JiMin, un chico al que nunca le gustó los cambios y menos si se trata de aquellos que pueden afectar en gran medida en su vida, por ello siempre necesita realizar una planificación cuando algo nuevo surge, por eso cada inicio de año escribe en su li...
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¿Quién era Min YoonGi?
Una pregunta que disponía con infinidad de respuestas.
Pero entre las más concretas eran que, se caracterizaba por ser un chico que llevaba un expediente impecable, con unas excelentes notas durante todos sus años en educación. En el instituto en donde anteriormente estudiaba lo habían apodado como Genius Min, diría que aquello le había molestado en su momento, pero en realidad fue todo lo contrario.
Nunca se había interesado en ser el centro de atención de nadie, y menos de todo un alumnado, mas aquello no logró mantenerlo una vez que hubo ingresado al curso de baloncesto. Todos los años, los cursos trataban de reclutar a nuevas personas a participar en estos, y aunque al principio le pareció algo arriesgado no dejó de ir aquella oportunidad frente a él, además, a él le gustaba mucho aquel juego, ¿qué podría perder al unírseles?
Aunque no había sido tanto un cambio radical, YoonGi había dejado de ser el chico nerd del colegio, a ser ahora mayormente reconocido como el joven apuesto del equipo de baloncesto. Su corte de cabello había cambiado dejando de lado su típico pelo con cresta, para pasar a tener flequillo y aunque a veces se lo lisaba, con los bruscos movimientos que hacía, así como el sudor que se le adhería, su cabello volvía a tomar su forma natural.
Sin embargo, no era todo, YoonGi había pegado el estirón como suelen decir por ahí, su mandíbula afilada, su cuerpo había ganado masa muscular al igual que nuevos abdominales que no se negaba a mostrar, sus hombros se volvieron más anchos, y su voz pasó a ser más rasposa, su imagen de niño había pasado dejando el pase a un adolescente bastante atractivo, y que, sin importar qué, lograba acaparar la atención de todas las personas que caminaban alrededor de él. Y le gustaba todo aquello, el ser reconocido, el que las chicas le rodeara cada vez que los juegos finalizaran, y que otros tantos también se interesaran en él.
Diría que había aprendido a hacer uso de su gran encanto lograr lo que quería, pero nunca había formado parte de ese grupo de personas, él era más bien de, a pesar de su reconocimiento, trataba de conseguir lo que quisiera de una manera justa, que su esfuerzo se viera reflejado en sus acciones, sí, verdaderamente era así, aunque no negaría las veces en donde aprovechaba para atrapar a alguien y pasar la noche con esa persona.
Y aunque sintió que todo cambiaría una vez tuvo que dejar a su país natal para viajar a Corea a causa de una nueva oportunidad de trabajo de su padre, estuvo totalmente equivocado.
Los primeros días después de su llegada lo había pasado en su nueva casa, ¿qué podía hacer un fin de semana además de dejar el papeleo en su ahora nueva institución? Exacto, no había mucho que hacer, y aunque tuvo la oportunidad de salir a conocer la ciudad, el quedarse en su cama haciendo una maratón de su serie favorita le fue más que tentador. No podía negar que el primer día de clases en ese actual centro lo tenía de lo más nervioso. No era un gran conocedor del idioma de ese país, sabía mantener una pequeña conversación y comprender ciertas cosas, sin embargo, aún estaba la posibilidad de equivocarse y eso solo lo volvería aún más vergonzoso.
