Capítulo uno.

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De un momento a otro las risas se hicieron más ruidosas, todos ya tenían algo de alcohol en su sistema, claro, menos Hermione, Luna y él; Mione porque era la responsable de llevar a los chicos a su casa, Luna por algunas cosas de la posición de las estrellas y él porque no quería que Dumbledore le regañara por tener su voz ronca la mañana siguiente.

—¿Crees que ya sea hora de irnos? —le preguntó Hermione.

Harry le echó una mirada a su reloj y asintió después de ver la hora.

—Son las dos treinta y no quiero disculparme con el dueño por algún destrozo que lleguen a hacer si siguen tomando —comentó viendo el estado de sus amigos.

—Bien, entonces nos iremos...

Los dos se quedaron callado, mirándose el uno al otro con aprehensión.

—Te extrañaré, Mione.

—Yo también —susurró la chica sonriendo—. Espero poder vernos más seguido, aunque sé que es algo difícil gracias a tus conciertos y...

—Haré todo lo posible para volver a ir, últimamente Albus se está haciendo un poco suave y receptivo a nuevos comentarios —comentó dándole un pequeño abrazo a su amiga, quien sonrió con cariño.

—Chicos, ya es hora de irnos.

Los quejidos no se hicieron de esperar, pero no tardaron mucho en levantarse y despedirse de Harry.

—Nos vemos, chicos, espero volver a verlos pronto —comentó despidiéndose con la mano—. Herms, ¿segura que no necesitas ayuda?

La chica negó.

—Están borrachos, pero son más domesticables así —informó sonriendo—. Son buenos chicos cuando el alcohol hace su función.

Harry se rió y vio a sus amigos subir la escaleras con algo de normalidad, el que parecía tener más problemas con esa acción era Seamus, quién se abrazaba del barandal para no caerse.

—Supongo que yo también me iré —susurró Luna sonriendo—. Fue agradable verte, Harry.

—Lo mismo digo, Luna.

Los dos amigos se sonrieron y, después de un beso en la mejilla, la rubia se levantó dispuesta a irte.

—Ah, y buena suerte. —Harry levantó una ceja, curioso— El horóscopo de Leo predice un favorecimiento en sus relaciones amorosas —dijo somnolienta—, aunque también advierten una gran complicación.

Harry asintió confundido, despidiéndose con la mano después de ver a su amiga caminar hacia las escaleras.

Decidió quedarse un poco más, pero esta vez quedándose en la barra, más cerca del hermoso cantante que, ahora, no separaba su vista de él. El ojiverde le sonrió, levantando su nueva bebida hacia él -una piñada demasiado dulce y sin alcohol; perfecta para él-, brindando por otra buena canción.

El joven sólo le sonrió, iniciando una nueva melodía.

Harry no supo cuánto tiempo duró tomando esa bebida, pero le siguió ahora con una limonada mineral. Empezaba a sentir que la sed quería atacarlo, y él no era nadie para no caer en los encantos de una buena bebida refrescante.

En algún momento de la noche decidido quitarse los lentes, disfrutando el lugar y el poco tiempo de libertad que logró obtener esa noche; pero la gorra seguía en su lugar, no dispuesto a que lo reconocieran tan fácilmente.

Suspiró.

Esperaba que Dumbledore no se le ocurriera hacer algo esa mañana, porque sólo esperaba en llegar a su habitación y quedarse dormido hasta muy entrada la tarde. No queriendo que el mayor lo despertara para alguna firma de autógrafos improvisada o algo por el estilo

Evans.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora