasiado protector con ella aunque no lo demostrara tanto, lo que si demostraba era lo tan agradecido por su esfuerzo de traerlo al mundo y darle lo mejor. La amaba, eso seguro. Dejó sus pensamientos a un lado mientras salía del baño, aún en pijama.

Bajó hasta la cocina y preparó su café, hoy quería hacerlo por si mismo, aunque fueran las seis de la tarde, su desayuno lo tendría igual. Apretó el botón de encendido, hizo un ruido y el líquido negro comenzó a caer dentro de su taza kumamon. Caminó unos pasos hasta llegar a la lacena, abrió sus puertas y bajó unas galletas oreos de chocolate, era lo único dulce que le gustaba con café. Cuando volvió a donde estaba, el café ya estaba servido, apagó la cafetera, luego corrió una silla y se sentó apoyando su taza con el paquete de galletas en la mesada. Acercó la taza a sus finos labios y probó de aquello, cerró los ojos a sentir el gusto, amargo como tanto le gustaba. Tomó una de las oreos y la hundió en el café, se la llevó a la boca segundos después.

Cuando iba terminando el "desayuno", su madre entró a la cocina, sorprendiendose al verlo ahí en pijama. Se acercó aún así y besó su cabeza como saludo.

ㅡBuenas tardes, cariñoㅡ. Saludó amablemente. Se dirigió a la nevera y tomó una fruta, en sí, una manzana que mordió al segundo mientras se sentaba frente a él.

Tragó y preguntó. ㅡ¿No fuiste al colegio, Yoonie?ㅡ.

Sorbió del poco líquido que quedaba en la taza, haciendo un ruido molesto, su madre lo miró con reproche y le pidió disculpas por aquello mientras reía.

ㅡNo, mamáㅡ. Dijo mientras reía por lo anterior. ㅡRecién acabo de despertarme, está lloviendo, y quise prepararme yo mismo el desayuno en el horario de la merienda.

ㅡNo te preocupes, si te sientes algo enfermo puedes decirle a Hyungwoon de ir a la clínica, sólo vine por un camperon, un paraguas y algunos papelesㅡ. Sonrió mostrando su perfecta dentadura, a pesar de eso, estaba cansada, deseaba dormir por horas. ㅡ¿Sabes que te acompañaría si pudiera, cierto?ㅡ. Habló con un deje de tristeza por dejar sólo a su hijo.

Se levantó de su asiento al ver a su madre hacerlo, se acercó mientras reía y negaba con la cabeza.

ㅡTranquila, lo séㅡ. La rodeó con sus brazos en un abrazo reconfortante. ㅡY es por eso, que eres la mejor madre del mundoㅡ. Besó su frente y la acompañó hasta la entrada.

ㅡY tú eres el orgullo de mi vidaㅡ. El pálido sintió sus mejillas enrojecer por lo escuchado, vio como su madre bajaba los escalones hasta llegar a su coche.

ㅡYa, mamá. Llegarás tarde.

La saludó con la mano, cuando se subió al auto y salió de la mansión, el pálido se atrevió a cerrar la puerta delicadamente.

Caminó perezosamente hasta la sala arrastrando los pies, al llegar tomó el control y se echó en el sillón estirado, cambió del primer al último canal y no había nada interesante, apagó el televisor. Cuando lo hizo, al segundo escuchó la puerta azotandose, miré a los pasillos y vio al intruso de pelo rosa corriendo empapado, ensuciando parte del impecable suelo, se adentró en una habitación.

En ese momento recordó cómo despertó en la mañana, algo vergonzoso... Movió frenéticamente su cabeza para quitar esos pensamientos, si el niño no hablaba sobre ello, no hablaría tampoco.

A decir verdad, ese chico era raro, caminaba hasta debajo de la lluvia, debería venir con el y el chofer, o enfermará, ¡y me contagiará!, asqueroso.

Dejó que el tiempo pasara mirando videos en YouTube, sobre cómo cocinar galletas, se aproximaba el día de la madre. Pensar en comida hizo rugir a su estómago, se levantó y se dirigió hasta la cocina, encontrándose con una imagen algo extraña, carraspeó nervioso.

Podía ver perfectamente a Jimin bebiendo agua de su botella favorita, auque eso fue lo que menos le impotó, su quijada se marcaba al estar elevada, y sus clavículas igual, la bermuda dejaba sus tonificadas piernas a simple vista, la camisa de seda que llevaba parecía una segunda piel. Era una imagen demasiado comprometedora, seguramente las empleadas hormonadas se desmayaron al verle.

Yoongi notó muchas marcas rosadas circulares por la extensión de su pecho y piernas, tal vez era una alergia por el sudor, además de que tenía unos botones rotos. Parecía un desastre, uno delicadamente esculpido.

Se acercó y le quitó la botella de la mano, tomó de la misma mientras lo miraba acusadoramente, la llenó de líquido nuevamente y la guardó en la nevera. Al volver le habló.

ㅡEs mi botella, no la toquesㅡ. Soltó seco bajando la mirada a su vestimenta, no pueo quitarla después de unos segundos. ㅡVe a bañarte, apestas. Estás con demasiada poca ropa, no queda bien en un chicoㅡ. Huyó corriendo de la cocina, pasó por la sala y subió las escaleras, al llegar a su habitación, se adentró en ella, aún sentía como sus mejillas seguían con un leve rubor.

Malditas hormonas de adolescente.

Desequilibrio Amoroso [yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora