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Pasó un largo día y noche, una larga noche en la que mamá y yo no conseguimos descansar por culpa de la tormenta, la cual agredía los cristales de nuestro pequeño hogar con violencia.

Ella aprovechó ese tiempo en vela para preparar comida para tres personas, mientras tanto yo me dediqué a ver como la lluvia se disipaba entre la luz de las estrellas.
Una libreta de portada negra se encongraba entre mis manos, la que antes utilizaba para hacer mis deberes de matemáticas, la utilicé entonces para hacer pequeños dibujos, imitando los finos rasgos del que tantas ganas tenía de ver.

-Buenos días, Osito mio. - la puerta de la que es mi habitación se abrió lentamente, dejando ver el bello rostro de mi progenitora tras ella.

- Buenos días, mamá... - Suspiré pesadamente, apartando la mirada hacia la ventana nuevamente.

La fina mano de mi madre se apoyó sobre mí hombro, buscando darme consuelo.

-Namie...¿No has dormido por lo de ayer? - preguntó aquello mientras acariciaba mi corta melena con cuidado. Asentí lentamente, totalmente perdido en mis pensamientos. - ¿Es por ese niño? ¿Cómo se llamaba...?-ella pareció pensarlo por unos segundos, pero al menos fue capaz de recordarlo- YoonGi, ¿no?

Las caricias se detuvieron al notar yo de nuevo mi nariz picar y mis mejillas humedecerse.

-He hecho mucho kimchi para tu amigo y para mí precioso osito, además, ha dejado de llover...¿te parece bien que vayamos a comer todos juntos? -afirmé con la cabeza lentamente, de nuevo, notando ese delicioso olor del perfume de mamá inundar mis fosas nasales.

Un cálido beso dejo un cosquilleo en mi frente, tras ello quedé nuevamente solo en mi habitación.

Levanté levemente la mirada hasta mi armario, donde descansaban todas mis prendas, colgadas de perchas o apelmazadas en los cajones.
Me pregunté un millón de veces su debía hacerlo, si era lo correcto o tal vez un desperdicio, quizás me estuviese engañando...quizás salía así de casa para pasar desapercivido, pero en realidad sus padres son grandes empresarios, con puesto social muy alto...

Pero en ese momento en el que encontré una de mis más pequeñas camisas fue cuando caí en cuenta de todos mis sucios pensamientos.

Sí realmente tuviese un lugar donde quedarse no se habría molestado en llegar hasta la frontera para poder vernos tan solo unos minutos bajo aquella tormenta. Si sus supuestos padres fuesen de un alto cargo social, no le permitirían salir de aquello manera, no con esa ropa desgarrada y sucia, no con el pelo socio ni con el rostro tan descuidado, quizás ni siquiera le dejarían que abandonase su hogar y de igual forma sanarían sus heridas una a una.

YoonGi...Min YoonGi no sería capaz de mentirme el odiaba dejar esas pequeñas lágrimas escapar por sus felinos ojos, pero cada vez que preguntaba por cualquiera de esas cosas que en algún momento creía falsas...dios, él tan solo las dejaba caer, lo odiaba, pero no podía evitarlo, igual que no podía evitar agradecer cada pequeño detalle un millón de veces.

Ahora si, sin pensarlo dos veces cogí aquella camisa y algunas prendas más para mi nuevo aliado, preparándome más tarde para volver a la muralla que nos separaba.

Alrededor de unos diez insoportables minutos dentro de una furgoneta pasaron para llegar hasta aquel lugar, una vez allí bajé corriendo del coche y corrí a aquel lugar que ya recordaba de memoria.
Para sorpresa de todos, la pequeña silueta del pelinegro se encuentraba apoyada en en la valla de metal que amenazaba con no desaparecer.

Sus pequeños ojos estaban cerrados, mientras que su largo pelo tapaba parte de estos, con sus brazos haciendo una cruz sobre su pecho, el mismo que subía y bajaba pacíficamente.

A pesar de las murallas «ᴺᵃᵐᵍⁱ»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora